En Otro Reino.

CAPÍTULO 1

MIKAEL.

Llevo cinco años en el trono, he sido un rey justo, cambie muchas cosas de mi padre, pues no me es de buena ayuda que en mi pueblo haya violencia de ningún tipo, aquel que desobedece mis leyes es llevado a la guillotina, mi padre era de los que creía que enviándolos a los calabozos la gente comprendería lo mal que estaban. Pero no, la gente robaba y procrastinaba sin generar nada en el reino. Desde que estoy en el poder los calabozos están vacíos y puedo contar aquellos que no trabajan o no tienen un oficio y son porque tienen alguna deficiencia o personas de la tercera edad.

Mi pueblo es privilegiado y por ello mismo, todo el que vive en él debe serlo. Mi gente no debe ser pobre o ignorante, pues eso nos mataría y dejaríamos que otros reinos abusaran de nosotros. Mi ejercito es grande y tiene todo para terminar con cualquiera de esos tres reinos u otro que se me ponga enfrente. Pero no haré eso, pues tengo el respeto que necesito de esos tres, aunque dos de ellos siempre están en guerra, pero cuando vienen a mi reino deben saber comportarse.

Hablando de esto, yo no visito ningún reino ajeno, no merecen ser privilegiados con mi presencia, todas las juntas se llevan aquí en Regan.

Soy el rey más joven, pues los otros tres son hombres mayores, todos son hombres, pues ninguna mujer podría llevar el cargo de la corona.

 

—deja de leer y ve a buscar a tu futura reina, Mikael.

—no me interesa tener reina, madre.

—quiero nietos y quiero una hermosa hija con la cuál pueda enseñarle sobre la monarquía.

Me desabotono la camisa y miro con burla a mi madre.

—Algún día, no pretendo casarme tan joven.

—no quiero que te cases, pero quiero que dejes a un lado tu vida solitaria y tengas una novia.

Tuerzo la boca.

—no deseo eso madre. Quiero viajar, explorar el mundo y conquistarlo.

—ya has conquistado muchas tierras, conquista el corazón de una chica, es lo que te hace falta.

—no gracias, las mujeres son molestas y no hay ninguna mujer que sea inteligente y que pueda educar bien a mis futuros herederos.

—a las mujeres se nos debe consentir y amar, si tenemos eso seremos unas buenas esposas y sabremos educar sabiamente con amor a nuestros hijos.

—mis hijos no solo deben saber del amor, deben saber del poder y de la valentía. Pero sobre todo deben ser personas inteligentes y admiradas.

—entonces si quieres eso, ve por ello, su majestad.

—entendido.

Salgo a practicar esgrima con mi mejor amigo y consejero, Ronald.

—¿la reina quiere nietos?

—sí, en plural. No me imagino siendo padre.

—no te imaginabas siendo rey, cuando eras un niño flacucho y mírate.

Me doy la media vuelta y lo esquivo llevándolo al piso.

—más respeto, que sigo siendo tu rey.

Lo tomo de la mano y lo pongo de pie.

—lo que quiero decir, es que necesitas conocer a una mujer seria y con educación, no puedes quedarte solo toda tu vida, Mikael.

—me he divertido con algunas.

—no dudo de su palabra, pero necesitas a una que sea la madre del futuro rey de Regan.

—será otro día.

—llevas cinco años diciendo lo mismo.

—no llevo prisa alguna.

Continuamos con la práctica.

 

Los días han pasado y hoy iré a un baile que se hará en la casa de un general.

Mi madre me acompaña, la llevo del brazo y todos los presentes nos rinden respeto.

Se va con sus amigas y yo hago lo mismo con los míos. Las mujeres se acercan a mí deseando que baile con ellas o que al menos las volteé a ver, pero me son indiferentes, ninguna me atrae de la forma en que se supone que debería ser el amor o la atracción.

Veo como Ronald y demás bailan y ríen con las mujeres, mientras yo solo observo desde mi puesto.

—buenas noches, majestad. —dice la voz de una anciana.

Reconocería esa voz dónde fuera, es la madre del general y dicen que ve el futuro.

—Buenas noches. —la observo y hace una reverencia.

—¿puedo sentarme frente de usted?

Mis guardias se acercan por detrás, pero los detengo. No creo en la magia, pero intento comprenderla y quiero saber que me dirá ella.

—no veo el impedimento.

Se sienta frente de mí y me observa la mano derecha.

—¿lo ofendo si le digo su futuro?

—debe saber la respuesta, si es que lo ve.

Sonríe y me pide que me beba mi té.

Eso hago y le doy el recipiente.

—debo decirle que lo que veré esta vez, puede que cambie, es un futuro a corto plazo o depende de que es lo que el futuro tenga para usted, ya que es incierto y a veces tomamos decisiones diferentes para que no se cumpla.

—si usted lo dice, —contempla la taza — ¿qué es lo que ve?

—llegará alguien a su vida, alguien que le cambiará su forma de pensar. Esa persona hará un cambio en usted muy grande, ella deseará y usted le otorgará…

—¿quién es esa persona?

—la muestra de espaldas, no me muestra su rostro, pero es una mujer, una mujer que tiene una gran belleza.

—¿cómo sabe que es bella? —pregunto incrédulo.

—por qué usted esta maravillado con ella, no deja de observarle.

—¿cuándo la conoceré? ¿dónde?

—le dije que el futuro es incierto, no puedo decirle eso. Pues no se debe cambiar nunca el curso.

—si usted lo dice…

—sé que no cree en esto, pero cuando ocurra lo que le he dicho, vendrá conmigo y me pedirá que lo vuelva hacer. —se pone de pie y con una gran sonrisa hace una reverencia.

Me deja pensando, pues me es difícil creer en lo que me dice.

—Mikael, debes conseguir una mujer que pueda parir… —habla Ronald. — no a una anciana que esta demente.

—eso haré. —contesto hastiado.

—solo es un consejo, los años han pasado y no has tenido a nadie a tu lado, al menos no pública. —habla mi amigo — eres el eterno rey soltero.




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