En otra vida si

La ciudad iluminada

París era un río de luces esa noche. Las avenidas brillaban como si cada farola guardara un pequeño sol, y los escaparates lanzaban reflejos de colores sobre el empedrado húmedo. Lilith caminaba sin rumbo fijo, con la bufanda ajustada en torno al cuello y el aire frío golpeándole las mejillas. Había salido del hotel sin avisar a nadie, buscando algo que no sabía nombrar. Quizás claridad, quizás aire.

Cruzó un puente sobre el Sena, y el agua reflejó destellos plateados como si la ciudad entera flotara sobre un espejo. Fue entonces cuando la vio: Aline, recargada contra la barandilla, con los brazos cruzados y la mirada fija en el horizonte. Su silueta se recortaba bajo la luz tenue de una farola, y parecía parte del paisaje, como si París la hubiera reclamado para sí.

Lilith dudó. Una punzada de orgullo y temor le recorrió el pecho, recordando la discusión de Montmartre, las palabras hirientes, el vacío que había quedado entre ambas. Pero sus pasos la traicionaron, avanzando hacia Aline como si algo invisible las empujara a reencontrarse.

Aline giró la cabeza al escuchar el eco de los zapatos en la piedra mojada. Sus ojos, oscuros y cansados, se abrieron apenas un poco más al reconocerla. El silencio entre ambas pesó como una verdad no dicha.

—No esperaba encontrarte aquí —murmuró Aline, con voz baja, casi quebrada.

—Yo tampoco… —respondió Lilith, con un hilo de sonrisa tímida—. Creo que necesitaba caminar.

La brisa nocturna sopló entre ellas, levantando un mechón del cabello de Lilith que Aline, sin pensarlo demasiado, acomodó suavemente detrás de su oreja. Ese gesto, mínimo, encendió una chispa en el aire, como si las luces de la ciudad hubieran bajado de golpe para rodearlas.

Por primera vez desde la pelea, ninguna habló de inmediato. Miraron juntas el río, los reflejos vibrantes, los barcos que pasaban lentos, como si París respirara con ellas. Fue Lilith quien se atrevió a romper el silencio:

—Aline… sé que estás enojada. Y tienes razón. Yo tampoco supe cómo reaccionar con Camille.

La voz de Aline tembló un poco, pero fue firme:

—No es solo Camille. Es todo, Lilith. Es este miedo… de perderte, de no ser suficiente para ti.

Lilith bajó la mirada, sintiendo que las palabras de Aline eran un espejo doloroso. Y allí, bajo la ciudad iluminada, supo que esa conversación apenas comenzaba, que el puente entre ellas podía romperse o reconstruirse esa noche.

El murmullo del Sena acompañaba sus respiraciones. Lilith y Aline permanecieron lado a lado, mirando cómo las luces de la ciudad se fragmentaban sobre el agua como vidrios de colores. Había en el aire un silencio expectante, como si París mismo aguardara la confesión que debía salir.

Aline rompió el silencio.
—No sabes lo que sentí cuando vi a Camille abrazándote. —Su voz tembló, pero no por enojo, sino por vulnerabilidad—. Fue como si alguien me arrancara algo de dentro, Lilith. Como si te pudiera perder en un instante.

Lilith la miró con ternura y dolor a la vez. Había una herida abierta en esas palabras, y supo que no podía esquivarla.
—Aline… yo no quería que te sintieras así. Camille fue demasiado efusiva, lo sé, pero para mí no fue más que eso: un abrazo, nada más.

Aline negó suavemente con la cabeza, apretando los brazos contra su pecho.
—No es solo eso, Lilith. —Sus ojos se humedecieron, brillando como espejos bajo la luz de la farola—. Es que cuando te veo con otros… siento que no puedo competir. Que cualquiera podría quitarme tu lugar.

Lilith tragó saliva. La confesión pesaba como una losa en su pecho. Dio un paso más cerca, hasta que sus hombros casi se rozaron.
—¿Competir? —repitió con voz suave—. Aline, yo no te veo como alguien que deba competir por mi atención. Tú eres… —buscó las palabras, las más sinceras que pudiera encontrar—. Tú eres el espacio donde puedo respirar sin miedo.

Aline cerró los ojos un instante, y una lágrima escapó sin permiso. Se la limpió rápido, como si quisiera ocultarla, pero Lilith la tomó de la mano, impidiéndole apartarse.
—¿Sabes qué me da miedo a mí? —dijo Lilith en un susurro—. Que tus celos sean tan fuertes que un día decidas alejarte. Y yo… yo no sabría qué hacer sin ti.

Hubo un silencio prolongado. Solo el crujido lejano de un bote atravesando el río interrumpió la quietud. Aline se giró hacia ella, y esa vulnerabilidad en su mirada se mezcló con un destello de ternura.
—No quiero perderte tampoco. —Su voz era un murmullo quebrado—. Pero no sé cómo apagar lo que siento. Es como un fuego que arde sin que yo lo quiera.

Lilith acarició la mano de Aline con delicadeza.
—Entonces aprendamos a controlarlo juntas. No tienes que apagarlo, solo entenderlo. Si me sientes lejos, dímelo. Si tienes miedo, no lo guardes. No quiero que luches sola contra eso.

Aline rió apenas, con una fragilidad desarmante.
—¿Y si un día me vuelvo insoportable?

—Ese día —respondió Lilith con una media sonrisa— me quedaré contigo igual, aunque te quejes del mundo entero. Porque yo tampoco soy perfecta, Aline.

La confesión se asentó entre ellas como un bálsamo. El viento levantó suavemente la bufanda de Lilith, y Aline, en un impulso tímido, la acomodó otra vez. Ese contacto breve fue suficiente para que ambas se sintieran otra vez cerca, como si la pelea de Montmartre se hubiera disuelto en el río.

Caminaron unos pasos, todavía tomadas de la mano. La ciudad iluminada parecía acompañar su reconciliación: las farolas lanzaban reflejos dorados sobre el empedrado mojado, y los cafés nocturnos dejaban escapar aromas cálidos de pan recién horneado y vino.

Aline volvió a hablar, esta vez con un tono más sereno:
—Quiero aprender a confiar más en ti. Y en mí misma. Quiero que lo nuestro no dependa de miedos, sino de lo que sentimos aquí. —Se llevó la mano libre al pecho, golpeando suavemente sobre el corazón.

Lilith la observó con un nudo en la garganta. Era en esos momentos, cuando Aline mostraba sus heridas sin máscaras, que la sentía más luminosa que nunca.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.