En Otro Reino.

CAPÍTULO 38

ELOISE 

 

—Te ves ausente, ¿En que puedo ayudarte? 
 

me dice mi madre mientras veo como la lluvia golpea el piso de piedra del exterior.

—No pasa nada, ¿Soy la Reina que podría pasarme, si todo lo tengo? —Me trago el nudo que se forma en mi garganta. Tengo días sintiéndome insuficiente hasta para parpadear, siento que no doy todo de mí.

 

Se sienta frente de mí, me toma la mano y se dispone a seguirme viendo la lluvia caer.


 

—Desde siempre te ha gustado observarla cuando cae, de niña te escapabas y te ensuciabas de barro, tu padre solo se reía mientras yo me mortificaba por que no te fueras a resfriar.

—Lo recuerdo, no tenía ni idea de nada, solo me concentraba en jugar. Era solamente una niña dispuesta a ser feliz. 

—Y cuando Lisa y tú se juntaban eran imparables, molestando al pobre de Andrew… Y ahora que recuerdo Lisa nunca ha aceptado a Arthur, siempre le hacía muchas maldades.

 

No puedo evitar reírme.

—Aún recuerdo cuando soltó al perro del guardia e hizo que persiguiera a Arthur por todo el centro del castillo. —Le digo y se ríe.

—Lisa era muy persistente, Recuerdo cómo traumaba al pobre de Mikael.

—¿Pobre de Mikael? Es la primera vez que escucho que alguien lo llama pobre.

—Es que en realidad Lisa era muy persistente con El Niño que era muy tranquilo, ya después creció y forjó su carácter, de Niño nunca fue como lo es ahora.

—De él no tengo recuerdos, se supone que mi padre sí tenía contacto con Albert.

—Él no solía venir, él único que venía era Albert, y cuando nosotros íbamos a Regan él siempre prefería ocuparse de otras cosas, además de que siempre compartía tiempo con Ronald.

—¿En que cosas se podría ocupar un Niño de esa edad?

—Estudiar, siempre le ha interesado el estudio, o Lilian se lo inculcó no sé…, creo yo que ha sido el Rey más preparado que conozco…

—Está más que claro, engrandeció más a su nación y aumentó el temor cuando se posicionó en el trono. Sin mencionar que siempre ha defendido en persona las fronteras de su nación, y ha salido a tierras lejanas, pero nunca con los que tiene acuerdos. En fin, él y su rara forma de actuar.

—Enigmático. —se rasca una ceja, para evitar reír.

—un imbecil, con todo respeto.

—Una parte, te noto enfadada y no creo que sea por él.

—No, ni siquiera sé cómo me siento. Y no sé porque todo gira en torno de ese humano perverso.

 

Sigo mirando la lluvia, el recuerdo de una niña mojándose y brincando bajo la lluvia toma mi mente.  Al igual que el recuerdo de un niño de pelo negro sentado bajo una sombra leyendo un libro, pareciendo un hombre sabio de cincuenta años, que parece que ya sabe todo de la vida, que miraba con aprecio las letras del viejo manuscrito. desde ese instante me cayó mal, no sé si fue porque no me vio, no me dio mi pelota o por la sabiduría y seguridad que destilaba un Niño de diez años, resplandecía como una lámpara, desde ese momento supe que ese Niño mimado sería superior a muchos.

 

la voz de mi madre me saca de mis pensamientos. 

 

—Todas nos ponemos melancólicas antes de casarnos, pero en ti veo tristeza, duda…  —continua hablando mi madre. —Nada mejor como hacer una locura antes del día de la boda.

 

Se pone de pie y me tiende la mano.

Se la doy y la sigo.

Llegamos a la puerta y al abrirla la brisa del agua nos moja la cara. Salimos y comenzamos a mojarnos.

 

—Nunca había hecho esto, y me estaba perdiendo una gran experiencia. —Se ríe.

—y yo me había olvidado lo que se sentía.

Me abraza y comienza a llorar.

—Tu padre siempre confió en ti, pero dudo en respecto al trono, por ello escribió esa carta, dijo que si lograbas convencer a Mikael podrías con todo. —suelta de repente, sin embargo no me sorprende.

—No se como me hace sentir eso.

—En el proceso convivieron, y era inútil que no te pusiera a dudar. ¿Por eso estás así verdad? ¿por él?

—¿Dudar en que aspecto?

—En todos. Admito que enfrentarte a él te dio la valentía que no te había visto nunca, decidiste y seguiste con tus planes de las mujeres en una guardia, te saco de tu caparazón, lo retaste y lo evadiste, eso deja estragos.

—¿Estragos, en dónde?

—En el corazón.

—Lo sé. Pero recuerdo que me dijiste que no me enamorara del Rey, y por ello es que quiero sacarlo de mi sistema.

—Tú no te enamoraste del Rey, te enamoraste de Mikael Regan Redmond. —No le respondo nada y continúa, —Aún hay tiempo, siempre lo hay pero a veces se llega demasiado tarde.
 

Asiento y bailamos bajo la lluvia, mientras reímos como nunca lo hemos hecho, con soltura y siendo nosotras mismas. Siendo la mujer que aún recuerdo de hace un año, cuando la corona aún no recaía sobre mis hombros. 

 

Mi madre decide que irá a bañarse y me deja sola, yo me encamino al Kiosco y pido una toalla para secarme, no ha parado de llover, el cielo centellea y los truenos hacen temblar la estructura en la que estoy.

 

Observo las nubes y parecieran que las tendré a mis pies en menos de nada, no sé que estoy haciendo con mi vida personal, con lo que queda de Eloise Maureen Basset. Ella también merece un anhelo, ser feliz. ¿O es que realmente murió? ¿qué si es un duelo dejar de ser quién eras?…, pues lo es, duele dejar ir a alguien que era libre en ciertos modos, que no caía tanto sobre ella, la corona no es fácil y mucho menos se debe renunciar. sé que con el tiempo he de aprender a ser la monarca que quiero ser, sin embargo aún le lloro a esa ingenua joven que tenía tanto planeado, una dicotomía entre el tener el poder o no, renunciar o seguir..., recuerdo a mi padre diciéndome: 

“Siempre debes continuar, nunca se renuncia cuando el poder llega a ti, el que continúa siempre llega a ser recordado, el que se rinde se recuerda en pocas ocasiones y es para no seguir sus pasos”. 




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