En Otro Reino.

PRÓLOGO

En alguna parte del mundo, había cuatro reinos, gobernados por grandes monarcas. Uno de ellos era el más poderoso, pues en su tierra se encontraba todo lo que se podía desear, las cuatro estaciones lo visitaban, la flora y la fauna abundaban, minerales y piedras preciosas abastecían.

Los otros tres reinos eran privilegiados, pero había carencias de algún tipo, más allá de estos cuatro poderosos reinos había más, pero estos eran los más ricos.

Los nombres de los reinos eran; Pueblo de Regan el más poderoso, el pueblo de Basset, el pueblo de Duffy y el pueblo de Connolly. Tenían por nombre el apellido de su monarca, sus escudos también hacían la diferencia, el león que enseñaba vilmente los dientes, el oso caminando sobre cuatro patas, el elefante y el digno pavo real.

Pero basta de historia y comencemos con lo que de verdad nos importa.

En el privilegiado reino de Regan, quién también era conocido como el jardín del edén, por sus grandes riquezas, era gobernado por un rey sabio y humilde ante su pueblo. Como todo rey debía tener descendencia, conoció a la mujer perfecta y una mañana de primavera la hizo su esposa y ante el pueblo la llamó su reina consorte, los reyes se amaban mutuamente y esperaban con ansías algún día tener a un digno heredero.

Pero los meses y años pasaron y la reina no lograba gestar, paso una década y cada vez se perdían las esperanzas de que algún día ese reino tuviera un heredero digno. sumidos en la desesperación de no tener un heredero, el Rey perdió todas sus esperanzas.

Pero, una mañana de invierno la reina Lilian dio a luz a un fuerte varón, pues dicen que su llanto se escucho por todo el castillo, anunciado su llegada al mundo.

El rey Albert VI y la reina Lilian enloquecidos de felicidad y amor por su nuevo heredero, lograron hacer las paces con los pueblos enemigos y llegaron a un acuerdo donde venderían frutos, verduras, animales, minerales y todo lo que el reino ofreciera. Pues amaban tanto a su nuevo príncipe que no deseaban que quedara huérfano por culpa de una batalla.

Los años pasaron y el pequeño príncipe de blanca piel y hebras negras fue creciendo. Era un príncipe feliz, pues sus padres lo amaban con fervor y no había capricho que no se le diera, aunque también cuando se portaba mal recibía regaños de sus padres.

 

—Hora de dormir Mikael. —hablo la reina.

—no tengo sueño mami, quiero seguir jugando con mi caballo de madera. —contesto el pequeño príncipe.

—si no obedeces a tu madre, no te regalaré el caballo que deseas, su majestad. —interrumpió su padre —y tendrás un regaño por parte de la reina de Regan.

—esta bien, pero deseo que me cuentes la historia del anillo.

Dijo el futuro heredero mientras se limpiaba los ojos con su pequeña mano.

—muy bien, Albert cuenta la historia. —decreto la reina con dulce sonrisa a su esposo.

—Había una vez, en un reino muy alejado se forjo un lujoso anillo de oro con piedras preciosas incrustadas, el rey lo había mandado a hacer a su medida y ordeno que dentro de el se escribiera “aquel que me posea será poderoso”. Se lo colocó y el rey derroco muchos reinos, consiguió todo lo que el día de hoy es nuestro reino. Todos sabían que el anillo había dado poder y la corona dejo de ser el artefacto más importante del rey, pues aquel que tuviera el anillo podría gobernar Regan y no solo eso, podría desatar una guerra o lo que sería peor, terminar con el reino. Muchos intentaron quitar el anillo pero no se logró, el rey se caso y amaba tanto a su esposa que mando a hacer otro anillo, parecido pero no igual. la reina con ese anillo podría hacer que la respetaran y que el pueblo cumpliera con muchas ordenes que ella dirigiese, pero no podía gobernar, ni mucho menos derrocar a su rey. Los años pasaron y el rey murió, su hijo quién creía que era la persona más poderosa se convirtió en un rey egoísta con el pueblo y casi lo lleva a la destrucción, su primo el cuál era una persona astuta, una noche le quito el anillo y despojo al heredero e hizo que el pueblo volviera a su normalidad. Gobernó con sabiduría y desde entonces el anillo ha intentado ser robado por cualquiera, pero no han sido lo suficientemente listos para gobernar sabiamente.

—¿algún día tendré ese anillo en mi mano derecha? —pregunto el príncipe.

—por supuesto, tendrás ese anillo.

—¿seré la persona más poderosa?

—sin duda, Mikael…

—El anillo solo es como una llave, quién la tenga podrá tener acceso a muchas cosas, pero lo que realmente importa es cuánta fuerza tiene esa persona para abrir esa puerta, y tu mi amado príncipe tienes la suficiente fuerza para poder gobernar un reino, pues ya eres poderoso desde el día que viniste al mundo. —le dijo su dulce madre.

—además la corona siempre será importante, pues las cosas han cambiado, pese que el anillo es una pieza importante para ser rey. La corona siempre validará quién eres. —dijo finalmente su padre.

Los años pasaron y el pequeño príncipe fue creciendo, convirtiéndose en un joven apuesto, en su negro cabello un mechón blanco hacía una diferencia y eso era un atractivo, algo que lo distinguía de cualquier soldado.

La educación nunca le falto, pero él amaba hacer en sus tiempos libres dibujos, pinturas y escribir poesía. Aunque de lo tercero nadie conocía en sí que escribía. Tocaba algunos instrumentos pues no deseaba ignorar nada de lo que sabía que era capaz. Pese a que amaba la música, no dejaba de lado su espíritu de soldado y del que algún día guiaría a su pueblo con sabiduría. No quería ser un rey que ignorara nada y lo logro, pues pocas cosas le sorprendían.

pasaron los años y fue creciendo entrenado para todo lo que él deseará, pues cada vez estaba más cerca de ser el rey.

Una noche del séptimo mes su padre murió, otorgándole el poder con dieciocho años, mientras el pueblo, la reina y el nuevo heredero; se despedían. también coronaban al nuevo rey.




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