En Otro Reino.

CAPÍTULO 21

LILIAN.

Ser madre de alguien que es sumamente competitivo y demandante, jamás será fácil.

Ver a ese pequeño ser que criaste y amamantaste de tu seno, convertido en un hombre temido y respetado. Me llena de orgullo, nunca espere menos de él, hasta el más mínimo error que cometía sé lo aplaudí, ¿de eso se trata ser madre no? dar el apoyo incondicional a un hijo, y ayudarle cuando su camino se desvíe, pero siempre dejándolos que se equivoquen, no resolverles la vida.

Mi hijo me costó una década de sufrimiento personal y la deshonra del pueblo, querían un príncipe que les diera esperanzas, pero Dios tardo en concederlo, el Arzobispos bendijo cientos de veces mi vientre, pero por años no funcionó.

 Los Lores, el concejo y el hombre de  la iglesia aconsejaron a Albert de que me dejará y que consiguiera a una mujer fértil, pero el amado rey estaba tan embelesado conmigo que desafío a todos, como recompensa a todo eso me tenía a mí y claro está, yo a él. 

Conocí la herbolaria y comencé a hacer infusiones con ellas, a escondidas de la iglesia pues se les juzgaba a las mujeres de hacer magia con ello.

El resultado se dio y mi hijo llegó. Desde ese momento supe que no habría retos para él, sin embargo, estas últimas semanas lo he visto de otro modo, no sé descifrarlo, pero sé que algo cambio en él.

Lo veo luchando, lo veo comiéndose así mismo, como si algo no quedará en su perfecta organización que suele tener, hay una pieza que no encaja en su tablero.

Siempre ha tenido una solución para todo, nunca ha dejado algo inconcluso, pero esta vez no es así, esta vez no tiene solución, se ve como un soldado novato yendo a la guerra. Y yo no crie a ningún novato.

El pueblo y yo queremos que forme una familia, quiero nietos y quiero una nuera a la cual pueda dejarle mi lugar. Quiero que su linaje perdure hasta un futuro, quiero que la nación Regan vea que su descendencia es tan poderosa como él, pero no sé que es lo que espera para traer de nuevo a Agatha.

Hace unas semanas se fue y dejo todo, como si a donde hubiese ido fuera más importante que lo que tiene…

—¿En qué piensas, querida?

Caigo en el presente, cuando veo a mi jardinero favorito.

Con disimulo me bajo la manga de la bata que llevo.

—en esta noche. —sonrío mientras bebo de mi té.

Se acerca, me arrebata la taza, sus labios se estampan en los míos y por inercia propia me pongo de pie.

—tómame, —jadeo cuando sus manos tocan mis pechos con ferocidad. —no te detengas.

Bajo las manos por su musculado cuerpo y con rapidez bajo los tirantes que lleva, la camisa la hago trizas.

Veo su pecho y lo beso, lamo y muerdo.

—Quieta, Mi reina. — me toma del cabello y hace que vea su cara. — te daré lo que deseas, siempre, Lilian.

Se baja los pantalones y veo su miembro apuntando hacia mí.

Toma una silla y se sienta.

Con tranquilidad me quito mi bata, quedando desnuda ante su presencia.

Me acaricio con lentitud, siento como todo mi ser se sensibiliza, como mi humedad acaricia mi parte baja.

Me toma y me pone sobre sus piernas de espaldas, grito al sentirlo dentro de mí, es brusco en esto.

Pongo las manos por inercia en la pared, mientras subo y bajo del miembro que me embiste, el miembro que últimamente se ha convertido en mi favorito.

Levanto la vista y veo al que fue mi marido en el retrato, pareciera que ve como es que se follan a la madre de su hijo.

No lo pierdo de vista, disfruto verme así, siendo penetrada por otro.

—El rey Albert debe estar revolcándose al ver como me tiro a su amada esposa. — me toma del cabello y me muerde el cuello. —ahora este rico cuerpo es mío, majestad.

—no te detengas. —le pido sin ningún pudor.

Sé que mis jadeos se escuchan en todo el castillo, pero no me preocupa, mi hijo no está.

 

MIKAEL.

Han pasado varias semanas, después del baile en Basset, no he tenido contacto con nadie de aquel sitio que no perteneciera a mi círculo social. Me he enfocado en las necesidades de mi nación y he hecho lo que debo hacer, mi madre ha estado distante, pues es la mejor época para disfrutar de su pasatiempo favorito.

No me agrada ver tanto jardinero rondando por aquí, pero si a ella le complace el tenerlos a su disposición no puedo negarle.

Me quedo viendo por el balcón como conversa alegre, hace reír a quienes la acompañan, veo como la miran, me borró los pensamientos y me marcho del lugar.

Los guardias me siguen y me dirijo a la plaza del pueblo, la tarde es cálida y el cielo está pintado de amarillo, disfruto de esto.

Observo a los niños jugar con el agua de las fuentes y el como es que juegan a pelear con espadas imaginarias.

Estoy tan absorto viendo la escena de los niños, que siento como alguien toma mi pantalón de abajo.




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