MIKAEL.
Los días siguen su curso y mi madre ha decidido pasar unos días con Helen; la viuda del Rey de Basset. Obligando que Ronald mi consejero se quede a acompañarle.
Aún no sé nada del nuevo monarca, Me imagino que esperará unos días de luto para después presentarse en mi nación y reestablecer los acuerdos. no sé a que Rey con el ego encendido me tendré que enfrentar, pues es algo nuevo, pero no me será imposible. admito que he pensado en destituirlo de su cargo y yo poder gobernar de manera legítima ese reino, pero le permitiré el privilegio de la duda.
Estoy en mi oficina, leyendo, que tranquilidad es poder hacerlo mientras el frío viento entra por las ventanas y esos cálidos aromas provenientes de los jardines reales.
—sabía que lo encontraría aquí, majestad. —esa voz hace que una sonrisa tonta se dibuje en mi rostro.
Aparto la mirada del libro y observo a mi pareja. Viene provocadora y un pequeño escalofrío invade mi cuerpo y no precisamente por el viento.
—que acertada. —digo en el mismo tono provocativo.
Vuelvo la vista al libro, pues realmente lo que estoy leyendo es interesante y estoy en una parte donde me es imposible cortar la trama.
La miro de vuelta y dejo el libro sobre mi escritorio, aunque el acto me pie que continúe hasta terminar lo que he empezado.
—¿me puedes besar? —se acerca a mí.
Sin que lo pida dos veces, me pongo de pie y la siento sobre mi escritorio, nuestros labios se unen y con desesperación nos besamos, como si fuera nuestra primera vez.
Con rudeza le levanto la falda del vestido y comienzo a acariciar sus muslos, en esa parte sensible donde con mis puros dedos la hago erizarse. Subo y bajo la mano con delicadeza. Le beso con tranquilidad. Su respiración se ha agitado; con mi otra mano le bajo el vestido y sus pechos quedan al descubierto.
Cierra los ojos, pues con el tiempo de conocerla, sé que le apena que la vea desnuda. me causa ternura ese acto, pero algo dentro de mí no le satisface que haga eso.
Para poder sostenerse, pone sus manos sobre la mesa.
Con mi dedo índice le toco los pezones y eso hace que se impulse hacía delante, los cuales con mi mero tacto no tardan en ponerse duros y yo disfruto de ver como su cara contiene el gemido que no libera.
sigo con el juego. y cada que la toco se impulsa hacía mí.
Todo su placer esta enfocado en como juego con sus pechos. Sin que se de cuenta bajo la mano de nuevo bajo su falda y toco su zona más vulnerable. Esta húmeda y eso me da facilidad al mover dos de mis dedos sobre esa zona.
—vamos, suelta ese gemido. —susurro en su oído, —complace a tu rey.
—Majestad…, no te detengas.
Continuó moviendo mis dedos, lamo y mordisqueo sus pechos.
Con mi mano libre tomo una de sus manos y la dirijo a mi erección. Al sentir el bulto se tensay sus mejillas blancas se tiñen de un rojo carmesí.
—cuándo te conviertas en mi esposa, será lo primero que recibirás de mi parte. —digo sobre su pecho.
—eres el rey, puedes adelantarlo y dármelo ahora. —habla agitada.
—deseo hacerlo, pero debo contenerme.
después de lo que digo suelta un suspiro largo. saco la mano, observando mis dedos que salen empapados, provocando que ella se ruboriza aun más.
—yo… lo siento… no sé qué sucedió.
—tranquila, es normal. —le doy un beso en la comisura de sus labios. Y eso la tranquiliza.
la ignorancia de la mujer es enorme, y esa misma ignorancia la lleva a no disfrutar, a no sentir, a no ser libre. la hacemos menos, la queremos sumisa, Ignorando que de ellas depende lo más valioso de este mundo, eso que llamamos vida.
¿La quieres débil e ignorante? la voz de mi mente llega de golpe. este es un mundo de hombres.
Me despido de ella y la envío a su casa, pues si se queda más tiempo no podré contenerme.
Para que se me baje la calentura me doy un baño de agua helada.
Me voy a la cama y duermo plácidamente.
A la mañana siguiente se escuchan ruidos y a través de mi ventana observo como vienen caballos y carruajes en desfile.
—¿a hora qué? —digo, mientras los sirvientes entran a prepararme mi baño. si, la respuesta es sí, es estresante ser un rey.
—majestad, su madre ha vuelto. —dice un mayordomo.
—¿y esa multitud?
—dicen que el nuevo monarca de Basset viene a verle.
No contesto y voy a ducharme mientras indico que quiero mi uniforme preparado.
Me tomo mi tiempo duchando me, no deseo verle la cara a nadie que no sea a Agatha.
Salgo del baño y saco a todo el personal que esta, no me gusta que hasta para cambiarme deban verme.
Al igual que la ducha, me doy mi tiempo. No pueden ingresar hasta que yo este en la sala del trono, si desean verme; deberán esperar.
Después de un buen tiempo innecesario para cambiarme, salgo.
Me siento sobre mi trono y las trompetas indican que pueden pasar.
Las puertas se abren y yo estoy pensando en cualquier cosa, menos en el nuevo monarca.
—¡el reino de Regan da la bienvenida a su alteza real! —hace un silencio el mayordomo, pero sigo en mi mundo. —¡Eloise I, la nueva reina de Basset! su majestad.
Mi mirada viaja a la joven que viene encabezando el desfile. ¿una reina? Jamás en la historia se ha visto tal cosa, las mujeres solo son consortes, más no legitimas. Veo que camina con gracia, elegancia y delicadeza.
Me pongo de pie, esperando que se incline ante mí… pero no lo hace.
—Mikael Regan, un placer por fin verle la cara.
La observo.
—¿pasa algo? —continúa.
—sigo esperando tu reverencia y que te dirijas a mí de usted.
Sus labios se curvan de lado.
—soy una monarca y un monarca no debe de inclinarse ante otro, Mikael.
—yo no soy otro, soy Mikael Regan.
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Editado: 11.12.2024