En Otro Reino.

CAPÍTULO 22

MIKAEL.

Es día de caza, por lo que me preparo para ir, me estoy poniendo las botas cuando escucho voces fuera de mi alcoba, dejo de moverme y agudizo el oído para tratar de reconocer las voces. Pero inútilmente no las reconozco.

Termino de arreglarme y me dirijo a fuera, al salir a los pasillos los veo desiertos, los guardias no están, inconscientemente me pongo en postura de ataque, camino sigilosamente hasta que llego a la planta baja y es ahí donde encuentro movimiento, pareciera que todos hace sus labores de acuerdo al protocolo.

—lo esperamos majestad. —dice Ronald, desde que lo regañe ha estado distante.

—¿todos confirmaron? —la caza es un deporte que me gusta practicar con varias personas, pues disfruto de ser el mejor en las narices de otros.

—efectivamente, majestad. — opta su papel de mensajero formal y eso me estresa —, incluso los príncipes de Duffy han venido y nos esperan en el campamento, sin mencionar que la Reina y el futuro Rey de Basset han llegado.

“futuro Rey”, la palabra me queda sonando en mi interior.

Y hablando de reyes, olvide que por la mañana el joyero me entregaría algo que mande pedirle desde hace un par de semanas, espero que haya alcanzado a realizar mi pedido, porque me urge posarlo.

—¿Winston vino? —le pregunto mientras avanzamos.

—Sí, alteza, me dejo su encargo, respetando que nadie lo abriera hasta que su real majestad lo haga.

Evito encuellarlo y pedirle que deje de hablarme como si no hubiera confianza.

Abro las puertas de mi despacho y lo primero que veo sobre mi escritorio es el cofre dorado.

Detallo los bordes el tallado de florecillas, es perfecto, la curiosidad me carcome por ver lo que yace en el interior.

—¿De cuándo acá a su majestad le gustan las flores? —mira con duda el cofre.

—deja de hablarme como si fueras un completo desconocido, olvida lo de aquella noche.

Sonríe, sabe que no le pediré disculpas, al menos no directas.

 me palmea el hombro y sigue detallando el cofre.

—¿planeas abrirlo?

—No, es un obsequio.

Me mira confundido.

—¿ya vendrá Agatha? según yo, aun faltan seis semanas para que eso ocurra.

—no quiero a nadie en mi despacho, quiero vigilancia, al menos hasta que entregue el presente.

—ya te dije, faltan seis semanas para que Agatha vuelva, no desperdiciare guardia en un cofre, cuando tú eres la responsabilidad.

—di una demanda, cumple la.

Abro el cofre y lo que veo cumple mis expectativas.

—Santo Dios, el Rey si que sabe dar presentes.

Saco el contenido con cuidado y lo detallo, es digno del que lo da y de quién lo recibirá.

—Winston me sorprende, ¿cuánto tiempo le llevo?

—tres semanas.

—¿tres semanas? —pregunta con asombro, —la amenaza debió haber sido preocupante.

—la amenaza no, la paga tal vez.

Lo pongo de nuevo en su sitio.

—¿ahora entiendes porque quiero guardia?

—Mikael, lo entiendo, pero tu seguridad vale más que eso.

—ya lo dije una vez, Ronald, no insistas y acata la maldita orden.

—¿Por qué tanto afán?

—porque esa pieza, representa el nacimiento de una nación. Quién portara esa pieza hará que cualquiera deje de no verla.

—tus ordenes son cumplidas. —se inclina y sale a llamar a los hombres que requiero.

 

Salgo del despacho y me dirijo al bosque, donde esperan por mi llegada.

Dicho y hecho, cuando mis caballos blancos montados por mi guardia real empiezan a tomarse el lugar, la gente comienza a ponerse de pie, veo el estandarte de Duffy, y a ambos príncipes. Se reverencian cuando mi caballo entra al final, dirijo la vista al sitio de Basset, pero solo veo a Connolly, quién más de fuerzas que de ganas se inclina. Helen hace lo mismo.

Me dirijo a mi sitio asignado.

Comienzan a prepararse y yo sigo buscando no sé qué.

—Alteza, su madre no viene, se sentía indispuesta. —un sirviente me dice.

Asiento, últimamente esta muy indispuesta, ha dejado de involucrarse en los asuntos que a ambos nos competen, ya no sale a esperarme a altas horas de la noche y en el fondo lo agradezco, es desagradable que tu madre sepa que acabas de follar y de beber hasta lo que no aguantas.

—ya estamos preparados. —me informan. 

Asiento y tomo mi arma.

Las mujeres se ponen a conversar y esperar a que los hombres vuelvan, a excepción de una que no veo.

Veo como los demás comienzan a irse en busca de presas.




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