En los ojos de la reina

Capítulo 46: Traición y esperanza

Al fin lo comprendo todo. El por qué tanta amabilidad y ayuda por su parte. Porque siempre los rebeldes se encontraban (sin importar lo que hiciera) un paso delante. Y es que la respuesta parecía simple: René Farfán les proporcionó toda la información que necesitaban. Les hacía saber el dónde y cómo atacar para dañarme.

¿Siempre supo que Magnolia moriría? ¿Surgió acaso de él que lo ejecutaran?

No debe ser una coincidencia que las armas se encontraran en su gobierno tal como también lo era el hecho de qué aquellas yacieran justo en su poder. Un poder que yo misma le otorgué. La cuestión aquí era, que existía casi un centenar de los más fieles guardias a la dinastía Tamos afuera, porque seguí su consejo. Solo veinte se aposaron en el palacio, y la mitad de ellos los destiné al resguardo de los empleados seguidores del palacio hacia las fronteras de Lorde.

—¿De verdad creíste que me hallaba de tu lado? —su voz surgió esbozando una sonrisa en el rostro que se mofaba de la situación presentada.

En lo que respecta a mí, no consigo exclamar nada, siendo que me conservo enmudecida en su totalidad, pues yo le recordaba desde que tenía memoria. En las reuniones de cada mes. En los festejos reales, ceremonias. Cada qué mis hermanos y yo festejábamos un ciclo más. Que aversión saber que mientras nos sonreía, planeaba el cómo apuñalarnos por la espalda. Ya no poseo fuerzas ni tiempo para seguir desgastándome en intentar averiguar porque insisten tanto en acabar conmigo.

—Sabes, no te culpes por confiar en mí. Debe ser un rasgo familiar, constando que tu padre por igual lo hizo —se jacta en un suspiro, mientras se engrandece y me contempla justo como lo desea: empequeñecida y aterrorizada, siendo testigo de lo herida en todas las formas en la que puede alguien ser dañado—. Tantos ciclos esperando y al fin lo obtendré. Tus padres nunca comprendieron lo que se necesitaba para reinar una nación como ésta. Ella siempre tan amable y él tan condescendiente. Aceptaba sin excepción todo lo que yo le decía y daba —su voz continuó siendo tan diplomática y educada que parecía imposible que me estuviera traicionando.

—Tú fuiste quién envenenó a mi padre con el escander —le acuso sin duda de ello. Lo miro de la manera más despreciable que puedo ofrecer. Uniendo las piezas.

—Una bebida extraordinaria para pertenecerles a seguidores ¿no lo crees?

Tiempo, solo requería de tiempo y paciencia para encontrar el momento justo en el que su sangre estaría lista para derramarse y la encontró aquel día en Teya.

—¡Maldito bastardo! —me arrojo a él sin pensarlo, aunque no llego ni a tocarlo, porque uno de sus guardias me somete con una sujeción del brazo. Provoca que me doble de dolor y terminar nuevamente de rodillas.

—Pero que modales son esos señorita Ofelia. Las traiciones sacan los peor en ti. La señorita Magnolia estaría avergonzada en estos momentos —sus palabras me encienden cuál fuego sobre pólvora.

—No te atrevas a poner su nombre en tu traicionera boca —Farfán se regocija tras vislumbrarme furiosa. Coloca sus brazos en la espalda. Me contempla cual animal exótico que le debo parecer.

—Pues esta traicionera boca como tú la llamas, convencerá y gobernará a Victoria. Contigo tal como lo planeé, el reinado de los Tamos morirá y conmigo, el de los Farfán nacerá.

—Ese siempre fue tu plan. Tú convenciste a mi padre para que me quedara aquel día en lugar de mi madre y así ellos murieran.

—Cómo dije, el rey Claudio era un ser muy condescendiente. Solo bastó asegurarle que sería bueno para ti y no dudó ni un poco en aceptar. Los hijos suelen ser el punto débil de cualquier padre, sabes.

—Y Mika es el tuyo o me equivoco —pronunciar su nombre me recuerda que ella también fue una mentirosa. René solo suspira tras escuchar el nombre de su adorada hija.

—Mi pequeña Mikaela. Poderosa sin duda alguna. La crié para ser lo que siempre debió ser: una reina. Sin embargo, tu hermano no parecía del todo satisfecho con la idea —lleva su mirada en dirección de Ben con desprecio, aunque más con estupor—. Tus padres no habrían respetado la tradición de ofrecer el trono a la contendiente más fuerte y no importó cuanto se esforzó, Mika nunca pudo encantar al futuro rey como lo hizo tu madre. Claudio siempre hizo lo que Carina deseaba. Detrás de todas las elecciones del rey siempre estuvo ella.

—Pero ser la reina detrás de un rey no te era suficiente para tu apreciada hija o ¿sí?

—Algo me decía que Mika no sería elegida y entonces el plan de mi padre resurgió. Uno que te incluía —me sonríe cínicamente.

—Uno en el que muero —intercambio con rabia.

—Eventualmente sí, aunque jamás contemplé que Benjamín viviría a la explosión de El Celeste ¿Cómo carajo alguien sobrevive a ello? —se movió anonadado como el resto lo miraba al saberlo con vida. Observa a hermano sometido por sus dos guardias, postrado de rodillas, así como yo—. Hola muchacho. Te pegaron duro ¿verdad? —lo toma de la barbilla—. ¡Por toda Victoria! pero que te ocurrió en el rostro —se burla de la larga cicatriz que su ruin acto le causó.

—¡No lo toques! —advierto cuando intento reincorporarme.

—¿Aún lo defiendes? —cuestiona—. Intentó matarte y aún con ello le defenderás.

—Lo hizo por creer todas esas mentiras que atribuiste a mi persona.

Farfán se regocija ante el recuerdo.

—¡La reina que mató a su familia para ascender al trono! —sus brazos se extendieron ante el titular—. Y luego, tu "supuesta" habilidad, me otorgó justo la oportunidad que necesitaba. Le brindará credibilidad a mi mentira. Todos me agradecerán y nadie te extrañará. Escuchaste Beni. Tu hermanita es inocente. Ella solo quería protegerte y sacarte de aquí —por un instante supuse que Benjamín me miraría, sin embargo, su cara seguía baja—. Imagina Ofelia, si tu hermano creyó la mentira, que no creerá el resto de Victoria.

—Por qué no me matas ya.

—Aun no, primero hay que eliminar a tu hermano.




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