ELOISE.
Me despido de Lilian, cuando su carruaje llega, mientras me escondo del fuerte viento de la tarde.
Voy a la biblioteca y me pongo a hojear un libro que no me es de mi interés, o más bien no le doy la total importancia.
—El libro favorito de Mikael, cuando era pequeño. —volteo la mirada cuando la sombra se acerca.
—¿en verdad? —cuestionó sin sentido.
—Por supuesto, de niños no se despegaba de ese viejo libro.
Le indico que se siente frente de mí.
—para ser sincera, no he leído nada, creí que era insignificante.
—no se pierde de muy buena literatura.
No puedo evitar reírme.
—pero aseguro lo que sea, a que sabes lo que el libro contiene.
—Claro que sí Alteza, sino yo estuviera descansando en un ataúd sin cabeza.
—No sea Drástico, señor Jenkins.
—puede llamarme Ronald. —me sonríe afablemente. —y lo que digo es cierto, cada noche agradezco al representante de Dios en la tierra por dejarme vivir un día más.
—Bien, Ronald, te compadezco, algún día obtendrás tu recompensa.
—Qué el Monarca más caprichoso me vea como un ser humano es la recompensa.
—No solo él, y eso no debería ser recompensa.
—para mí sí, me quito las cadenas que me ataban a un capataz que abusaba de todo quién respirase, me dio de comer y me brindo un título que nadie de mi raza aún tiene.
—¿Mikael?
—Sí, éramos niños, usted se cuestionará como ocurrió.
—sin duda.
—yo era un esclavo, mi capataz era un herrero que hacía los trabajos del palacio, siempre que podía me humillaba y en una ocasión vi aquel niño y ese niño me miro, sin saber nada sobre él y mucho menos yo sin saber de quién se trataba, me señaló con el dedo y unos guardias vinieron a mí y golpearon al herrero. Lloré de desesperación, no sabía a donde me llevaban llegue a un sitio desconocido, me bañaron y me alistaron con ropas que en mi vida había visto, —evoca el pasado— aún recuerdo la exquisita sensación de la seda en mi cuerpo por primera vez. Después de que me calmara, otros hombres vinieron por mí y me llevaron a un banquete, había de todo en la mesa. Y el niño de la tarde estaba de anfitrión.
Desde ese momento supe que mi vida había cambiado, el niño cumplía años y su deseo de ese día fue decirle a su padre que deseaba mi libertad… por primera vez en mi vida dormí en una cama, tuve una almohada y una sábana que cubría mi cuerpo. No me despertaron a golpes, ni echaron agua fría sobre mí. El Rey Albert, hablo conmigo de lo sucedido y me dio la opción de poder ir a donde deseara, o quedarme con ellos. Y claro esta decidí la segunda opción, me criaron como a un hijo, me dieron un titulo y aunque no hago servicio de el, me juré que daría mi vida por los Regan.
—¿te criaron como a un hijo?
—sí, trece años después sigo a la orden del niño que me salvo la vida.
—vaya, ahora entiendo porque tanta familiaridad, no es que este mala, simplemente que es muy raro que un lacayo se dirija con tanta confianza a su rey.
—Al final del día es mi Rey y esta por encima de todos. Sin embargo, hay ciertas confianzas que me permite.
—no sabía que Mikael fuera tan… no sé.
—no se preocupe alteza, hasta yo suelo tener a veces malos conceptos de él.
Reímos juntos.
—y ¿cuál es tú título real?
—Soy un Duque, aunque no lo crea.
No respondo pues Mikael aparece haciendo que borremos la sonrisa al instante.
Nos miramos ambos, pues solo se queda parado como si estuviera pensando a quien corre primero del sitio.
—Majestad… —intenta hablar Ronald.
—si iban a hablar mal de su Rey, me hubiesen invitado, para corroborar lo que dicen. —nos mira a ambos. —me encanta escuchar los conceptos absurdos que se crean de mí.
—Vamos, Mikael…
—¿Qué? ¿Ya quieres dejar de ser parte de Regan y convertirte en un duque de Basset?
Ronald niega, sin siquiera mirarlo.
—eso pensé. Ahora vamos, que ocupo un rival digno para el Esgrima. —sonríe finalmente.
—Uf, creí que moriría por la mañana. — se limpia el sudor imaginario y se inclina ante mí, —majestad, una charla interesante, con permiso.
Asiento y sale.
—¿Asombrada? — levanta una ceja y sus hoyuelos se le marcan con la sonrisa que me dedica.
—¿por?
—el hecho de que mi consejero sea más que solo un consejero.
—un poco, para ser realista.
—si de verdad te interesarás en mi vida, verías que no soy tan maldito como crees… bueno, solo contigo, me caes mal, ya sabes.
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Editado: 11.12.2024