En mis sueños

¿Almas Gemelas?

La fiesta de graduación de la academia era, de hecho, una presentación en vivo de los alumnos graduados. La mayoría tenía asegurada una beca para continuar sus estudios musicales o trabajo en alguna discográfica. Mi mejor amiga competiría esa noche por una de las tres becas para estudiar en el Conservatorio de Música de París. Ella era mi razón de insistir tanto en asistir. Kenya era de una familia acomodada, pero no rica, y trabajaba a media jornada para ayudar a sus padres a solventar su estancia en la escuela. En varias ocasiones yo había pagado su matrícula sin decirle nada. Nunca me ha gustado presumir del poder económico de mi padre y menos frente a alguien a quien considero mi amiga y mi igual.

 

Kenya es un genio musical, puede convertir Las cuatro estaciones de Vivaldi en un rock rítmico y salvaje, o hacer los arreglos necesarios para que la canción más escandalosa quede convertida en una pieza digna de música clásica. Quería estar en primera fila y aplaudir con mayor fuerza que los demás cuando se anunciara que ella era uno de los ganadores. El hilo de mis pensamientos fue interrumpido por la voz de Charles.

 

—Hemos llegado, señorita.

—¿Podrías venir a recogerme dentro de tres horas?  —El hombre asintió.

 

El sitio de la presentación era un teatro que la escuela había alquilado para poder recibir la mayor cantidad de gente posible. Saqué de mi bolso la invitación para mostrársela al guardia que se encontraba en la puerta. Después de revisar mi invitación y tomar el boleto, retiró el cordón rojo que cerraba la puerta.

 

—Adelante. —Seguí caminando por aquel corredor adornado por una larga y brillante alfombra roja.

—¡Fleur! —gritó alguien a lo lejos.

—¡Kenya! —grité en el mismo tono.

—Creí que no vendrías —dijo con voz llorosa.

—Te prometí que vendría y aquí estoy —respondí mientras colocaba mi mano sobre su hombro.

—¿Y tu papá? ¿Se fue solo? —Tomó el dorso de mi brazo para que camináramos juntas.

—Sí, aunque sea difícil de creer, dejó que me quedara. Pero tengo que tomar el primer vuelo después de la fiesta. —Su expresión se llenó de sorpresa.

—¿Sabe ya que has estado estudiando aquí? —Sonreí de forma sarcástica.

—Claro que no. Si se lo hubiera dicho, seguramente estarías charlando con mi cabeza en una estaca. Sé que tengo que decírselo, pero lo haré después de que termine la mudanza y sus presentaciones como diplomático. La prensa estará encima de nosotros durante algún tiempo cuando anuncie que se retira de la política.

 

   Mi padre la había llamado la noche anterior para preguntarle si estaba con ella después de nuestra pequeña discusión. Así que Kenya se había enterado de todo por boca de él. Finalmente, llegamos a los camerinos.

 

—Debes cambiarte, ¿cierto? —Kenya respondió con un movimiento de cabeza que solo hacía cuando estaba nerviosa y no quería admitirlo.

—Tranquila, sabes la letra, conoces la melodía y no es la primera vez que estás sobre un escenario. No hay nada de qué preocuparse —dije intentando tranquilizarla, pero mi afirmación estaba lejos de la realidad.

—Tenemos un problema —dijo una voz masculina que llamaba nuestra atención desde lejos.

—¿Qué ocurre? —preguntó Kenya mirando al chico a través del reflejo en el espejo.

—Sam está enferma y no podrá tocar el violín en tu presentación. —El rostro de mi amiga se puso pálido—. Se intoxicó al comer algo en mal estado y la llevaron a urgencias.

 

El chico me dedicó una mirada. Supongo que notó que no nos conocíamos y, como era de esperar, dejó el problema de mi amiga a un lado para ser cortés y presentarse. Estaba acostumbrada a tener ese efecto en los hombres.  No es por ser presuntuosa pero, a pensamiento de todos, no solo era extremadamente bella de facciones, sino que poseía un cuerpo de infarto. En mi opinión, no era más que una careta. «Soy más que un par de pechos grandes», pensaba continuamente.

 

—Hola, soy Chris. —Me ofreció su mano para estrecharla.




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