Ya han trascurrido casi tres meses desde que Misa y yo iniciamos con nuestro noviazgo, tres meses, que rápido se pasó el tiempo, aún me parece que fue ayer cuando la bese por primera vez, aquel beso nunca lo olvidaré, pues aparte de que fui su primer beso para ella, para mí fue el primer beso de amor que había dado, si de amor, y vaya que lo sentí distinto a los anteriores que había dado, y como no sería así, si esta vez estaba perdidamente enamorado de ella de Misa, de mi hermosa Misa, y no solo lo digo por su físico, sino por su interior, ella es tan dulce, tan tierna, con ella no tengo ningún problema, como con las otras, claro Misa no es ninguna coqueta, aunque nunca falta algún atrevido que intenta coquetear con ella, pero para ello estoy yo, para ponerlo en su lugar como el día de hoy, que he decidido venir a la biblioteca a buscarla y así ver si hay algún idiota que se quiera pasar por alto mis advertencias.
Tras algunos minutos de camino, llegué al fin a la biblioteca y la pude ver, sentada en una de las mesas del lugar, leyendo sus apuntes, no es por presumir, pero Misa es la chica perfecta, bella, educada, estudiosa. La observé por algunos minutos, luego de los cuales decidí caminar hacia la mesa donde estaba, al llegar tras de ella, le di un beso en la mejilla, al tiempo que colocaba una cajita de chocolates que había comprado para ella, y que por cierto eran sus preferidos.
—Estudiando para los exámenes finales— dije.
—¡Valentino! — pronuncio ella, al tiempo que agregaba — ¿qué haces aquí?
—Vine a ver a mi bella novia, además de traerles sus chocolates preferidos.
—Pues ¡gracias! — respondió ella.
—¿Te molesta mi presencia? — dije.
—No, claro que no, es solo que no te esperaba hoy— respondió ella.
—Lo sé, por ello vine, quería sorprenderte, y además aprovechar para ver con qué tipo de sujetos estudias—respondí.
—¿Qué? — dijo sorprendida Misa, por la manera tan despectiva de hablar de su novio.
—Si así les digo yo a la gente que no está a mi nivel, es que no encuentro otro termino más apropiado para referirme a la podredumbre— decía el orgulloso jovencito.
—Valentino, nunca imagine que fueras clasista— respondió Misa con nostalgia.
—No, no lo soy, pero no vas a negar que existen las clases sociales y los de clase baja son los peores por eso quería ver con qué tipo de sujetos estudias o por allí hay algún arribista becado que se esté atreviendo a molestarte, ya sabes Misa, los pobretones no conocen de respeto— decía Valentino con molestia.
—Hay Valentino, yo solo te amo a ti, eres mi novio además no pensé que fueras tan celoso— dijo Misa dulcemente en voz baja.
—Yo no soy celoso, solo cuido lo mío, pero mejor ya no sigamos con esto, ¿qué estás estudiando? — agregué para cambiar de tema.
—Estoy haciendo una tarea que me dejaron—respondió Misa.
—¿Te ayudo?, así acabas más rápido y podemos ir juntos a almorzar— dije.
—Está bien.
Tras una hora de haber estado en la biblioteca resolviendo las tareas que le dejaron a mi novia, ella y yo salimos de la misma, bajo la mirada de los envidiosos, si envidiosos, de mí y de ella. De mí, pues más de una chica que había en la biblioteca había tenido alguna aventurilla conmigo, y de ella, pues Misa desde que entro a la universidad se había convertido en una de las chicas más populares de la misma debido a su belleza, y lo mejor de todo era que ella, era mi novia, y ello me hacía estar más que orgulloso.
—¿A dónde iremos? — dijo Misa, dulcemente mientras caminaba por los pasillos de la preparatoria, tomada de mi mano, mientras que los jovencitos que estaba por el pasillo la observaban causando molestia en mí.
—A “Imperio” — respondí con cierta molestia.
—¿Sucede algo? — escuche.
—No, no hermosa, no pasa nada— pronuncie, mientras pensaba—«Misa no tiene la culpa de que estos pobretones la miren, no, no la tiene»
Al poco tiempo sentí la cabeza de Misa sobre mi hombro, y ello basto para tranquilizarme, y continuar mi camino junto a ella, hacia el lugar donde había dejado estacionado mi auto.
El trayecto en el auto fue como siempre perfecto, platicábamos de lo acontecido en nuestro día, mientras escuchábamos la música de mis bandas favoritas que ahora también eran las favoritas de Misa.
—Al fin mi suegrito acepto tu decisión— dije mientras conducía.
—Sí, aunque se quedó con las ganas de que siga sus pasos— pronunció Misa sonriendo.
—Lo imagino, él quería que estudiarías ingeniería para que ambos continuemos con el negocio de nuestros padres, pero al final tomaste tu propia decisión— dijo Valentino.
—Es que uno debe hacer lo que le guste a ti, no lo que otros quieran— respondió Misa, con aquella dulce voz que me cautivaba.
—Cierto, muy cierto amor— pronuncie, mientras detenía mi auto frente a un lujoso restaurante.