En Otro Reino.

CAPÍTULO 17

MIKAEL.

Han pasado dos semanas desde que fui a visitar Basset, he tenido infinidad de asuntos que atender, hoy es un día de esos pues me dispuse a arreglar unos informes, ahora la noche ha caído; por mérito y para descansar saldré con Ronald, iremos al sitio al que solemos reunirnos, donde suele haber alcohol, tabaco, apuestas y mujeres.

Pese al buen rey e hijo que soy, también soy un hombre que tiene ciertos gustos y ciertas diversiones extracurriculares... recordemos que no todo lo que parece perfecto lo es, lo perfectamente blanco se ensucia, el oro incluso se mancha, la inocencia se esfuma, la bondad tiene limites al igual que la paz y la conciencia nunca esta tranquila del todo, he hecho mil cosas, buenas y malas con estás manos, mi sonrisa incluso para las personas adecuadas es amigable, pero para los damnificados es lo más cruel que pueden ver por última vez. no pretendo ser el hombre perfecto, tengo mil defectos, pero eso no quita el orgullo que me cargo, ni mucho menos mi egocentrismo, al igual que mi egoismo. reconozco todas mis fases y las acepto.

A cierta hora salgo del palacio y mi cochero me lleva a dicho sitio, por fortuna ha sido un hombre que ha sabido guardar silencio, espero que la necesidad y la lealtad le duré siempre, él guarda silencio y yo le pongo un plato sobre la mesa de su hogar...

Cuando llego, el bullicio no tarda en llenar mis oídos.

Ronald juega y conversa con un grupo de hombres. Las mujeres me determinan y se reverencian ante mí.

—Bienvenido, Majestad, ya hacía un buen tiempo que no lo veíamos.

—Gracias, a mí también me da gusto verlas. —les sonrío con coquetería, en verdad que me da gusto verlas, las mujeres son el arte que más me gusta observar y admirar.  mis cinco sentidos se activan con ellas, el olfato, para  su perfume, la vista para apreciar la belleza que tienen en esas curvas, tacto para tocar su piel suave y delicada, Gusto para probarlas y Oído para escuchar sus gemidos cuando las tengo debajo de mí.

Hago que se ruboricen cuando me dan mi primera copa y la llevo a mis labios,   hago que se tomen un mechón de cabellos y lo enreden en sus dedos, mientras agachan la mirada y la elevan con lentitud.

Sin más que decir me dirijo junto con mi amigo, el cuál deja a un lado el juego y me invita a otra mesa.

—Creí que no vendrías, últimamente te escondes por las noches.

—No he deseado salir.

—bueno, deja de lado tu papel de Rey y vamos a beber algo, —me señala a un sitio, —te están esperando tus chicas.

—pide algo de beber, he de volver antes del amanecer a casa.

Me mira, pero no me cuestiona nada.

—tú eres él que manda.

Después de no sé cuánto tiempo, comienzo a ver borroso, siento las orejas calientes y el frío a abandonado mi cuerpo, estoy sudando y eufórico, yo solo bebo y fumo, las apuestas no son lo mío, pero me gusta ver el como es que juegan.

Las mujeres vinieron y nos hacen compañía, de vez en cuando Ronald se besa con alguna, y ellas se prestan a ello.

Escucho lo que hablan y lo que quieren hacer.

Mi mente es un caos, últimamente lo es.

—¿Ya elegiste? — me pregunta.

—No, deja de molestarme y enfócate en lo tuyo.

—Exacto, en eso quiero enfocarme Mikael, pero debo llevarla a una habitación y asegurarme de que no haya una maldita arma o algo peor.

—Sé defenderme, no te preocupes.

Una mujer se le sube a las rodillas y comienza a besarlo.

Continuó bebiendo de mi vaso una de las mujeres se sienta junto a mí, muy cercas para ser exactos.

—Alteza, desea esta noche algo más que solo beber, estoy a su disposición. —con disimulo baja la mano y con algo de miedo me toca la rodilla, dejo que la suba con cuidado, pero antes de que me llegué a tocar esa parte, me pongo de pie. —Lo…Lo siento, señor.

—Hoy no es necesario tu servicio, puedes irte.

Me bebo de un trago el vaso y tomo mi capa.

—¿a dónde vas, Mikael?

—a casa.

Me doy la vuelta y me tambaleo un par de veces.

—¿Por qué te vas?

—no me siento cómodo.

Se comienza a reír.

—No me digas que extrañas a Agatha.

De repente no me acuerdo del nombre…

—¿Qué? —digo aturdido.

—No puede ser, mi amigo es fiel a la mujer que ama.

Sigo sin poder procesar de que habla.

—amigo, no es infidelidad, quedaron en un acuerdo, puedes acostarte con alguien más.

—No es eso, solo deseó ir a casa.

Subo al carruaje y lo dejo solo en la calle.

La cabeza me da vueltas, al igual que los pensamientos, pensamientos que me hacen enojarme de un momento a otro.

—Llévame a mi cabaña. —le digo al hombre.




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