En manos de la bestia

Enlace.

 

Ese par de lobos no le quitaban los ojos de encima a Linéa, ella ya estaba desesperada, quería perderlos de vista a como diera lugar, se sentía llena de adrenalina y tenía que encontrar la manera de zafarse de ellos para poder escapar de ese lugar.

—Necesito ir al baño. —exclamó Linéa encorvándose fingiendo que se moría de ganas.

—No hay baños aquí, tendremos que regresar a su habitación. —le dijeron ellos agobiados de tener que caminar de regreso, pues era un tramo largo.

—No, debo ir ahora, ya no aguanto más. —manifestó Linéa retorciéndose.

—¿Qué? Debió decirnos antes de venir hasta aca, no podemos dejar que haga sus necesidades al aire libre.

—Entonces consíganme un bote o algún recipiente donde pueda hacer pipi… me hare encima si no me ayudan.

—Maldición ¿Por qué las mujeres son tan complicadas?

—¡Vayan rápido!

—Tu ve por allá, yo iré de este lado, trae lo primero que encuentres.

—Más le vale no hacer nada raro, si intenta escapar la olfatearemos enseguida y le avisaremos al alfa, no creo que quiera regresar al calabozo ¿o sí? —le preguntaron sus guardias mirándola fijamente.

—Ya no aguanto…

—Ash…

Los lobos se fueron a buscarle una bacinica y Linéa se puso en marcha y corrió con todas sus fuerzas adentrándose al laberinto.

—Jamás me atraparan, no volveré a pisar ese calabozo nunca más, me iré de aquí y nunca regresaré.

Linéa ya llevaba un buen tramo recorrido cuando de pronto sus guardias llegaron con las bacinicas en las manos y las dejaron caer al suelo cuando vieron que la prisionera ya no estaba.

—¡No pude ser! ¡nos vio la cara! 

—¡Hay que ir por ella antes de que se escape!

Los guardias se transformaron en lobos y cuando se disponían a adentrarse al laberinto, su alfa apareció detrás de ellos junto con Adbin quien ya se esperaba algo así y se agarró la cara con nerviosismo mientras miraba a su señor furioso.

—¿Qué diablos esta pasando aquí Rengo y Mulard? —les preguntó Arnes frenándolos de golpe y se redireccionaron hacia él para no darle la espalda y agacharon la cabeza con temor.

—Señor…la prisionera nos engañó, se ha metido al laberinto y creemos que quiere escaparse saltando el muro.

—¡Háganse a un lado!

—¡Espere señor! —Adbin junto con Rengo y Mulard fueron detrás de él para impedir que la despedazara, su temperamento podía llegar a ser muy fuerte.

—¡Por favor cálmese! ¡recuerde que la necesitamos con vida! —gritaba Adbin mientras iba tras él.

—Esa mujer malcriada ¿Cómo pudo escapárseles? ¡la hubiesen amarrado si era necesario! —exclamó Arnes mientras se subía las mangas y se les adelanto perdiéndolos de vista.

—Santo cielo…esta muy enojado la va a matar ¿Por qué no tuvieron más cuidado? —les recriminó Adbin siendo un manojo de nervios.

—Ella es más astuta de lo que crees, nos van a castigar por su culpa.

—¡Cierren la boca! Pídanle al cielo que pueda interceder por ustedes para que no les corte la cabeza.

Mientras Arnes se guiaba por el olor para encontrarla, Linéa por fin se topaba con la muralla que la sacaría de ese espantoso lugar, pero al ver la gran altura de esta, calló de rodillas con las esperanzas desvanecidas en el aire.

—Nunca podré escalarla…es gigantesca…. —se dijo así misma llena de frustración.

Mis esperanzas de volver a ver a mi familia están del otro lado, pero es imposible escalar esto, debe haber otra manera de salir de este lugar.

Linéa miró a su alrededor y comenzó a palpar la muralla para ver si había donde poner el pie y cuando encontró unos bordes para escalar, Arnes la jaló de la ropa y la arrojó al suelo con brusquedad.

—¡donde crees que vas!  

—¡Ay!

Linéa se llenó de miedo y el corazón le palpitaba como loco, no quería mirarlo y permanecía tirada con los ojos cerrados como si así fuera a desaparecer su inminente fracaso.

—¡Ponte de píe y mírame cuando te este hablando! —gritó Arnes enfadado.

—No puedo…me lastimé el pie cuando caí. —exclamó Linéa como pretexto para no verlo a la cara.

—No seas mentirosa, ponte de pie y mira a tu alfa cuando te este hablando. —le dijo Arnes a Linéa jalándola del brazo.

—¡Tú no eres mi alfa! —gritó Linéa he inevitablemente se vieron a los ojos y ambos sintieron como una electricidad les recorría cada rincón del cuerpo, sus ojos se iluminaron con un destello purpura y se quedaron prensados el uno del otro.

Arnes retrocedió varios pasos y se tocó el corazón, mientras que Linéa sentía que aquella bestia le había robado algo importante.

—¿Qué me hiciste? —preguntaron los dos al mismo tiempo, la sangre les hervía y comenzaron a tener una extraña fiebre que los estaba agitando mucho.

—¡Yo no te hice nada tu me hechizaste! Me hiciste un hechizo de lobos o yo que se—manifestó Linéa asustada.

—¿Qué? ¡Esa mierda no existe! Maldita sea que calor hace aquí.

—¡Señor por favor no la mate! —gritó Adbin agitado y con el alma en un hilo y cuando vio a su señor con los síntomas que tanto habían esperado se quedó perplejo, al instante llegaron Rengo y Murlard quienes también se quedaron tiesos.

—¿Qué demonios están mirando? —les preguntó Arnes ruborizado.

—Señor…usted…

—Dejen de mirarme así que me estoy rostizando por culpa de esta malcriada.

—Tengo tanto calor… —exclamaba Linéa con las mejillas rosadas.

—Usted ha encontrado a su luna, lo que siente son los síntomas del maridaje, sus almas están enlazadas. —exclamó Adbin con lágrimas en los ojos.

—¡Ya no aguanto! —Linéa se arrojó a la fuente que se encontraba cerca de ahí y cuando Arnes la vio toda empapada sus orejas se le pusieron tan rojas que se enojó y se fue de ahí casi corriendo.

—¡Espere mi señor! —gritó Adbin quien se disponía a seguirlo y antes de irse les advirtió a los lobos que estaban a cargo de Linéa que por nada del mundo la perdieran de vista pues ahora era su Luna y su reina.




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