Misa y yo nos encontrábamos en un taxi, con destino a la calle que yo buscaba, para entregar aquellos documentos que mi padre me dio. Durante el trayecto íbamos platicando de muchas cosas, como del gusto de ella por la fotografía y la pintura, un gusto que Misa también tuvo en su anterior vida. Así mismo me enteré que ella en esta nueva vida estaba preparando una colección de pinturas para una exposición que tendría en unos meses en su universidad, yo por mi parte, le comente de mi afición por los autos, una afición que también tuve en mi anterior vida, solo que en ella, jamás pilotee un auto de carrera a diferencia de esta nueva vida, además le hable de un lugar con bellos paisajes los cuales le podrían servir de inspiración para sus nuevos cuadros, un lugar que tenía un gran significado para mí, y que daba gracias al cielo y a la tierra por permitir que a pesar de tantas décadas aún siga existiendo, aquel lugar, el lugar donde nos conocimos. De repente me di cuenta de algo, llevábamos muchos minutos compartiendo durante el viaje, sin embargo, ninguno de los dos había preguntado por el nombre del otro, entonces decidí ser yo quien dé el primer paso.
—Estamos platicando y ni siquiera te he dicho mi nombre — dije sonriendo.
—Es cierto, ninguno lo ha mencionado — agrego ella sonriendo, mientras el taxista nos observaba a través del espejo de su auto y sonreía.
—Valentino — dije, estirando mi mano.
—Misa — respondió ella, mientras tomaba mi mano, al tiempo que nos miramos fijamente, por algunos segundos, los cuales fueron suficientes para hacer que yo vuelva a sentir aquel extraño cosquilleo que sentí la primera vez que la vi, ese cosquilleo, que no fue más que el indicador de que había encontrado a la chica de mis sueños, ese cosquilleo que ahora me indicaba que el amor había vuelto a mi vida nuevamente.
—¿Y qué edad tienes Misa? — agregue, aunque ya intuía la respuesta, pues el guardián del segundo paraíso, me había dicho que iba a tratar de que todo en lo personal sea como antes.
—17 años, pero en tres meses cumplo los 18, fui admitida en la universidad antes de cumplir los 17 años, fui un caso especial — respondió ella con esa bella y dulce sonrisa que me hechizaba.
—Claro, debes ser muy inteligente — respondí con calidez.
—No lo digo yo, lo dijeron mis maestros y mis notas me respaldaron, por supuesto mi ingreso a la universidad antes de los 17 también — contesto ella con orgullo haciéndome sonreír.
—Yo tengo 20 años los cumplí hace un mes— dije, mientras pensaba — «Las mismas edades en que nos conocimos antes»
—¿Estas en la universidad?, ¿o solo te dedicas a los autos? — agrego ella con una cálida sonrisa.
—Los autos y las competencias es mi afición y pasatiempo, pero por supuesto que estudio una carrera, estudio arquitectura. Yo no ingrese a la universidad tan joven como tú, ingrese a los 18 años, pues como ya te comenté mi afición por los autos de carrera me llamaban más la atención que los estudios, aunque no soy mal alumno — conteste sonriendo.
—Claro — dijo ella, al tiempo que hacía una pausa para indicarle al taxista el lugar por donde debería ir.
—Bien señorita — respondió el hombre.
—¿Y para qué buscas esa dirección? — dijo de repente ella con curiosidad.
—Vengo a recoger un encargo de mi padre y a dejar a su vez unos documentos — conteste, al tiempo que el auto se detenía.
—Ya no puedo acercarme más — pronunció de repente el taxista.
—No se preocupe, cóbrese — dije, cancelándole al taxista, para luego bajar antes que ella del auto, y así poder dirigirme hacia el lugar donde ella estaba para abrirle la puerta y luego cubrirla con mi paraguas pues la lluvia continuaba.
—Esta es la calle Misterio — pronuncio ella al bajar del taxi.
Tras algunos segundos el taxi partió, y ambos caminamos hacia la entrada de la calle, la cual estaba cerrada por una gigantesca reja.
—Ahora comprendo a lo que te referías cuando dijiste que los carros no entran a esta calle — dije sonriendo.
Ella solo sonrió al tiempo que con una sola mano sostenía la caja con el pastel, y la otra la llevo hacia su cartera, para sacar de la misma una llave.
—Ahora ingresamos — dijo con calidez, haciendo una pausa para agregar — ¿Me sostienes la cajita?
—Claro — respondí, colocando mi carpeta de documentos sobre la misma, para luego tomar la caja con una de mis manos, ya que con la otra sostenía el paraguas.
—¡Gracias! — contesto ella con una dulce sonrisa, al tiempo que colocaba la llave en la cerradura de la reja.
Tras algunos segundos, la reja se abrió, Misa volvió a tomar la cajita del pastel, y yo mi carpeta de documentos y ambos pasamos por ella, al hacerlo pude notar que esa no era una calle normal, las casas no estaban una junto a la otra, sino un tanto distanciadas.
—Esta es una zona residencial con casas distanciadas una de la otra como lo puedes observar — pronunció ella al ver de seguro mi reacción.