Damon solo pudo observar paralizado, como Drake miraba atónito al ángel, el cual, gracias al escándalo que ambos habían hecho, se había despertado confuso y desorientado. Olvidando por unos segundos donde se encontraba.
Luego volvió en sí, y al ver el desconocido, un miedo se formó en el centro de su pecho, pensando que Drake le había traicionado. La reacción del demonio le probó lo contrario.
-¡¿Qué diablos crees qué haces aquí?!- Exclamó tomando a Drake del brazo con intención de sacarle de su habitación.
Drake parecía aún más asustado por las consecuencias, que él, y por un momento se sintió horrible de haberle gritado de aquella manera, sin embargo, él mismo se lo había buscado. Entrando sin permiso a una habitación ajena. El enojo del demonio aumentaba de solo pensarlo.
-Yo solo... yo...- Drake parecía incapaz de formular una oración coherente. -Solo...-
Angeliel no soportó lo asustado y confuso que el otro demonio se veía. Así que se levantó de la cama, y se dirigió hasta ellos, en un intento de calmar la situación.
-Damon, él no tenía mala intención. Solo quería despertarte...- Explicó el ángel.
Damon apretó los dientes. No importaba cual fuera la intención de Drake, el resultado era el mismo. Había visto al ángel. Lo cual requería un riesgo tanto para Angeliel como para él. Cuando Damon estaba pensando en una solución para todo ese lío, Drake dijo algo que dejó a Damon sin palabras.
-No pienso decir nada...- Dijo Drake, esta vez con más claridad. -No tienen que preocuparse.-
Damon estaba aliviado, pero por otro lado, no sabía qué demonios le estaba pasando por la cabeza a Drake. Después de todo se había encontrado a Angeliel en su cama.
Algo avergonzado por la idea de que el demonio saltara a conclusiones extremas, los presentó...
-Drake este es Angeliel, está teniendo algunos problemas y ayer le dejé pasar la noche aquí.- Explicó el demonio, esperando de esa manera eliminar cualquier rastro de aquel pensamiento que su amigo pudo hacer tenido.
Drake se quedó observando al ángel, quien al sentir la calculadora mirada del desconocido, comenzó a ponerse nervioso.
-Tú eres el ángel del que todo el mundo está hablando, ¿verdad?- Preguntó Drake. -Ese que atacó a una mujer humana.-
Angeliel se encogió sobre sí mismo, probablemente a causa de la culpa que le azotó de pronto. Damon frunció el ceño, disgustado por la falta de tacto del otro.
-¿Todo el mundo está hablando de mí?- Preguntó el ángel temeroso. El demonio le respondió con un simple movimiento de cabeza. -Eso quiere decir que los ángeles también saben lo que ocurrió. Me castigaran...- Susurró lo último más para sí mismo. -Cortaran mis alas...-
-Tu no devoraste ninguna alma humana.- Le interrumpió Damon sin dejar que el otro continuase. -Tal vez te castiguen por ocasionarle daño a un ser humano. Sin embargo, no pueden condenarte por algo que no hiciste.- Aseguró. Angeliel asintió, no muy convencido, pero queriendo creer que lo que dijo era cierto.
Damon no supo cuán equivocado se encontraba.
• • •
Mientras tanto, en el reino del cielo, los líderes, los guardianes de la humanidad, estaban reunidos, discutiendo el tema que tanto se hablaban entre los demonios.
-¿Qué haremos con él?- Inquirió uno, mientras calculaba la situación serenamente. -Era de nuestros ángeles más fieles.-
Todos los ángeles poseían rasgos similares. Cabellos blancos y ojos azules como el mismo cielo. Sin embargo, estos ojos, a diferencia de los de Angeliel, carecían de algo muy valioso. De vida... de humanidad...
Eran máquinas hechas solo con un propósito, el de recibir órdenes del Señor. Un ángel que desarrollará sentimientos, era un ángel que no servía de nada.
Y fue así como los demonios nacieron. A causa de estos sentimientos.
-Es muy obvio, que Angeliel no pudo ser capaz de soportar tal castigo, y se ha corrompido. Ya no es el mismo ángel que nosotros conocíamos.- Explicó otro, frunciendo el ceño. No había nada que más odiara que atender asuntos de ángeles castigados.
Todos los presentes se sumieron en un silencio. Reconociendo que tenía razón en la única forma que conocían. No negándolo.
-Fuentes externas confirmaron verle en contacto con un demonio. Varias veces. Como si fueran... amigos.- La palabra "amigos" fue pronunciada como si se tratara de un idioma desconocido. Una palabra extranjera, cuyo significado era insólito, o absurdo.
-A pesar de todo...- Rompió el silencio otro. -No ha roto su pacto. No ha devorado ni una sola alma humana.- Explicó, los demás le observaron con miradas monótonas, como si lo que estuviera diciendo careciera de sentido alguno. -Digo, creo que deberíamos infligirle otro castigo, por el ataque a una mujer humana. Pero sin devorar un alma humana, no puede transformarse en demonio, lo cual no nos da derecho de otorgarle el castigo mayor.-
-En efecto...- Dio la razón otro ángel. Uno que hasta hace unos momentos se había encontrado en silencio en toda la reunión.
Era uno de los ángeles más antiguos jamás creados, y por ende, uno de los más respetados y temidos de todo el lugar. El ángel Sebastián.
-No se está convirtiendo en un demonio. Se está transformando en algo mucho peor. En algo que si se desata, podría ser la causa de la extinción de la raza humana, y de cualquier otro ser vivo que habite en la Tierra.- Cada palabra era como cuchillas afiladas soltadas con el único propósito de herir. El que había hablado anteriormente, se encogió, arrepintiéndose de haber abierto la boca. -Se está transformando en un ángel caído.- Aquellas palabras parecieron tener un efecto en toda la habitación.
Los ángeles presentes ahogaron una exclamación.
Los ángeles caídos eran antes conocidos por su locura, y por su falta de autocontrol. Si lo que estaba diciendo Sebastián era cierto, estaban en un grave peligro. Una vez el propio Angeliel descubriera de lo que podía ser capaz iba a ser imposible para ellos detenerle.