En Otro Reino.

CAPÍTULO 4

MIKAEL.

Han pasado seis meses desde que tengo una relación sentimental con Agatha. Cada día esta para mí, se lleva bien con mi madre y pasa demasiado tiempo en el castillo. Ya comienza a entender funciones de reina consorte. Mi madre se encarga de que aprenda todo lo que ella sabe, pues mi madre fue una duquesa bien educada antes de que mi padre la desposara.

—alteza, hoy amaneció muy guapo. —me dice agatha al verme.

—por supuesto, pero tu cariño eres bella.

—¿puedo besarte?

—puedes.

Sin que nadie nos vea la arrincono y comienzo a besarle con pasión.

—¿puedo decirte algo? algo que he estado pensando desde hace mucho tiempo.

—adelante.

—Te amo, Mikael.

Doy un paso atrás, pues admito que la confesión no la esperaba.

—¿Qué has dicho?

—que lo amo, alteza. ¿podemos ir a nadar?

—por supuesto que podemos, pero yo también tengo algo que decir.

—lo escucho. —los ojos se le iluminan.

—también te quiero y mucho.

Con una enorme sonrisa de parte de ella me demuestra que le ha gustado escuchar aquello.

—vamos a nadar.

Nos vamos al arroyo más cercano y jugueteamos por unas horas, empapándonos y conversando, o al menos yo lo hago.

—¿puedo elegir la comida para nuestra boda?

—por supuesto, tú elegirás todo a tu gusto, cariño. —le aviento agua con las manos, —solo tengo una petición y es que la tarta sea de arándano. Sabes que amo esa fruta.

—¿en verdad podré elegir todo?—a todas las mujeres les gusta elegir todo a su gusto y yo soy un novio complaciente.

—por supuesto, pero aún no te he puesto anillo. —eso me avergüenza.

—lo entiendo, sé que el joyero ha ido a Basset.

—cuando vuelva, haré que diseñe un buen anillo, para ti.

—No se preocupe, entiendo las circunstancias.

—no me preocupa, en realidad me apena. pues ¿qué clase de hombre soy?

—eres el rey, esa clase de hombre eres.

le sonrío y le beso con ternura. realmente la quiero.

Salimos del agua y vamos a comer a casa.

Me voy a mi habitación a cambiarme y por la ventana veo que se acercan varios caballos.

Llaman a mi puerta y encuentro a Ronald tras de ella.

—Uniforme de rey.

Es lo único que dice, quiere decir que viene un rey de algún pueblo.

Abro mi armario y me pongo un pantalón negro y mi camisa del mismo color, mis medallas relucen en mi pecho.

Entra un sirviente y otros dos detrás de él. Sosteniendo mi corona.

Me ayudan a colocarme mi capa. Me pongo mis guantes y por último me pongo mi corona. Me veo frente mi espejo y veo al monarca de Regan. esto eres, me repito una vez más.

Me doy media vuelta y mis sirvientes están en fila reverenciándome. 

Al salir veo que todos los guardias guardan silencio y van inclinándose cuando voy pasando de lado de ellos.

Me dirijo a la sala del trono y camino con toda seguridad.

Me siento en mi trono y las puertas se abren, mostrando al parlamento de Basset.

Me muestran sus respetos y toman lugar frente de mí.

—Hemos venido con una terrible noticia para nuestra nación, una noticia que aún no creemos y ya que sabemos que usted no se presentara en nuestro pueblo, hemos decidido venir e informarlo por nosotros mismos.

—los escucho.

—al salir el sol, nuestro soberano Rufus Basset VII, no ha despertado. —bajan la cabeza, — dejando la corona y a un pueblo lleno de dolor, por su partida. Por lo que hemos decidido venir e informarle esta terrible noticia.

—un minuto de silencio, para el rey Rufus Basset VII. —dice Ronald, todos bajan la cabeza y honran lo que un día fue Rufus. Fue un buen rey, un líder pacifista y dedicado a su pueblo, reinó con el corazón por más de veinte años y supo mantener en buen estado a su nación.

—manden bajar a un tercio las banderas del reino. —demando.

—agradecemos su gesto, majestad. —habla el ministro.

No suelo ir a los reinos, por ello es que estos vienen a mí e informarme lo que ocurre.

—Ronald, irá con ustedes en representación mía, todo Regan lamenta la perdida de Rufus. —digo, —¿cuándo coronan al nuevo monarca?

—en unas horas ascenderá al trono, se esta preparando, pues la muerte del rey nos ha tomado por sorpresa y con el dolor latente esa ha sido la última petición del fallecido.

Muevo la cabeza afirmativamente, mi padre ordenó lo mismo.

—nos marchamos, pues debemos llevar a cabo una coronación. agradecemos su gesto y en cuanto sea posible su alteza de Basset vendrá a reestablecer los tratados.

Conforme van saliendo, las gaitas entonan una melodía triste.

 Cuando nos hemos quedado solos, mi madre disimuladamente se limpia una lágrima, tal vez nadie lo percibe, pues nadie puede ver a los ojos a un miembro de la realeza, pero a mí nada se me escapa ni se me esconde.

—pido permiso para ir al reino Basset. —me pide con un hilo de voz. —por favor.

—¿por qué? —no puedo evitar preguntar, aunque sé la respuesta.

—Rufus, fue un buen amigo en mi juventud y merece que vaya a despedirme de él.

—su viuda estará presente, no creo que quiera ver a una ex amiga de su esposo.

—¡Mikael, más respeto! Helen sabe que fuimos amigos.

—entonces ve. no puedo impedir tus decisiones...

—así es, no puees impedirme muchas cosas mientras tenga en mi posesión el anillo que corresponde a la reina...

—¡No! no puedo impedirte nada porque eres mi madre y sé cómo te va a afectar no ir a despedirlo.

mi madre antes de amar a mi padre, estaba siendo cortejada por Rufus, un amor que surgió en su juventud, se dice que ellos se adoraban. pero mi padre apareció, al igual que Helen y sus caminos no se pudieron unir. pero siempre quedó ese cariño.

me pongo de pie y salgo dirigiendo me de nuevo a mi habitación.




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