MIKAEL.
Verla me mueve todo, me hace más confiado, más feliz, más todo.
No la despido, porque se va sin hacer ruido, aparentemente. ¿En que nos metimos? ¿Por qué llegamos a esto? Somos solo un par de cobardes que no son capaces de demostrar lo que sienten, y ahora tenemos que vernos de lejos o tal vez ya jamás volver a hacerlo. Lo sentí como una despedida. Veo la mañana tomarse el día, el viento fresco sopla y me eriza la piel mientras estoy en el claro que alguna vez la traje, vivir de recuerdos, eso es lo que hago. Me quedo por un tiempo, en lo que escucho el viento soplar y las ardillas andar rápidamente. Mi caballo me espera. Me acuesto en el húmedo pasto y cierro los ojos por un instante, siento que se me brota una lagrima, una lagrima que jamás existirá para nadie.
Cuando llegó al palacio me dispongo a ir a tomar el almuerzo y veo a la mujer que me espera con una linda sonrisa, mentiría si dijera que no me he detenido a observarla, pero no es…
—Buen día, Majestad.
—Buen día, Estela. —Trato de saborear su nombre, pero no me sabe a mucho.
Tomo asiento y rápido un sirviente me destapa mi platillo y otro el de ella.
—¿Podemos hablar sobre la dichosa noche de bodas?
La miro y veo cómo se sonroja mientras esquiva mi mirada. Es el primer almuerzo que tomo con ella y me sale con esto.
—Está noche, así que tendrás que evitar salir al pueblo por tiempo indefinido.
—Como órdenes.
No digo nada y continúo con mi comida.
—¿Puedo preguntar dónde estuviste todo este tiempo?
—Resolviendo algunos asuntos, pero ya me desocupe. —creo, me encerré en la cabaña, sentía que ese lugar solo nos pertenecía a ambos, aún lo es, pero quería quedarme encerrado en ese sitio.
No dice nada solo me sonríe.
—Tengo asuntos, me ausentare todo el día, pero no te quedes dormida, espérame despierta.
Nos ponemos de pie y le beso las mejillas.
—entendido, Majestad.
Salgo del palacio y me pierdo todo el día fuera, debido a que Andrew Duffy ha venido a tratar algunas situaciones respecto a los muelles que compartimos.
Entre beber y festejar el día se me va. Cuando subo al carruaje la vista se vuelve doble y siento que todo me da vueltas. Pienso y pienso, han pasado meses desde que me casé y no he tenido relaciones con nadie, raro en mí. Pero si ella, que solo me había tenido a mi decidió acostarse con ese bastardo ¿Por qué yo no? Así tal vez nos olvidemos más rápido del otro. Tal vez ella ya me olvidó.
Cuando llegó al palacio me voy a mi habitación y tomo un baño, me visto y me perfumo.
Salgo cuando ya no se escucha tanto ajetreo y me dispongo ir al ala contraria, abro la puerta y la mujer que me espera con un camisón blanco me hace detenerme, una vez que haga lo que tenga que hacer habré consumado el matrimonio, y puede que no la quiera con locura, pero las posibilidades de que ella se vuelva la madre de un heredero da para que le convierta el altar más grande de mi nación, le respete y deje de fantasear con cualquiera de las cosas que hago. Por ello he esperado tanto.
Me mira y me sonríe con nerviosismo.
—Buenas noches, Majestad.
—Buenas noches, Estela. —le besó de nueva cuenta sus mejillas.
—No sé que hacer.
Sonrió sin ganas.
—Te he de indicar todo en su momento. ¿Te sientes cómoda?
—Confió en ti, señor.
—Bien, linda. —Estoy nervioso, esto conlleva demasiado. Trato de tragarme el aire que respiro.
Le desabotonó la bata y con cuidado veo su ropa de encaje del mismo color que lleva por encima.
Me saco mi ropa y veo como su respiración se agita, claramente es algo desconocido.
—No temas…
—No temo, pero hasta hoy me di cuenta quién es mi esposo. Hoy hemos hablado por fin y no sé si es un sueño.
Le besó el cuello y la atraigo hacia mi torso.
—Entiendo.
La dejo caer con cuidado a la cama, puede que no era lo que planeaba con ella, pero tampoco es como si la voy a tratar con desprecio en esta su primera vez.
Sus ojos me miran con firmeza y me hace una señal de afirmación con su cabeza, nos fundimos en el otro y mi mente queda en blanco. Le recuerdo que todo estará bien, dejo que me abrace y yo le acaricio la cara mientras nuestros cuerpos se mueven en el mismo compás.
—Lo estás haciendo muy bien.
—Gracias, Señor.
Cuando termino me muevo a un lado para recomponerme mientras ella cierra sus ojos. Evitó cualquier pensamiento que ahora me quiere invadir, porque al menos esta noche le debo el respeto a quien está a mi lado, o eso quiero convencerme.
A la mañana siguiente volvemos a repetir la acción, en la noche de lo mismo y así nos vamos por dos semanas en las que solo me aseguro de hacer el trabajo que después ella se encargará de criar. Cada día la he eliminado de mi sistema, pienso que podría hacer una buena vida con Estela, todo el mundo la ama, es carismática y sabe de números, es noble de corazón. Pero cuando salgo de la habitación, mi mente es inundada por unos ojos color acero y un cabello color rojizo como las hojas del otoño.
No hago más que beber y perderme en los club que frecuento, todo el mundo murmura que ha pasado con mi esposa. Pero nadie sabe lo que le pasa a su jodido Rey. Se suponía que amaría a la mujer con la que me casara, se suponía que la iba a idolatrar como a nadie ¿Donde está el cuento que me vendieron de Niño? ¿Donde están los besos cálidos y masajes llegando a casa con la mujer que lleva tu nombre, la confianza y las risas despreocupadas? «En otro Reino». Me estoy volviendo un rey amargado. Y yo no era esto.
Han pasado cuatro semana desde que no estoy con Estela, solo tuvimos intimidad por dos semanas y tal parece que pudo haber funcionado ya que no ha presenciado sangrado en estos días, todo el mundo la está atendiendo, cuidando y complaciendo, hasta mi madre ya viene en camino para asegurarse de que vaya todo bien. Una semana más esperaremos y se dará la noticia, mi madre nos escribió que le preguntáramos sobre sus periodos y dijo Estela que jamás se le había atrasado, por lo que la reina madre afirmó un posible embarazo además de algunos síntomas que ha presenciado.
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Editado: 11.12.2024