En Otro Reino.

CAPÍTULO 39

Mikael.

 

Han pasado cuatro días después de que me marche de Basset, observo por la ventana como los sirvientes empacan mis cosas para irme a descansar unos días.


 

Observo las pinturas qué hay en la galería, detalló la de mi madre vestida con una armadura y me es inevitable no sonreír.

De Niño solía leer sobre amazonas, sobre esas guerreras míticas, como luchaban contra los males del hombre, leía sobre Artemisa y sobre como infundía su valor a los mortales.

Yo tengo una de carne y hueso en el palacio, luchó contra los hombres y lucha contra ella misma, ha luchado miles de días y noches tormentosos por sobrevivir y no he conocido a nadie más valiente que a la Reina Madre, mi madre.


 

—Buenos días, señor, ¿Listo para dejar el trono por unos días?

Desvió la mirada del cuadro y observo a mi camarada.

—Casi no te reconozco, —me rio, —te sentó bien la propuesta te ves más hombre.

—Oh, te aseguró que sigo siendo el mismo.

—¿Salió bien todo?

—Efectivamente, me desposaré con una gran mujer, tendré muchos hijos y me meceré en la silla con ella después de un día agotado, hablaremos de lo irritante que es mi jefe y ella se compadecerá.

—En hora buena. —me encamino a la salida y me sigue.

—Actos protocolarios mi madre se encargará, tú de apoyo. —me recargo en el umbral de la puerta y enciendo mi puro.

—En otras noticias, Eloise está arrasando en popularidad con su nueva guardia de damas muy fuertes, —se ríe, —se lo tenía muy guardado, me sorprendió la AGRB. Escuche que ya luchaste con algunas. ¿Cómo vas a proceder con ellas?

—Los rumores corren rápido, son un montón de Hormigas, —expulsó el humo —y admito que la sorpresa también me tomo a mí y lo bien entrenadas que están... En fin, aumentaremos el entrenamiento de mi ejército y de mi guardia que se aumente el doble, me cayeron bien pero no por ello voy a dejar que los míos queden fuera.

—Entendido, señor.


 

Salimos me entregan mi maletín y antes de subirme al carruaje me dice en voz baja.


 

—Tus infiltrados me informaron

que ella sale a Connolly esta noche. ¿Procedo a algo?

—Síganla, no queremos sorpresas como con Chapman.

—Me atrevo a diferir contigo esta vez, ella ya no es la misma que cuando lo de el estandarte de la Cabra. Ahora se protege más y ha sacado las garras que estaba escondiendo.

—De igual manera no está demás, no la he estado protegiendo desde que se sentó en ese trono para descuidarla ahora. Por cierto, la dama de compañía que le asignamos no me ha reportado nada.

—Bien, yo me encargo de eso. Pero lo más recomendable es que una vez que se una con Arthur retiro a mis hombres  y a todo aquel que esté cercas de ella, no quiero perdidas Mikael, ella podrá interesarte pero importa más un hijo de Regan que alguien que no es de este reino, no queremos caídos nuestros por guerras ajenas, y antes de que refutes eso lo decretaste tú.

—Lo sé…

—Por eso ibas a enamorarte de alguien de tu reino, para no tener lazos extranjeros que perjudicaran tu nación, pero tú mandas, yo solo soy el consejero.


 

En el carruaje me duermo y cuando despierto los nervios me absorben, veo la colina más cerca y decido no entrometerme con lo que se viene, las perdidas de Connolly en aumento deben cesar porque eso implica pérdida para Basset y no quiero meterla en una guerra que sé que con otros podrá ganar, pero conmigo no.


 

Me reciben en la entrada del castillo, el  viento frío se siente y tomo la capa de piel de oso que alguna vez me regalo Rufus.

Me adentro y la cena ya me espera, pato en salsa de ciruela, me siento y como en compañía de sirvientes que parecen estatuas y aunque me incomodan es parte del protocolo.

El silencio es liberador pero a su vez los pensamientos me inundan y esas mismas cosas como siempre se vuelven monotonía.


 


 

En regalo de que el 20 fue cumpleaños de Mikael y conoció a Eloise
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.