En mis sueños

El pais de las maravillas

Taylor Valentine

Era la fiesta de la familia Vanderch, la familia más poderosa de todo el país, su hijo, Alejandro Vanderch, cumplía los dieciocho años, el primogénito de la familia se presentaría como un adulto a la sociedad.

Los Vanderch habían invitado a todas las familias nobles de la ciudad, los Van Garden, los Blantorche, los Chevalier, los Xcalort, los Lawnest y a los Valentine, mi familia.

Mi mamá estaba encantada, según recuerdo, me contó acerca de que éramos amigos de años con los Vanderch, gracias a ello, fuimos los primeros en recibir la invitación.

Mi padre no tenía problemas, conocer a nueva gente y saludar a viejos amigos, era algo que disfrutaba en su plenitud. Aun así, yo seguía teniendo dudas, ¿quién era el hijo mayor de los Vanderch? ¿Quiénes eran los Vanderch y porque no los podía recordar?

Por más que buscaba en mi mente algún recuerdo con ellos, simplemente no lograba encontrar alguno, como si nunca los hubiese conocido o como si mis recuerdos hubiesen sido borrados. Aquel primogénito era otro misterio por donde fuera visto, según los rumores era alguien albino, de ojos rojos y siempre vestía de blanco, como si de una boda se tratase.

Llegamos al lugar, era hermoso todo, una fiesta en el campo, que estaba adornado por arbustos en forma de conejos, lazos y listones dorados encima, las mesas con unos centros de mesa que a cualquiera daría ganas de pelear por llevárselos.

En la entrada nos recibieron el señor Rogelio Vanderch y Mirabel Vanderch, dos señores sonrientes y cálidos que nos recibieron con una bienvenida acogedora y gentil, saludándose con un fuerte apretón los caballeros, y un beso en la mejilla las damas.

Llamaron a uno de sus mayordomos de bigote blanco y pelos hacia atrás aplastados con gel. Amablemente nos llevó hasta la mesa veintisiete, que estaba a lado de una fuente con dos angelitos que escupían el agua por sus bocas.

La fiesta inició poco después de que nos acomodaran en la mesa, hicieron un brindis en honor al primogénito, que en eso momento las puertas de la mansión y de allí salió el, Alejandro Vanderch.

Por fin mostraba su cara, realmente era un momento especial para todos los invitados, y era tal como lo decían, un chico albino de pelo como la nieve y ojos rojos, asemejándose de cierta manera a un conejo, sin embargo, tenía algo que no podía saber que era, algo que simplemente me hacía querer saber más de él, tenía la noción de que lo conocía desde hace bastante tiempo, a pesar de que apenas lo había visto, o al menos eso recordaba mi mente.

Intenté conversar con el varias veces, pero siempre estaba rodeado de gente que estaba interesada en conocer al chico. Luego de un rato inicio el vals en la noche, nunca me ha llamado la atención este tipo de eventos, así que me escabullí y fui hasta la parte más lejana del jardín, cerca de un árbol me senté.

Allí admire la luz de la luna blanca, el aire fresco me tranquilizaba y la frescura del árbol era relajante, entre mi tranquilidad, un crujido de ramas me hizo salir de aquel momento, a lo lejos pude ver a Charles Vanderch cerca de un árbol, pareciera como si quisiera irse de la fiesta.

Lo seguí, no era una espía ni mucho menos una loca perseguidora, simplemente la curiosidad era grande y no me quedaría expectante a que sucediera.

Después de estar un rato mirando lo que hacía durante varios metros, viendo la fiesta cada vez más lejos, hasta que se detuvo en un árbol hueco con un agujero grande en el centro, y sin dudarlo dos veces se aventó dentro de él.

—¡Charles! —exclamé, viendo con terror la escena que acababa de presenciar.

Realmente ese chico se había tirado al agujero de ese árbol de mala apariencia. Con miedo y curiosidad me acerqué a aquel hueco, me asomé y para mi sorpresa no vi a ningún chico. Me asomé más para ver si lograba encontrarlo, pero mi mala suerte jugó en mi contra, resbalándome y cayendo en aquel árbol hueco, que para mi sorpresa no era un árbol común sino algo más especial.

Narrador

Aquel mundo que Taylor veía ante sus ojos no era normal, era mágico, maravilloso y raro a su vez. Podía ver arboles deformes con sonrisas de personas avanzadas de edad que le invitaban a entrar al bosque.

Un camino decorado de una pintura dorada más brillante que el sol mismo, animales que eran algo imposible para la imaginación humana como un pájaro con cabeza de escuadra y patas de lápices, aquello no era algo que le diera miedo a Taylor, más bien era algo por lo que sentía curiosidad, pero aquello por lo que tenía más curiosidad era por aquel chico albino.

A lo lejos en el mismo camino dorado, Taylor vio a Alejandro, el mismísimo hijo mayor de los Vanderch se encontraba allí, palmando los árboles con sus manos.

Taylor se apuró a alcanzarlo, si bien sentía curiosidad por el lugar, sentía más curiosidad por ver a aquel chico que tanta intriga y duda le causaba en su mente.

Empezó a correr llamando su nombre, pero el chico tan pronto como la vio, emprendió la huida por el camino dorado, aquel chico misterioso corrió y corrió, tanto que la pobre chica quedo fatigada sin poder seguirle el paso, perdiéndolo de vista, ante aquello solo pudo acostarse en el pasto, cerca de un árbol con una cara muy vieja, como si de un señor de ochenta años se tratase, así, aquel árbol movió sus ramas, acobijando a la chica que se quedó dormida profundamente entre las ramas de aquel árbol y el sonido de los pájaros del lugar.



#1101 en Fantasía
#513 en Thriller
#181 en Suspenso

En el texto hay: romance, misterio amor, aventura magia

Editado: 29.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.