Después de estar unos largos quince minutos descargando su pánico en Drake, Damon decidió salir en busca del ángel. El primer lugar que en el cual se le ocurrió en buscar fue en el granero, pensó que el ángel podría estar buscando un poco de silencio y soledad.
Sin embargo, se detuvo a mitad de camino. Eso sería algo que él haría. En cambio, Angeliel amaba estar rodeado de humanos, a cualquier ángel le gustaba estar con humanos, siempre y cuando fuera un ángel realmente bueno... Por lo que la segunda opción de Damon fue el mismo parque en donde se habían encontrado.
Cuando llegó, el demonio fue, lógicamente, capaz de encontrarle muy fácilmente, era el único ser alado en todo el lugar. Sin embargo, cuando comenzó a dirigirse hacia él, se percató de que el ángel no se encontraba solo y extrañado observó como un bebé humano le abrazaba mientras reía sonoramente.
– ¡Damon! – Exclamó Angeliel al verle, dedicándole una de sus sonrisas. –Buenos días. –
–No ha sido tan bueno desde que alguien decidió matarme de una crisis de ataque al largarse sin avisar primero. – El ángel se sonrojó.
– ¿Lo siento? – Se disculpó riendo nerviosamente, acción que provocó que el enojo del demonio se disipara y por ende, forzándole a sonreír también.
– ¿Quién es él? – Preguntó la niña observando al demonio detenidamente.
–Rose, este es Damon. Damon, esta es Rose. –
El demonio observó con asco a la pequeña mocosa que se sujetaba del ángel como un parásito. Su mueca tuvo que haberse profundizado cuando sus ojos se encontraron con los de la niña, quien le miraba con los ojos inundados de asombro.
– ¡El señor da mucho miedo! – Exclamó Rose, quien a pesar de lo que había dicho, no parecía para nada asustada. – ¡Es oscura! – Damon le miró con una ceja enarcada, el asco nunca dejando su expresión.
– ¿Qué? – La brusquedad con la que formuló la pregunta, provocó que Angeliel le golpeara en el brazo para que se comportara.
–Tú aura... ¡es oscura! – Los ojos de Rose brillaban, como si hubiese descubierto a un unicornio en vez de a un vil demonio.
Damon confundido volteó hacia el ángel, el cual le hizo un gesto, aleteado las alas levemente, dejándole saber, que la niña era capaz de verlas. El demonio abrió los ojos impresionado y sonrió dejando a la vista sus largos colmillos. Rose ni se inmuto, cosa que descolocó al demonio. Generalmente bastaba eso para que los humanos le miraran con temor.
–Así que puedes ver ángeles y demonios...– Murmuró sonriendo. –Y dime, pequeña, ¿no te asustan los monstruos? – Justo cuando terminó de hablar, Angeliel le dio un codazo en el costado.
–Damon, no la molestes. – Le regañó el ángel frunciendo el ceño, a lo que el demonio resopló apartando la mirada. Angeliel se aproximó a él, acercando su rostro a su oído y susurrando, añadió. –Es huérfana, creo que la maltratan...–
Damon frunció el ceño confundido. ¿Qué tenía que ver eso con él? No le importaba en absoluto lo que le sucediera a un extraño bebé humano. Aquellas criaturas eran demasiado inocentes y se encontraban bajo la protección de Dios, hasta que tuvieran aquella malicia que tanto caracterizaba a la raza humana. Los demonios no podían manipular, ni corromper el alma de dichas criaturas, por lo que ellos, los encontraban sumamente repulsivos.
Sin embargo, un ángel...
Damon abrió los ojos sorprendido.
–No estarás pensando en...– Angeliel sonrió inocentemente, sabiendo que el demonio había comprendido lo que había intentando decir.
Miró nuevamente a la niña, quien abrazaba la pierna del ángel mirándole con grandes ojos brillantes.
"Por favor, no..."
– ¿Cuidar de ella hasta conseguirle un buen hogar? – La sonrisa del ángel se amplió. –No, para nada...–
El demonio arqueó las cejas, asombrado.
–Con que sarcasmo, eh. – Mencionó Damon sonriendo de lado. –No tenía idea de que los ángeles podían utilizarlo. –
Angeliel rió sonoramente y como siempre que eso sucedía, Damon sintió que el oxígeno escapaba de su cuerpo, robándole el aliento cuando la escuchó. Sintiéndose agitado y acalorado se dispuso a encontrar una distracción para dejar de fijarse en el ángel, que lo único que causaba era que el ritmo de su corazón se acelerara sin ninguna razón aparente.
"¿Qué diablos me sucede?" Pensó sonrojado, mirando de soslayo al ángel, quien le miraba sin tener el conocimiento de lo que su presencia causaba en él.
Damon estaba tan azorado por el conjunto de sentimientos encontrados que estaba sintiendo en ese instante que no notó la cercanía de alguien, quien le haló de la camisa para llamar su atención. Sobresaltado, miró hacia abajo, encontrándose con la mocosa le observaba intrigada.
–Señor monstruo, ¿está enamorado del señor ángel? – Preguntó Rose inocentemente. – ¿Es él tu princesa? –
Tanto el demonio como el ángel, dejaron escapar una exclamación que expresaba perfectamente lo sorprendidos y avergonzados que se encontraban.
"Por esto, odio a los humanos..." Pensó Damon, sintiendo como el sonrojo que tanto había luchado por controlar regresaba con todo su poder. Volteó a ver al ángel y su sonrojo se profundizó y su corazón comenzó a palpitar desesperado al ver el estado en el cual se encontraba.
Angeliel estaba, al igual que él, completamente ruborizado, sus ojos brillantes por la vergüenza evitaban mirarle directamente a los ojos. Sintió el impulso de rodearle en sus brazos y no soltarle jamás, la urgencia de protegerlo, y el deseo de besarle y atesorarle, sin embargo, se contuvo.
El silencio que se formó, fue tan intenso, que el demonio temía que el ángel pudiera escuchar las fuertes palpitaciones de su corazón, desconociendo que el ángel estaba pensando exactamente lo mismo.
La pequeña los contempló confundida. La verdad era que los adultos eran muy extraños. ¿Por qué no solo decían lo que sentían? De esa manera, no hacían las cosas más complicadas de lo que ya eran. Sin embargo, era muy gracioso ver a un par de adultos actuar de aquella forma tan tímida, hacía que parecieran críos, por lo que carcajeó rompiendo el silencio formando, tanto, que pequeñas lágrimas se formaron en sus ojos.