Mikael.
No salgo de mi habitación desde hace meses, incluso hasta mande traer el piano, lo toco con pasión mientras tengo los ojos cerrados, las notas salen melancólicas, amargas y llenas de ira, el alma se me está avejentando, no me he visto en el espejo desde que me vi con ella aquella vez en su palacio.
Nadie entra más que Ronald y puedo asegurar por cómo me ve que no soy el mismo. La barba la dejé crecer y el pelo también.
Mi madre al inicio tocaba la puerta, después de dos semanas se cansó.
Aún no hemos hablado sobre su nuevo secreto, pero me imagino que sabe que lo sé.
Sigo presionando las teclas con desesperación, el viento esta feroz y mueve las cortinas los truenos suenan y los relámpagos brillan. Ha sido una mañana tormentosa.
Del embarazo de Estela mi madre se hace cargo, esa es su labor y en la única que debería estar enfocada, Ronald me pasa cada detalle del embarazo, ya el vientre se abultó ya son cinco meses los que tiene ella, parece que todo va en perfecto estado, aunque no me ha parecido el hecho de que ella haya incumplido mi orden de bajar al pueblo en este estado.
Siempre me pasa lo mismo, termino de tocar y siento las mejillas mojadas. Me quedo viendo el exterior, como los árboles se mueven con el viento y las finas gotas de lluvia que caen. Me limpio y me pongo de pie, ya han sido tres meses aquí, estoy enojado conmigo mismo y a la vez quiero abrazarme y seguir, pero la pesadez que siento es abrumadora.
Miro a la nada, me siento incapaz, me siento débil y me enoja porque yo soy quien puede con todo.
Llaman a mi puerta, aún no es hora de mi almuerzo. Dejo que pasen ya que él único que sube es mi consejero.
—Pasa. —digo.
—¿Todo bien? Dejaste de tocar después de parecer desenfrenado.
—¿Qué ocurre?
Debe ser de importancia porque está aquí en un tiempo que no se le ha exigido.
—Han atacado la frontera sur.
Sigo viendo el paisaje que me brindan afuera.
—Aquí es donde preguntas quien.
—¿Debo preguntar quién? Tu responsabilidad es decirlo.
—No se sabe, pero los soldados son de Basset.
—¿Entonces el ataque es por parte de Basset?
—No, alguien más los comanda, pero los soldados son de Basset. Esa información la han dado nuestros infiltrados, pero sospecho de que sea el esposo de Eloise, porque como sabes Connolly sigue siendo parte de nuestro tratado, entonces les conviene usar el ejército de Basset, para que el ataque recaiga sobre ella, o no.
Me doy la vuelta quito la sabana que cubría el espejo y me miro después de tanto tiempo, la barba está demasiado larga y fea, el pelo se me ha llenado de canas, mas de las que tenía, son herencia de los Regan, mi padre a mi edad tenía completamente blanco el pelo, y ahora yo, ya no solo tengo el lunar que tenía en el lado izquierdo, sino también ya tengo en el derecho y son muchas.
Me siento fatal por el descuido.
—¿No dirás nada?—pregunta molesto.
—Tráeme al barbero, junta a los hombres necesarios y manda a cubrir esa área.
—En seguida, Majestad. —dice sonriente.
Sale y me dirijo a tocar con afán la campana de servicio, necesito que ordenen mi uniforme y me alisten el baño del día.
El barbero hace su trabajo, afuera se escucha la música que toca el hombre que mande pedir, los instrumentos de cuerda, me hacen relajar mis hombros.
—Listo, majestad. —me limpia la espuma de la cara y elevo mi mirada al espejo, veo mi reflejo. Evitó sentir.
—Retírate.
Me hace reverencia, salgo del baño y me dirijo al lugar donde yace mi uniforme color azul con dorado. Brilla con el reflejo de la Luz.
El hombre encargado de ayudarme sonríe con entusiasmo.
—Bienvenido de nuevo, majestad.
El reflejo en el espejo completo me asegura que debo volver a lo que soy y no a lo que nunca fui.
El hombre que toca fuera se vuelve loco con su instrumento, toca con emoción y entusiasmo.
me ayudan a colocarme la capa sobre mis hombros e inclino un poco el cuerpo cuando la corona recae sobre mí. El violín resuena alto y da sus últimas notas con bastante efusividad y callan.
Me miro por última vez en el espejo y salgo.
Los guardias me hacen reverencia y me comienzan a seguir, bajo a la sala del trono y veo a mi madre y a la mujer que espera a un hijo mío.
—Majestad, —dicen al unísono.
Algo revolotea en mi interior, como si me sintiera vivo, nuevamente.
—El pueblo te espera afuera para que les des respuestas. —dice mi madre bien erguida.
—Majestad, se que falle a su encomienda, pero alguien debía representar la corona en su ausencia. —mi madre la mira con algo que parece orgullo. Pero nunca se sabe con ella.
—Ella tiene razón.
No digo nada y me encamino al balcón donde al momento de abrir las puertas se empiezan a escuchar gritos, reclamos y preguntas. Al verme guardan silencio y la reverencia hace una ola en todos los presentes.
—Sé que están preocupados por el ataque recibido esta mañana en la frontera sur, pero no teman, que se está trabajando arduamente para evitar que ocurra de nuevo.
Aplauden y vitorean pero las preguntas de algunos resuenan.
—¿Para eso dio tanto apoyo a esa mujer? ¿Para que venga y ataque a quien le brindó el poder?
—Esa traicionera debe pagar, se le abrió las puertas a sus hombres.
Los gritos hacia ella recaen, la culpan y probablemente así sea, si es cierto que ella está mandando a su esposo a atacar, ni yo mismo la he de perdonar, una cosa es que la ame y otra muy distinta, que ataque lo que está por sobre todos, mi orgullo.
—Para esto, requiero que todos apoyen, ¿cuento con ustedes?
—¡Cuenta con nosotros, Majestad!
—¡Larga Vida al Reino Regan! ¡LARGA VIDA AL REY MIKAEL REGAN Y TODA SU DESCENDENCIA!
El pecho se me infla y doy por terminado el mensaje.
No me fijo en nadie, me quito la corona, la deposito sobre el cojín que va y me dirijo a la salida.
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Editado: 11.12.2024