— ¡Hailey! —Exclama Keily, cuando me ve del otro lado de la pantalla. Yo solo le sonrió, ya que sé que empezará a reclamarme como si fuera mi madre. —Estúpida, me da mucho gusto verte. Pero si pudiera te golpearía, en este momento lo haría.
— ¿Y por qué?— le pregunto, riéndome porque sé porque lo dice.
—Y tienes el descaro de preguntarme por qué...—hace una pausa para observarme a través de la pantalla—. ¡No te rías! Eso hace que me den más ganas de golpearte. ¿Cómo es que han pasado tres días, tres, y no había sabido nada ti?
La veo poner su mejor cara de enojó, y eso me hace sentir un poquito mal, porque tiene razón. Le prometí llamarla una vez mi avión aterrizara,, pero no lo hice, y ya han pasado tres días.
—Lo siento...
—Con un "lo siento" no harás que se me quite el enojo. Sabes lo preocupada que estuve. No, no te imaginas y además mis llamadas y mensajes al parecer no entraban, me mandaban al buzón —. La veo moverse de un lugar para otro y sonrió, porque sé que a pesar de todo, tengo a alguien en este mundo como ella, que se preocupa por mí—. Me imaginé lo peor, pensé que te habían secuestrado o algo parecido, como en la película de Liam Neeson, donde secuestran a su hija y a la mejor amiga, ya me estaba poniendo histérica, con la idea de que te estaban vendiendo al mejor postor...
Y sigue hablando. Su voz se escucha rara, porque habla con la boca llena de lo que sea que se encuentre comiendo.
Ella siempre con sus ocurrencias, que siempre terminan en exageración.
Suelto una carcajada, y termino de cerrar la puerta del apartamento.
—Mi celular no quería funcionar, hasta hoy Keily.
—Pero podías llamarme por un teléfono de esos fijos, y es muy probable que tú apartamento tenga uno...
—Si, pero...
—No hay peros, me siento herida. Si no me llamaste y hay un teléfono fijo, es porque no te importa lo preocupada que yo esté—se queja.
La veo poner su celular en algún lugar, que me permite ver cómo me amenaza con la cuchara de su tazón verde y también sus enormes ojeras, con su cabello negro apuntando en todas direcciones. Porque a pesar que aquí son las nueve de la mañana, en Londres son las ocho, no es mucho, pero es una hora de diferencia, y mi amiga no es de las que levantan temprano.
Me controlo para no reír y que de verdad, trate de pasar a través de la pantalla a golpearme.
—Kei, sabes que si me importas—. Ella murmura algo que no logro enternder y yo prosigo—. Pero también sabes que soy pésima para aprender los números de teléfonos, ni siquiera el mío me se bien.
Eso la hace reír y yo la acompaño. Me muevo con el teléfono en la mano extendida para que apunte a mi rostro, para así seguir con la vídeo llamada por el vestíbulo hasta el ascensor.
—Bueno... te lo perdonaré por eso.
—Gracias.
—Pero recuerda, ¿Para que te regale la agenda, para navidad?
—Para agregar todos los teléfonos, de personas importantes...
—Exacto, quiero que desde hoy la utilices.
—Esta bien lo haré, mamá— y con eso le regaló una sonrisa de boca cerrada.
— ¿Estás bien?—veo cómo sus ojos escanean mi rostro con esa pregunta.
¿Estoy bien?
Una pregunta que no puedo responder con sinceridad, para no mortificar a unas de las pocas personas que se preocupan por mí.
Y además que si respondo con la verdad, terminará con una gran reprimenda, hacía que ya debería haber contactado a las dos únicas personas que conozco acá, y lo sé. Pero no he querido siquiera que ellos se enteren de que estoy aquí y por ese mismo motivo, para darme más tiempo a mí, llegue días antes a este lugar.
Asiento en respuesta mientras presiono el botón para que las puertas del ascensor se habrán.
— ¿Tú lo estás? —desvió su atención de mi, al preguntar eso.
—Estar embarazada es de lo peor, en estos últimos días he estado más con la cara en el retrete que en otro lugar.
Hago una mueca de asco.
—Con razón tienes tantas ojeras—me burló.
Entro al ascensor y cierro las puertas, pero antes de que cierren completamente, veo a alguien, ya conocido, salir del apartamento que queda enfrente del mío.
No sabía que mi apartamento y el de él quedaban uno frente al otro, además como lo iba a saber si no salí en estos días.
Y apenas hoy lo estoy haciendo, porque es mi primer día en él trabajo.
—Hailey... ¿Porque tú collar está brillando?
— ¿Qué?— instintivamente coloco mi mano que no está ocupada agarrando el celular, en mi cuello. Y compruebo lo que mi mejor amiga me dice—. Es cierto... que extraño.
—Bastante Extraño...
—Recuerdo que una vez brillo cuando estuve en un parque de niños, se lo mostré a mi mamá y dijo que era normal, porque la luz del sol lo reflejaba.
—¿Crees que la luz del ascensor se esté reflejando en el?
—No sé, es extraño, porque no es la primera vez que lo veo brillar en estos últimos días...—miro confundía la piedra color Ámbar y la luz que emite y luego deja de emitir—¡Mira! Ya dejó de...—miro nuevamente a mi amiga—. ¿Estás bien?
Ella niega.
—Lo siento...—pone una mano en su boca—. Tengo que ir a ver a mi nuevo mejor amigo... el retrete.
Y con eso la veo dejar rápidamente la mesa en la que estaba sentada, y salir corriendo.
— ¡Que te mejores!—le digo aunque se que ya no me escucha.
Termino la vídeo llamada, y guardo mi celular en el bolso beige que cuelga de mi hombro.
Ciento una sensación extraña y como un acto reflejo, de cuando estoy nerviosa, tocó el collar, lo cual hace que me tranquilice. Me aseguro de que queda oculto bajo mi blusa negra antes de salir del ascensor. No quiero que vuelva a brillar y este a la vista de extraños.
Una vez afuera el portero consigue para mí un taxi y este me lleva a la agencia de la revista.
Editado: 19.07.2021