En Otro Reino.

NARCISOS EN UN CUMPLEAÑOS (PARTE 1)

ELOISE.

La mañana me despierta, el himno de Basset retumba por el palacio, hoy es mi cumpleaños, la servidumbre entra a alistarme para la mañana, ya que he de salir al desfile a ver a mi pueblo que espera ansioso el momento.

 

Una vez que estoy preparada bajo para salir, mi madre me ve y se emociona, me abraza y me bendice, estamos ansiosas por subir al carruaje y comenzar con la ceremonia…

Un enorme ramo de narcisos esta en medio de una mesilla principal robando mi atención al instante. Con prisa tomo la nota.

—Llegaron en la mañana, Majestad. —me informa un mayordomo.

—Gracias.

Leo la nota, con emoción e ilusión:

Imagino como será su rostro cuando lea esta nota, si se ruborizará o se enfadará.

Sin embargo, deseo que sienta lo mismo que yo al escribirla,

que sienta como el mundo le tiembla y como mis manos desearían tocarla y terminar con ese escalofrío.

Me es imposible acercarme de forma personal a usted y hacerle ver las maravillas que puedo ofrecerle,

me conformo con imaginarme como es su cara al leer mis versos y por ello me atrevo a preguntar si en algún momento sería capaz de que mi sueño de tocarla sin temor se cumpla.

En fin, mi querida Reina Eloise de Basset, espero que su cumpleaños sea exquisito y que pese a que solo en su palacio hoy adorna un insignificante ramo de narcisos,

cuando salga al pueblo vea mi infinito deseo por usted, podría decir con cierta seguridad; mi infinito amor que le tengo y se lo demuestro con las calles llenas de su flor preferida.

Me inclino ante usted con todos los honores, con todos los protocolos, me convierto ante usted en su fiel seguidor y su fiel protector si me lo pide.

Con amor, Narciso.

La sonrisa inunda mi cara, me escondo la nota y salgo dispuesta a ver dichos arreglos.

Y como bien decía la nota, las calles están repletas de narcisos, el amarillo y el blanco de las flores destacan por su continuidad.

—Alguien debe de apreciarte demasiado, porque me pidió que dejará que arreglaran las calles con tu flor preferida, esa persona corrió con los gastos.

—¿Te lo pidió personalmente?

—No, fue un sirviente el que vino y no pude negarme, la flor es escasa y demasiado costosa aquí.

—buen gusto, las calles se ven radiantes.

El desfile sigue, he de mencionar que mi madre ha excedido con el.

Llegamos al centro del pueblo y los puestos de golosinas y el escenario de las actividades que habrá por la noche me dejan impresionada.

Es un día festivo la gente va y viene, me saludan a través del carruaje y yo sonrío con fervor. Amo a mi nación y cada mañana ante el consejo deseo dar lo mejor de mí y espero que me aprueben mis proyectos esos que no solo harán a los Bassetistas más educados ni con mejores empleos, sino una nación de equidad. 

 

 

La noche llega con rapidez, a través de mi ventana veo como los carruajes llegan con continuidad, me terminan mi peinado y comienzo a vestirme, una vez que todo esta como debe estar, me coloco finalmente una tiara de perlas.

El vestido es color plateado claro, como accesorio me pongo una gargantilla de piedras azules que destacan.

Al momento de bajar, la música, las risas y el bullicio de la gente me hacen sonreír. Mi madre como ya mencioné no se limitó.

Los arreglos que hay me fascinan, la comida no falta al igual que la bebida, la gente baila y disfruta del momento.

Saludo a los Duffy y aprovecho para ver donde se encuentra la princesa, la cual parece ser que el palacio se la comió ya que no la veo por ningún lado.

Saludo a los tres Connolly, quiénes mantienen una continua guerra con los Duffy, la cuál hace que sean rivales pero que en situaciones como estás estén unidos y mostrando una verdadera tranquilidad, algo que jamás he de entender.

—Pequeña, te ves radiante… belleza… esa es la palabra.

—mi Arthur, gracias. —dejo que me bese la mano y me escolta a seguir saludando.

Veo a la reina madre de Regan y el corazón me tambalea un poco.

Me acerco con seguridad a ella, pero en realidad solo espero que su hijo este aquí y no sea un dolor de cabeza.

—Majestad, feliz cumpleaños —me abraza y elogia mi vestido.

—Me alegro que hayan venido… —busco a su hijo, pero no lo veo de cercas.

—Mikael no ha venido, dijo que tenía unos asuntos que realizar, que se disculpaba.

—Lilian, no tienes que disculparte en su nombre.

—ha estado ocupado resolviendo una y mil cosas…

Me dice todo lo que puede para cubrir el nombre de su amado hijo, pero nada de lo que diga quita el hecho de que lo estaba esperando aquí.

Sonrío, me comenta que vino en compañía de Ronald, pero que de un momento a otro ha desaparecido.

Continuó con las presentaciones y viendo como la gente baila en la pista, veo como las chicas ven con ojos de amor a sus compañeros y otras con indiferencia, me gusta ver el lenguaje de las miradas ellas lo dicen todo.

—pequeña, he de invitarla al centro a bailar. —me dice el segundo heredero a la corona de Connolly.

Me toma de la mano y cumple con su petición, muevo los pies al ritmo de los violines y me dejo llevar por el hombre que se mueve frente de mí.

Arthur suele ser muy despistado para muchas cosas, pero sin duda es un excelente bailarín.

Su pelo le brinca en la frente y el sudor comienza a tomarlo, la sonrisa no deja nunca su rostro y eso me llena el alma… siempre me había preguntado si se podía querer a dos personas al mismo tiempo y creo que…

De la nada la música se detiene y unas trompetas suenan en la puerta, en menos de nada la Alta guardia de Regan se toma el lugar. Vestidos con su traje negro y rojo. Las personas se detienen y se miran con horror, la Alta guardia solo le sirve a una persona.




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