En mis sueños

Celos

El avión salía a las siete de la noche, pero a pesar de tener tiempo suficiente para empacar, reinaba el caos en el departamento. Liam se quedaría en París para continuar con los asuntos del disco, así que había desaparecido. Después de terminar con los preparativos, salimos hacia el aeropuerto. Mis padres y Reira se sentarían juntos, eso nos dejaba quince horas y quince minutos para poder estar solos a Yori y a mí. Había muchas cosas que necesitábamos conversar, como la reacción de nuestros padres y el cómo repercutiría nuestra relación en nuestras carreras.

 

Legalmente somos hermanastros, vivimos bajo el mismo techo y estoy segura de que más de una persona nos diría que, según las normas morales, nuestro amor era incorrecto. Pero no tenía el valor de tocar el tema y, conociendo a Yori, él tampoco quería comenzar con aquella conversación. Ninguno de los dos estaba listo para hacer frente a la realidad que tendríamos que enfrentar al volver a casa.

 

—¿En qué piensas? —preguntó.

—En varias cosas y a la vez en nada —respondí en tono despreocupado.

—Buena respuesta —dijo sonriendo.

 

Nuestros asientos habían quedado alejados de nuestros padres y el avión estaba lleno, así que pasábamos desapercibidos, por lo tanto, no necesitábamos cuidar nuestro contacto. Me recargué en su hombro para dormir un poco.

 

—¿Cómo vamos a manejar esto? —susurró mientras recargaba su mandíbula en mi cabeza.

—No lo sé —musité.

—Creí que dormías —dijo asustado.

—Estaba dormida, pero también a mí me preocupa —dije mientras lo miraba.

—Nada está decidido, quizá nos preocupamos por nada —dijo mientras colocaba mi cabello detrás de mi oreja.

—¿Debemos saltar hasta que el puente se caiga? —dije riendo.

—Exacto. Duerme un poco —dijo y volví a acurrucarme junto a él.

 

El avión aterrizó cuando el sol ya se había ocultado, la pista lucía diferente. Había visto en varias ocasiones el aeropuerto de Narita, pero nunca tan lleno de personas con pancartas. La información sobre nuestra llegada se había filtrado y varias fanáticas esperaban a Yori en la sala de llegadas. También había algunos reporteros.

 

—Esto es muy molesto —dijo en tono de hartazgo. Yo sonreí y sacudí la cabeza—. ¿No te molesta que esté rodeado de mujeres? —preguntó divertido.

—Sí, me molesta, y mucho, pero confío en ti —susurré muy cerca de su oído.

 

   Salimos hacia el estacionamiento para recoger el auto. La mayoría de las personas comenzó a dispersarse, dejándonos llegar en paz a casa.  Necesitábamos descansar, pues dormir en un avión es extremadamente incómodo.

 

—¿Mañana tienes compromisos? —preguntó Yoko a Yori.

—No que esté enterado. ¿Por qué?

 

El teléfono sonó, distrayéndonos de la conversación. Yoko quería asegurarse de los horarios de Yori, le preocupaba que no durmiera como era debido. Los dejé conversando al respecto y fui a contestar el teléfono.

 

—Diga —respondí.

—Hola, soy Rose. ¿Se encuentra Yori?

¿Rose? Sentí una punzada en el estómago. ¿Quién era esa mujer y por qué buscaba a Yori? Creo que mi teoría sobre la confianza hacia él fue arrastrada por la marea embravecida de mis celos.

 

—Espera un momento. Yori… teléfono —grité.

—¿Quién es? —preguntó desde el barandal de las escaleras.

—Rose —dije intentando que mi tono no sonora molesto.

 

Una parte de mí deseaba escuchar una explicación, pero Yori no dijo nada. Ese fue el principio de una serie de complicaciones que nublarían mi nube de felicidad.

 

—Estaré en mi habitación —susurré al ver que todos se preparaban para cenar.




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