En Otro Reino.

CAPÍTULO 26

ELOISE

Llevo semanas recibiendo cada domingo ramos y ramos de narcisos, al principio creí que era solo la gente de mi pueblo enviando como obsequios, pero son flores difíciles de conseguir y que aquí en Basset suele ser muy cara, al principio llegaban sin nota, pero después estas comenzaron a aparecer. No niego que el corazón se me engrandece cuando leo, pero la decepción llega cuando ese admirador pone como firma: Narciso.

Eso no me dice nada, sin embargo, adoro la forma en la que me escribe, las notas suelen venir tan escondidas que me ayuda a buscarlas mi dama de compañía. La adrenalina que siento al leerlas, porque es prohibido que una mujer reciba cartas de un desconocido y más que esa mujer este comprometida.

Releo las que tengo, suelen ser cortas, pero profundas.

 

“te preguntarás, por qué solo te las envío en el séptimo día de la semana, pues la respuesta es, por qué ese es mi único día libre, donde tu recuerdo abarca por completo mi pensamiento.” -NARCISO.

 

“Majestad, quisiera poder ver su reacción al recibir las flores, muero por verla en verdad, pero aún no me armo de valor suficiente para que me vea, ya que no me podría contener y me lanzaría sobre esa boca que tanto me tienta”. -NARCISO.  

 

“una mujer en el poder me era una ilusión, pero cuando la veo portando ese título ante su pueblo, hace que mis extremidades se vuelvan nada” -NARCISO.

“Pese a que hoy no es séptimo día, mi mente se ha encargado de pensarla todo el día, quisiera ir por usted, subirla a mi caballo y llevarla lejos, donde solo existamos los dos, sin embargo, recuerdo que está comprometida y aunque la boca me sabe a hiel, debo de respetar que no será nunca mi mujer”

-NARCISO.

 

Y la ultima nota de hoy es muy corta.

“SI USTED SUPIERA LO QUE CAUSA EN MÍ” -NARCISO.

 

 

No sé por que pero me siento tan acalorada, debería de estar mandando a buscar a ese hombre y mandarlo preso por sus atrevimientos, pero muy en el fondo no quiero pararlo, aunque debo hacerlo. Sé que no es Arthur, él jamás usaría un seudónimo. Me he molido la mente tratando de pensar quién puede ser, pero no logro evocarlo.

En otros temas, ha pasado tanto tiempo de no saber nada de Mikael, nada de Regan, solo Ronald ha pisado mi reino y solo con fines políticos, nada personal y eso me tiene un poco mal, el que no mencione a su jefe.

 

He tenido una semana larga, he ido a visitar los terrenos que se usaran para las escuelas, he indagado para saber que lo que pido se cumpla con mis ordenes, sé que asi será pero no me es conveniente estar en casa siempre, soy una mujer que le encanta hacer cosas al aire libre y dejar de pensar por un instante que solo soy la reina.

 

—Majestad, tiene visitas en el palacio. —me dice un sirviente.

—Nombres.

—Su majestad Mikael Regan y su alteza real Arthur Connolly.

El corazón me retumba y ni siquiera sé por cuál de los dos hombres.

Me apresuro al carruaje y me abanico la cara cada que puedo, esos dos solos no me inspiran confianza.

Después de unos minutos llego y no dejo que me anuncien, entro lo más rápido que puedo y observo que la distancia entre ambos es enorme, mis ojos se fijan en el hombre de pelo negro y ojos oscuros, mientras que él me mira enarcando una ceja. Rápidamente me enfoco en mi futuro esposo y es a quien me dirijo.

—¿Qué ocurre? —lo cuestiono.

—no tengo idea pequeña, yo creía que me habías mandado traer…

No termina pues lo cortan de inmediato.

—Nada de pequeña, eso déjalo para el privado, delante de mí ella es superior a ti.

—Majestad, no sé si está enterado, pero en cuanto nos casemos el título de Rey también estará antes de mi nombre. — Arthur se dirige a Mikael y este se pone de pie y se dirige a nosotros.

—¿Por qué lo dices tan seguro? — se acomoda la chaqueta y eso me tiene preocupada.

—Mikael, él solo…

No me determina y sigue observando a Arthur, como si deseara partirle el cuello. Ronald, se posa tras él y yo ruego a Dios que pare.

 

—por qué así ocurrirá, ¿cierto, pequeña? — le responde Arthur con agallas.

Asiento y pego el brinco cuando Mikael comienza a carcajearse, da media vuelta, respira hondo, se endereza y cuando voltea su cara dice “Corran”.

—Connolly, Connolly… —se dirige al trono de mi padre, le pasa el dedo y detalla que no le haya quedado polvo en ellos, — Para ser un Líder, Jefe, Representante o Rey, hay que saber elegir contrincantes, hay que saber elegir momentos, hay que ser los primeros en todo, hay que ser los más fuertes y no confiar en cualquier pelele, —toma asiento en el lugar de mi padre y eso me eriza los vellos del cuerpo. —¿crees que este trono será tu lugar?

—no lo creo, lo será y no debería estar sentando donde no le corresponde, no es su trono, alteza. —tartamudea con lo último que dice.

—en la silla que sea que me siente, se convierte en mi trono, ¿sabes por qué?... por qué soy el Rey más poderoso, por qué tengo tanto poder que si quiero destituyo al que me plazca. Y justo a eso vine.




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