En Otra Vida

Capítulo 10: "Una inesperada decisión: Orgullo y dolor"

Ya había pasado una semana de no poder ver a Misa ni hablar con ella así sea por teléfono, y ello me llenada de rabia, ¿por qué demonios me estaba evitando?, ¿acaso es tan difícil contestar una llamada?, ¿de verdad enfermo?, era las preguntas que venían a mi mente mientras conducía uno de mis autos favoritos, mi convertible de color azul, un modelo exclusivo que mi padre había mandado crear solo para mí.

Tras varios minutos de estar conduciendo llegue a la casa de mis padres, y mi mirada llena de molestia cambió a una de intriga al ver dentro de la misma, en la zona de estacionamiento un auto que conocía.

 

 

—¿Qué hace el auto de mi suegrito en mi casa? — pronuncié, antes de estacionar mi auto, para segundos después bajar del mismo, y caminar lo más rápido que podía al interior de la casa de mis padres.

 

 

Tras varios minutos de camino llegue a la sala, y mi mirada cambió nuevamente al ver dentro de la misma a Misa, a mi Misa, pero, así como mi mirada cambió, la mirada de ella también, incluso tomo el brazo de su padre haciendo que este pose su mirada en mí, una mirada que incremento mí intriga, pues no era de molestia pero a la vez de lastima, si de lastima, y yo no comprendía hasta ese momento porqué.

 

 

—¡Hermosa¡ que gusto tenerte aquí— pronuncié no dejándome llevar por la mirada de mi suegrito, mientras me acercaba a Misa, pero tuve que detener mi andar al ver moretones y rasguños en sus brazos,, al tiempo que un pensamiento cruzo por mi cabeza—«¿Por qué no sé coloco la pomada que le di»

—Solo vine a terminar lo nuestro— dijo Misa con cierta tristeza y la mirada baja.

—¿Qué? — respondí con molestia, no dándole importancia a lo que había visto.

—Lo nuestro acabo, ya no somos novios, mi papá y tus padres ya saben todo— agrego ella, lo más firme que pudo, mientras nuestros padres solo nos observaban en silencio.

—¿Qué les dijiste a mis padres mentirosa? — pronuncié enfurecido, tratando de tomarla del brazo.

—Hijo cálmate— escuche.

—¿Cómo me pides calma mamá?, está es una mentirosa igual que las otras— dije en mi dolor, tras posar mi mirada en mi madre.

—Yo no miento, yo digo la verdad— agrego Misa sollozando.

—Eres una cualquiera de seguro armaste todo esto porque quieres algo con ese estúpido nuevo— conteste con rabia.

—No te permito que le hables así a mi hija— dijo con firmeza el padre de Misa, rompiendo así su silencio sepulcral.

—Usted no se meta, este es solo un asunto entre ella y yo— respondí, intentando tomar la mano de Misa que se colocó tras su padre mientras temblaba de miedo.

—No te vuelvas a acercar a mi hija, ella ya no es nada tuyo, nada, ¿entendiste? — dijo furioso el padre de Misa.

—Cálmate Obregón, yo hablare con mi hijo, mejor váyanse ya y gracias por no presentar cargos en contra Valentino— pronunció mi padre.

—No lo hago porque Misa me lo pidió, pero solo te pido que mantengas alejado a tu hijo de la mía—agrego el padre de Misa.

—Y así decías amarme— pronuncie con rabia mirándola a ella.

—¡Te amo! aún a pesar del daño que me has hecho y por ese amor, te pido que busques ayuda— agrego Misa.

—Yo no estoy enfermo— dije con firmeza.

—Necesitas ayuda— volvió a repetir ella.

—Lárgate, ya no somos nada ¿no?, pues entonces lárgate de la casa de mis padres, de mí casa, ya no quiero verte más, yo soy él que no quiere verte más— agregué herido en mi orgullo.

 

 

Tras mis palabras Misa rompió en llanto, pero ni ello me hizo retroceder en mis palabras, solo observe con la mirada altiva como su padre la tomo del brazo y la saco de la casa, una vez que cruzaron la puerta de salida me tome la cabeza y caí de rodillas al piso mientras empuñaba mis manos y trataba de acallar mi llanto, de repente sentí unos brazos rodear mi cuerpo, levante la mirada y pude ver a mis padres, quienes me observaban con nostalgia.

 

 

—Llora hijo, llora, nosotros te ayudaremos a superar esto— decía mi padre, mientras me abrazaba.

—Si hijo, buscaremos ayuda para que seas él mismo de antes— acotaba mí madre, uniéndose al abrazo.

—Yo no estoy enfermo, no lo estoy— pronuncié sollozando.

—No, no lo estás hijo, no lo estás— contesto mi madre, mientras con una de sus manos acariciaba mi cabello, tratando de darme tranquilidad.

 

 

Tras algunos minutos con el apoyo de mis padres llegue a mi habitación, al estar en ella, una vez que mis padres salieron de la misma camine hacia mi cama, al hacerlo no pude evitar mirar un portaretratos que estaba sobre una mesa, lo tome y continué mi camino hacia la cama, llegue a la misma y me senté en su borde, con la mirada fija en la foto que estaba en el portaretratos.



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En el texto hay: fantasia, romance, drama

Editado: 15.02.2023

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