En Otro Reino.

CAPÍTULO 41

MIKAEL


 

Estoy dispuesto a ponerme en pie, ya que el viento comienza a soplar más fuerte y si hay algo que detesto tanto como perder es tener frío.

—Apenas llegó y tú planeas irte… — la voz que escucho hace que mi cuerpo tiemble sin que yo le conceda, ni por el efecto del viento.

Giro a verla, y siento que el alma se va cabalgando junto con la tarde.

Trae su ropa habitual, el peinado ya un poco desarreglado hacen que me imagine cosas que no deseo.

—¿Qué sucede? ¿Te comieron la lengua tus mujeres? —me mira con altivez.

Una risa débil sale de mí, sigue con lo mismo.

—No, sino que no era a quién esperaba ver.

—¿Por qué? Tenemos contratos, entre muchas cosas más.

—Sabes a lo que me refiero, tú con ese feo vestido de novia, esas capas con un estandarte no muy agraciado como el animal que los representa.

—Oh… Pues sé que lo que dire te alegrará y hará que crezca más ese orgullo tuyo que tienes… —Sonrió instintivamente. —La boda se canceló, al igual que el compromiso.

Le tomo las manos y observo que ya no trae el anillo de aquel vecino.

—¿en verdad? ¿Por qué?

—Por supuesto, los diarios han hablado de eso toda la semana, vine hasta hoy porque tenía que posicionar a mi alta guardia como se merece, al igual que Inaugure dos escuelas para las niñas Bassetistas y una para las mujeres que desean ser militares en el futuro —se yergue y junta las manos al frente, no me baja la mirada y pareciera que me da toda esa información como diciendo “Estoy haciendo las cosas bien”. —y con la segunda pregunta, alguien me inspiró a seguir experimentando mi etapa de Mujer a Reina, me di cuenta que no deseaba casarme con Arthur, lo dejé de querer hace mucho tiempo y no quería darme cuenta de que a quien amaba era a otro.

—¿Qué amas de ese otro? —Me acerco con lentitud hacia ella.

—A parte de su obstinada forma de ser, su valentía, su ingenio, y todo lo que forma a ese ser, también está el que no me ve como su sombra, no me eclipsa ni lo eclipso, nos vemos como dos competidores que van por los mismos objetivos.

—Vaya, que hombre tan excepcional.

—Por supuesto, —deja de lado el protocolo y me abraza, mete la cabeza en mi cuello, —Eres tú el hombre al que amo.

—Y el amor  qué hay en mí siempre será correspondido hacia ti.


 

Me olvido del frío y me concentro en el beso que ella me roba, no puedo negarme, jamás podré.


 

—¿Has visto los periódicos?— me pregunta de pronto.

—No, ¿Qué sucede con eso?

—Tras mi ruptura de compromiso, el pueblo de Regan está exigiendo que te cases, se han manifestado fuera del palacio, tu madre y Ronald están haciendo lo posible por tranquilizar las masas, pero la gente está exigiendo más de ti…

—¿Tan grande fue el impacto de que dejarás al príncipe?

—Lo mismo que te exigen a ti, me exigen a mí. Yo he calmado un poco con las obras que he hecho. ¿Pero que más le pueden exigir al hombre que a pesar de lo costoso  que es ser un Regan, les brinda lo mejor?


 

Las últimas noches que pase en el centro de Redmond, escuche en las cantinas que se esperaba de mi que ya diera herederos, que la imagen del monarca debería cambiar, que los sueños de la gente es ver a su soberano de la mano con una Reina, un equilibrio en mi vida para dejar de lado las fiestas y los rumores de un hombre que se olvidaba por las noches de quién era.


 

—Pues, tendrán eso, tengo que calmarlos y en el fondo se que debo dejar a alguien en mi lugar algún día. —la miro y lo que siento deseo que no se haga realidad.

—Mikael, te amo, no es mentira… —baja la mirada, —sin embargo, no deseo casarme aún, contigo lo tendré todo eso no me queda duda y yo te daré lo mejor de todo lo que tengo también, incluso mi vida… pero a penas comienzo a recorrer un camino en el que tú ya tienes experiencia y quiero conocerme más.


 

Sabía que diría eso.

Me quitó el anillo por el que grandes y débiles han peleado.


 

—Aún así, déjame ser tu escudo, déjame ser aquel que te dé La Paz para que puedas conciliar el sueño cuando tengas días malos, déjame ser aquel que te guíe cuando te sientas perdida y aquel que te saque las mejores sonrisas, el mundo que desees estará a tus pies… —me pone la mano sobre la boca, callando mi discurso.

—Por favor, para…

—Sé que no cambiarás de opinión y eso me enorgullece más que nada, y jamás te presionaría para que lo hicieras, solo que se lo que viene… — le tomo la mano y le pongo el anillo. —A partir de ahora tienes al aliado más deseado, pero si hay alguna traición tendrás al enemigo no deseado. Más que una ameniza es un recordatorio, podrás tener mi corazón a tu Merced, pero mi nación es aparte y esa le pertenece a toda mi gente.

—Jamás te he de traicionar, y también a partir de hoy mi alta guardia y mi ejército te han de servir como lo que eres. —se ajusta el anillo, —Pero, pese a la gran pedida de mano que me has hecho y que acepto en algún futuro, si te cansas de esperar podrás hacer tu vida, y yo te seguiré con la misma fidelidad…

—No quiero casarme con nadie que no seas tú.

—No, amar es ver al otro libre siendo tuyo. —se quita el anillo y lo pone en mi dedo, —Este anillo me demuestra cuánto me amas, pero te lo regreso porque ese anillo pertenece a ti, a tu lado y una muestra de ambos de que el amor va más allá de lo material. Y de que debemos de respetar la individualidad del otro.


 

Nos vamos a dormir juntos, esta noche hemos establecido lo que no esperábamos, su gato me mira y me ronronea cuando me le acerco. Es agradable el animal.


 

Tres semanas pase al lado de la mujer que me ha robado todo lo que habitaba en mi corazón, un amor que se eleva a mi cabeza y la mujer que jamás se irá de ella.


 

Nadamos, pescamos, leímos, jugamos, hicimos el amor, nos miramos en silencio bajo la luna, la abracé cuando la tormenta llegó, cocinó para mi, le toque el piano para ella, nos dimos masajes y nos contamos secretos, leímos en silencio y en voz baja, pintamos y escribimos, me bordo pañuelos con frases que nos dijimos como: “En Otro Reino estoy, pero siempre una parte de mí se queda en ti” O  “Tu sonrisa la más exquisita poesía”.  Con sus iniciales.




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