En Otro Reino.

CAPÍTULO 25

AGATHA.

Han pasado varios meses desde que me enviaron a este lugar para instruirme como la futura mujer del Rey de mi nación, vengo de una familia con títulos, pero no los suficientes para que pudiera pasar tiempo con el hombre que en cuestión de tiempo será mi esposo.

Ha sido horrible, tantas normas, tantas reglas, tantas etiquetas y tantos pasos que deberé de seguir en cuanto vuelva. No he logrado aprender en estos meses lo que a ellos les ha llevado toda la vida, aun no puedo siquiera caminar recta y como si no respirase, las historias familiares de cada reino, cada sucesor, cada fecha importante, todo me es abrumador.

Pero más que el como debo de tratar a mi rey, y como es que voy a tratar al futuro heredero de la corona, es que mi esposo será ese dichoso rey y el heredero vendrá de mí. Mikael es un hombre que intimida a cualquiera,  y yo no soy la excepción, dormiremos separados y solo nos veremos para tener intimidad, siempre estaré rodeada de damas de compañía, comeré con ellas y con mi suegra, ya que mi marido es un hombre tan ocupado que será un milagro cuando podamos hacerlo juntos, si algo le tengo que informar será por medio de Ronald, o esperar hasta que tenga una cita para mí, en eventos sociales la mayor parte del tiempo asistiré solo yo, pero no deberé dar mi opinión ante nada político ni demandare los cambios que yo deseé. Todo deberá ser consultado y esperar a que me lo autoricen, solo seré quién de los hijos que mi rey necesite y quiera, estar al tanto de su educación, sus necesidades y ayudarles a crecer, ese será todo mi trabajo como reina consorte, ser un precioso adorno de exhibición de la corona.

Y eso me pone a pensar cada noche, ¿realmente lo deseo? Hace unos meses lo deseaba, pero también había soñado con un matrimonio como el de mis padres, unido y que se amaban todos los días y no solo cuando se podía, ni siquiera puedo mirarlo a los ojos y no sentir tanto su poder. No es un mal hombre, al menos conmigo nunca lo ha sido, pero el hecho de que es mi Rey y que siempre me han enseñado a venerarlo me causa un cierto conflicto, cuando me besa me siento la mujer más dichosa del mundo, no me siento suficiente para él y no creo que eso cambie jamás. es un rey que se fijo en la hija de alguien, a la cual consiente pero que aunque le pongan mil adornos jamás le llegará a su nivel, estamos en escalones diferentes, él arriba y yo abajo...

Miro a lo lejos, el sol comienza a meterse y veo en los viñedos al buen Job, es un chico amable que ama lo que hace, lo he escuchado hablar con los racimos de uva y creo que funciona porque el vino que hace es delicioso, siempre trabajando de sol a sol, siempre risueño y afable. Después de aquí se marcha a su casa y cena con sus padres y sus hermanos, veo como parten el pan y disfrutan hablando de lo que hicieron en su día, donde todos están en el mismo nivel social, las platicas no conllevan demasiadas etiquetas, ni hay mil platillos que aprobar. Lo sé porque lo he seguido, voltea a verme y me saluda con la mano. Yo solo le sonrío y por primera vez toma dirección a mi lugar, la sangre se me calienta y puedo sentir como brota el sudor de mi cuerpo, las manos me sudan y el corazón me late demasiado rápido, nunca he hablado con otro hombre que no sea su majestad Mikael.

—Buena tarde, mi lady. —me tiende su mano y dudo en tocarlo.

—buenas tardes, caballero.

Al ver que no respondo a su saludo baja la mano en seguida.

—disculpe mi atrevimiento, espero que no la incomode.

—no ocurre nada, señor. —bajo la mirada.

—me llamo Job, y creo que no debería bajar esa linda mirada, merece que el mundo la vea.

Sonrió, mi padre me enseño que a los hombres la mirada siempre se les bajaba.

Lo miro y por fin veo de cerca esos rasgos, sus ojos marrones, su piel un tanto morena por el sol y ese cabello color avellana rizado.

Tiene un cuerpo trabajado y una personalidad que grita bondad en todo él.

—¿cuál es su nombre mi lady? 

—Agatha.

—un nombre precioso para una mujer preciosa.

—tengo que irme, un placer conocerte, Job.

Me repito mentalmente que tengo un compromiso y que como buena dama debo solo enfocarme en eso. Es pecado pensar en lo ajeno.

—igualmente mi lady, puede acercarse a platicar conmigo por las tardes, confíe, no le haré daño.

Solo asiento y camino de prisa hacia la casa, mi corazón late como nunca y creo que en cualquier momento voy a desfallecer.

 

 

LILIAN

Desde el comedor del jardín veo a mi hijo caminar de un lado a otro, gritando y demandando cuanto se le ocurre, llega un punto en el cual se detiene, suspira y cierra los ojos como si pidiera un deseo o soportara una tortura.

Eso hace que me recline en mi asiento, dejo el té y me enfoco en eso, veo su mirada distante, pero su cuerpo a unos metros, suspira, traga saliva y niega por fin.

No hay nadie que conozca lo que realmente pasa por esa gran mente, ni siquiera yo, pero sé que algo lo está carcomiendo, pero no sé que sea y eso me tiene con gran preocupación.

Yo crie a ese hombre y me aseguré de que no tuviera puntos de quiebre, que sus cimientos fueran estables y que no se derribarán con facilidad, al menos que fuera por algo primordial y aun asi no lo tiene permitido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.