Decidido a cumplir con la misión encomendada por mi padre, me levante muy temprano, tome mi toalla, mis accesorios de baño, y me dirigí a la ducha. Tras darme un refrescante baño; volví a la habitación, me vestí, peine, tomé una carpeta con documentos, mis llaves, un paraguas y salí de la habitación.
—Hijo, ¿no piensas desayunar? — escuche.
—Lo haré en el camino, madre — dije.
—Al menos llévate fruta — escuche.
—Bien — respondí, deteniendo mis pasos, para girar a ver el lugar donde estaba mi madre.
Tras algunos segundos camine tras mi madre hasta la cocina, en esta ella me dio una pequeña bolsa de papel, con algunas frutas y un sándwich que me preparo inmediatamente. Creo que las madres siempre serán iguales, en el tiempo que sea, ellas siempre verán a sus hijos como sus niños y por lo mismo siempre estarán pendiente de ellos, aunque ya dejemos de serlos.
Una vez que recibí la bolsa de papel, me despedí de mi madre con un beso en la frente y le pedí que me despidiera también de papá, a su vez le dije que los amaba a ambos, ella por cierto me dijo que también me amaba y que me cuidará mucho en la capital. Una de las lecciones que me dejo mi anterior vida, es que uno siempre al salir de casa, debe despedirse de los seres que ama y decirles lo mucho que los queremos, pues no sabremos si esa salida tendrá un retorno.
Luego que salí de casa, debido a que mi auto le estaba dando mantenimiento, tome un taxi, el cual me llevo a la estación de buses, una vez allá, y tras cancelar el monto del traslado, baje del auto con la carpeta de documentos en una de mis manos y camine a paso rápido hacia el interior de la estación, específicamente hacia la boletería.
—¡Buenos días! — dije.
—¿En qué le puedo ayudar joven? — contesto una amable mujer de lentes.
—Necesito un boleto para la capital, el más próximo que tenga — agregue, mientras la mujer miraba su computador. Sí, hay uno en el bus que sale en media hora — añadió la amable mujer.
—Bien, lo tomo — respondí.
—Su documento de identidad — agrego la mujer.
—Tomé — contesté, entregándole lo solicitado.
Tras algunos segundos la mujer me dio mi boleto, inmediatamente me dirigí al bus, para ubicar mi asiento, y allí esperar la salida del mismo.
Mientras esperaba la salida del bus, una sensación extraña empezó a inundarme, era como si sintiera alegría, pero a la vez nostalgia, en aquel momento no comprendí la razón de esos extraños sentimientos, para evitar concentrarme en los mismos, pose mi mirada en la ventana.
Los 30 minutos pasaron y el bus emprendió camino, al tiempo que aquella sensación se incrementaba más en mí, yo para tratar de apaciguar la misma, empecé a comer todo lo que mi madre me había puesto en la bolsa de papel.
Luego de más de 1 hora de viaje, el bus ingresaba a mi lugar de destino.
—«Ya llegué a la capital» — pensé, al tiempo que un ruido golpeo la ventana del bus.
—Está lloviendo — pronunció un señor mayor de barba que estaba sentado junto a mí.
—Sí, por suerte vine preparado — respondí, dirigiendo mi mirada hacia mi paraguas.
Luego de algunos minutos el bus se detuvo en la estación, para que los pasajeros bajásemos. Yo tome la carpeta de documentos, el paraguas, y camine hacia la puerta del bus. Una vez que baje del mismo camine hacia la salida de la estación, al hacerlo pude notar que el cielo estaba bastante oscuro a pesar de ser aún de día, así mismo el suelo estaba húmedo, incluso la pista estaba llena de agua debido a las gruesas gotas de lluvia que estaban cayendo. Yo abrí mi paraguas, para cubrirme, y así poder continuar mi camino.
—«¿Qué calle es esta?» — pensé mientras caminaba por la acera tratando de ubicar algún letrero que despejé mi duda, cuando de repente me encontré con la imagen de la persona que esperaba ver desde que supe que tendría otra nueva vida en un futuro.
Sí, era ella, a pesar de estar viviendo en otra época, era ella Misa, mi Misa, tan bella como la recordaba, aunque su forma de vestir no era la misma, pero era lógico la mía también había cambiado, eran otras épocas, otras modas, aún más modernas que las de mi vida pasada, sin embrago, su mirada, su sonrisa seguían siendo las mismas, claro además de que físicamente era ella, tal cual me lo dijo el guardián del segundo paraíso, ambos seriamos la réplica física de lo que fuimos, ello fue su manera de ayudarme para volverla a encontrar más fácilmente.
Ella estaba parada a algunos metros de mí, con el cabello húmedo debido a la lluvia, sosteniendo con sus manos una caja, mientras esperaba que los carros que circulaban por la pista se detuvieran y así ella pueda cruzarla.
—«¡Gracias guardián del paraíso, cumpliste tu promesa! y yo también cumpliré la mía, está vez no cometeré el mismo error, lo prometo» — pensé para mis adentros, mientras caminaba hacia ella.