Liam llegaba a su casa arrastrando los pies, se sentía desanimado por lo que había sucedido esa tarde. Él creyó que tal vez habría una oportunidad para él de poder conquistar a la mujer de su vida, pero, claramente, todo fue un engaño que su propia mente y corazón le hicieron.
Su cabeza estaba inclinada, no tenía ánimos de hacer nada. Incluso, pasó de largo antes de siquiera saludar a su hermana, quien se encontraba viendo una serie. Liam nunca pasaba de largo sin saludarla, de la misma manera en la que ella no lo hacía cuando era la última en llegar a casa.
Luna lo notó, ella notó cómo el ambiente se tornaba demasiado pesado. Ella, por un instante, supuso que su hermano solo tuvo un mal día, pero si consideraba el hecho de que Maven lo había golpeado la última vez, su corazón se detuvo a causa del miedo de que algo más le hubiera llegado a suceder.
Sin dudarlo ni un poco, corrió a la dirección de la habitación de su hermano, deseaba verlo, poder asegurarse de que se encontraba bien y de esa manera regresar a ver aquello que había dejado en parada.
—Hermano —dijo ella en un susurro.
Sus miradas se encontraron, mientras una mueca se hacía presente en el rostro del chico.
—¿Estás bien? ¿Te duele algo? —indagó Luna dando un par de pasos en su dirección.
La mirada de Liam era suficiente para aclarar que el dolor que sentía en ese momento no estaba en su cuerpo, sino que era un dolor mucho más grande que este. Su corazón.
Luna creyó que, simplemente se trataría de una afición por parte de su amado hermano, pero ahora podía ver que, sus sentimientos se habían fortalecido mucho más de lo que imaginó.
—Ellos… están… —Liam en ese instante no era capaz de formular la frase.
Sus ojos se veían cristalinos, llenos de dolor. Si bien Luna acostumbraba a decir que su hermano era un bebito llorón, ese no era el momento adecuado para molestarlo.
Le daría su tiempo para que se tranquilizara.
—Ven, tomemos un cafecito, para que te animes.
—Que sea uno bien oscuro —dijo en medio de un suspiro.
No tenía ánimos para regresar a la sala por sí mismo, por lo que Luna lo empujó por la espalda. Él, arrastraba sus pies de la misma manera en la que había entrado.
—¿Puedes decirme ahora a qué se debe tu mal de amores? —las palabras de Luna eran demasiado suaves.
Ella deseaba saber la novedad que la vida de Liam le traería, tal vez, algún detalle de esa historia le ayudara a terminar aquel borrador que debía entregar en menos de dos semanas.
Seguido de un par de segundos de silencio, Liam comentó lo sucedido ese día, así como la manera en la que Maven llegó con ese ramo de calas blancas, aquellas que simbolizaban pureza e inocencia.
Todo lo que tenía que ver con Maven, le resultaba extrañamente perturbador a la joven Luna. Ella había notado cómo a él le gustaba dar cosas con un significado oscuro. ¿Qué podrían simbolizar aquellas calas? Había algo que simplemente no le terminaba de agradar.
Si él se enteró del significado del diamante Hope, ¿Por qué razón lo seguía usando verónica? ¿Por qué no le había dado otro si no conocía su significado desde el comienzo?
Luna sacó su celular, debía saber en qué ocasiones se regalaban las calas, de manera que sus dudas se despejaran un poco.
—Se utilizan en los ramos de novia, significan: pureza e inocencia —un suspiro salió de entre sus labios. —¿No dijiste que ellos se mudarían juntos?
Liam asintió sin ver a su hermana a los ojos.
Él sabía que no debía, pero, solo por una vez, una última vez que pudiera confirmar con sus ojos que ellos iban a estar juntos, solo así podría alejarse de ella con seguridad. Se levantó de repente y dejó la casa.
Luna lo observó confundida hasta que él desapareció de su campo de visión. ¿Por qué salió de esa manera sin siquiera despedirse? ¿Iba a cometer una locura?
• • •
Liam llegó hasta el punto en el que escuchó que ellos estarían, tal vez, ser un poco chismoso, le fue de ayuda en esa ocasión. Las luces estaban encendidas, pero el auto de Maven no se veía por ningún lugar.
Fue ahí dónde los gritos de Verónica le advertían de que algo estaba mal.
Extrañamente, para Liam, entrar a aquella casa había sido bastante sencillo. Sus pasos se movían a gran velocidad mientras cuidaba de seguir el sonido de los gritos aterrorizados de Verónica.
Un extraño aroma invadió sus fosas nasales, entre tanto se acercaba a la habitación en que la chica estaba.
—¡Verónica! —gritaba para asegurarse de que ella estaba dónde él creía.
—¡¿Liam?! —exclamó la chica dudosa desde el otro lado de la puerta. —¿Qué haces aquí? ¡Sácame de aquí! —gritaba en medio de su desespero.
Ella no podía pensar con claridad, su garganta dolía y cada vez le costaba más trabajo respirar. Estaba apoyada contra la puerta, la golpeaba sin nada de fuerza, cada vez se sentía más debilitada.
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Editado: 03.07.2023