En nombre del silencio

Capitulo 1

No sé si habéis sentido alguna vez como se genera un torbellino en medio de vuestro estómago. No, no quiero referirme a aquellas mariposas de las que mucha gente habla, hablo de un torbellino, en pleno nacimiento aniquilando tu vientre de manera plañidera. En mitad del esófago sientes un pedrusco que te desgarra la garganta, y es ahí cuando no puedes evitar dejar soltar un manantial de lágrimas. Aún recuerdo la última vez que me paso aquello, mis manos estaban totalmente pálidas y arrugadas, mis pensamientos perdidos en algún lugar de mi mente, mi cuerpo entregándose al cielo en mitad de la playa, y mi subconsciente susurrando que me dejase llevar. ¿Que importaba ya? Todo se había echado a perder, estaba completamente sola, y daba igual si me quedaba flotando hasta llegar a las profundidades del océano. No supe cuánto tiempo había pasado, tal vez estuve ahí por horas o tan solo minutos, solo sé que yo presentí que en ese instante el tiempo ya no significaba nada, se había detenido y quería que permaneciese así. Sin que las agujas del reloj marcasen mi existencia o simplemente que dictasen mi sentencia.

 

Todo empezó un miércoles, para mi llamados los tenebrosos miércoles. Era tan inocente que detestaba aquel día de la semana por el montón de tareas que debía hacer. Todas mis actividades extra-escolares coincidían el mismo día, llegaba agotada a casa, y lo primero que hacía era tirarme a la cama enredándome en un sueño profundo. Pero definitivamente, los miércoles para mi estaban malditos. Mi teoría se confirmo aquella vez…

 

Nada más salir del instituto, me encaminé a paso rápido hacia la cafetería, esquivando a los niños que acaban de salir del comedor y saltándome semáforos en rojo, rezando porque ningún coche me alcanzase. Por suerte llegue sana y salva al local, donde Silvia se encontraba limpiando una de las mesas y tatareando una canción cualquiera que no supe reconocer. Todo se encontraba en orden, o esa sensación me daba, los clientes degustaban con una sonrisa en el rostro las especialidades que servíamos. Toda la bollería que se encontraba en el lugar estaba hecha a mano, nada de productos industriales, Silvia y Adrik, su hijo, despertaban a altas horas de la madrugada para poder elaborar semejantes dulcerías. La especialidad de Adrik (además de ilusionarme) era la repostería. Sus pasteles parecían bajados del mismísimo cielo y una vez que los probabas, arriesgabas tus problemas de salud por comerte mil más. En cambio, Silvia se encargaba de preparar panes, batidos, helados y un montón de cosas además de echarle de vez en cuando una mano a su hijo. Ambos hacían un buen equipo, mientras tanto yo y Viktor ejercíamos de camareros. Viktor en realidad no trabajaba con nosotros, bueno, era algo extraño, se quedaban con nosotros ayudándonos en la cafetería pero se negaba a recibir una paga. Era un hombre de unos cuantos años, se había pasado la vida trabajando en una compañía telefónica y nada más agarrar la jubilación, no encontró nada mejor que hacer que ayudar en una cafetería cualquiera. Pero lo cierto es que estábamos muy agradecidos, entre que yo era un desastre recogiendo pedidos y que no estaba muy espabilada, él servía de mucha ayuda.

 

-¡Buenas tardes Silvia!- Exclamé con algo de ilusión a pesar del cansancio que llevaba y reflejaba en mis ojos. No recibí respuesta por su parte, pero si por parte de Adrik. Su gruesa voz hizo que voltease directamente donde él se situaba. Sus ojos estaban rodeados de unas ojeras de gran espesor, y su pelo bruno estaba graso, cosa que intentaba ocultar con una cinta de pelo gruesa azul. Tenía un rostro fatigante, cualquiera que pasase a su lado juraría que el chico llevaba días sin dormir.

 

-Deberías cogerte un par de días libres Adrik, no tienes muy buen aspecto.- Aconsejé mientras me dirigía a la zona de empleados. No esperé a su contestación, pues me imaginaba ya cual iba a ser su respuesta. Ciertamente todos empezábamos a rogar que llegasen ya las vacaciones de verano, el solecito, la playa, tiempo libre para disfrutar aunque fuese un poco de nuestras miseras vidas... pero esa vez, nadie nos avisó que iba a ser el peor verano de nuestra existencia, que la palabra descansar sería tan solo eso, una palabra, porque lo único que nos esperaba aquel verano, era rodearnos de tristeza, melancolía y ganas de desaparecer.

 

-¿Alguien sabe algo de Viktor?- Preguntó Silvia a lo lejos. Era extraña la tardanza de Viktor, él era el más puntual de todos nosotros, capaz era de llegar diez minutos antes de abrir el local, la puntualidad era algo que, simplemente, llevaba en las venas. Todos negaron ante su pregunta. De un momento a otro se respiraba un ambiente de preocupación entre todos nosotros. Fue ahí cuando mi instinto comenzó a avisar de que algo malo iba a pasar. Ignoré mis acorazonadas, pues más de una vez resultaban ser falsas alarmas, pero aquella vez... el sentimiento se hacía cada vez más y más grande, sentía como mis brazos se debilitaban y como aquel vacio atosigador mascullaba mis tripas.

 

-¿Habéis llamado a su mujer?

-Su mujer me dijo que salió de casa hace tres horas. Llamaré a la policía.

-Eh, eh, no os apresuréis, tal vez tuvo que hacer un recado o se ha distraído en alguna otra cosa. O que se haya cansado ya de acompañarnos, no sé, pensarlo, a su edad a mí me gustaría disfrutar de los pocos años de vida que me quedan.

-¡Alena!

-¡¿Qué?! Oh venga, ya tiene una edad, la esperanza de vida de Estados Unidos  es de tan solo 78 años y ya tiene 68. - No solía cerrar el pico, todo lo que se me pasaba por la mente mis labios lo articulaban sin si quiera pensarlo dos veces. Esto me había ocasionado más de una vez problemas, y en ese entonces, procuré controlarme más, pero ya veis que mis esfuerzos no dieron sus frutos.

-Llamaré de nuevo a su mujer. Si en media hora no sabemos nada de él llamaré a la policía.- Dijo convencida Silvia después de dedicarme una mueca de desprecio.



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En el texto hay: asesinato, romance, muerte

Editado: 09.06.2019

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