En Nombre del Amor

Prólogo

Aquella tuvo que haber sido la noche más sombría que Londres hubiese tenido.

La oscuridad cubría todo el lugar, y los relámpagos iluminaban el cielo nocturno por un corto período de tiempo antes de desaparecer dejando el cielo nuevamente en total oscuridad.  En las calles no había ni un solo ser humano, a pesar de que no había caído ni una gota de lluvia. En el rostro del demonio apareció una sonrisa amarga. Los humanos no eran tan estúpidos como parecían ser. Hasta ellos sabían que algo no andaba bien.

Dirigió su vista hacia Angeliel, el pobre estaba exhausto, su ropa rasgada y su respiración acelerada. Él le devolvió la mirada, y al ver la preocupación que mostraba el demonio, forzó una sonrisa con la intención de calmarlo. Sin embargo, aquello lo único que provocó fue que el otro se preocupara aún más de lo que ya estaba. El ángel nunca le había sonreído de esa manera.

Los focos que estaban colocados a los lados de la calle, solo emitían una tenue luz, y se apagaban conforme caían los rayos y luego volvían a encenderse después de unos segundos, dándole al ambiente un toque más escalofriante de lo que ya era. 

El sonido que provocaban sus pisadas al correr emitía un eco que resonaba por toda la calle, lo cual hizo que el demonio se preocupara aún más.  ¿Qué pasaría si lo que los buscan pudieran encontrarlos solo por el ruino que hacían?

-Damon, no creo que pueda continuar.- Angeliel, con sus piernas temblando por todo el esfuerzo que estaba haciendo, intentó detenerse.

-Solo un poco más.- Damon le agarró del brazo y lo jaló para que continuara corriendo. –Solo un poco...-

Agudizó su oído, a lo lejos pudo escuchar las órdenes gritadas, tratando de opacar el fuerte sonido que producía el trueno al caer. Y a pesar de que no podía verlos, supo que los estaban rodeando.

No pasó mucho cuando Angeliel colapsó, cayendo de rodillas, y si no hubiese sido porque se cubrió el abdomen con su mano libre, Damon no se hubiese percatado de que estaba herido.

-Angeliel, ¿Cuándo...?- La interrogación no se terminó de formular, y se perdió en el aire en un respiro agitado del demonio. Se agachó junto a él y con cuidado apartó la mano de Angeliel; el corazón del demonio se detuvo al ver la herida, la cual era profunda y no daba indicios de que iba a dejar de sangrar pronto.  Reemplazó la mano faltante de Angeliel con la suya, ejerciendo presión en un intento de detener la hemorragia, a lo que el ángel soltó un quejido tras aquella acción que le causó una punzada de dolor.
 

Otro rayo atravesó el cielo, el estruendo del trueno llegó inmediatamente después, acompañado por los gritos de guerra. El cielo se dividió en dos y el diluvio comenzó a caer.
 

Apartó la mirada de la herida de Angeliel, y miró a su alrededor, fue entonces cuando notó su presencia. A kilómetros de ellos, refugiado en la oscuridad, se encontraba un hombre de cabello plateado, mirándolos con sus ojos inexpresivos, completamente inhumanos. Más de ellos comenzaron a salir detrás de su líder, y sus esperanzas cayeron al instante. Eran demasiados y los habían rodeado.
 

A pesar de lo mucho que lo habían intentado, de todas las lágrimas derramadas, de los risas contagiosas, de los besos compartidos, todo lo que ambos habían sacrificado iba a ser en vano. 
 

Miró a Angeliel, quien ahora estaba alarmantemente pálido, y le miraba con la misma expresión que el demonio tenía.  Sin decir una sola palabra, con tan solo mirarse, ambos tuvieron un pensamiento que les llegó a la mente, como una daga mortal matando toda esperanza que alguno de los dos alguna vez poseyeron en sus corazones...

No lo iban a lograr.



#19325 en Fantasía
#40555 en Novela romántica

En el texto hay: angeles, demonios, romancegay

Editado: 27.09.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.