Eloise.
Quede embarazada hace tres meses, la dicha que siento es inmensa, tanto que no dejo de sonreír en todo el día al sentir qué hay dentro de mi algo tan pequeño que necesita de todo mi cuidado, siento que soy el escudo más Perfecto que podrá tener siempre, lo añoro tanto el poder tenerlo en mis brazos, pero también sé que por ahora está en el mejor lugar, hago todo lo posible por no dañar esto,Arthur fue el hombre más feliz del mundo al saber que vendría un heredero al mundo por parte de los dos, Los Connolly no dejaron de alabarme y satisfacerme en lo que se me antojara. Ahora me he alejado un poco del mandato de reina, mi madre es quien sale en representación.
Mientras me preparan el baño me siento en la silla que muestra mi reflejo, tengo el cabello suelto, la piel blanca y la sonrisa más hermosa que jamás me he visto, o bueno hace una época la vi, pero ahora es con más plenitud.
Me siento más viva, más plena más todo. Pero, el recuerdo del hombre que alguna vez ame viene a mi memoria, me dijeron que esta ausente, que solo tiene la comunicación de protocolo con Ronald y que este mismo mencionó que tiene el pelo y la barba muy crecidas y se le han encanecido mas. Ya no vi su cabello negro desvanecerse ni Vi llegar sus canas y no pude evitar desear haber acariciado su nacimiento. Jamás iba poder tocarlo como me hubiera gustado, siempre sería su fiel espectadora.
Lo extraño, sí, pero ahora ambos somos individuales, ambos esperamos algo tan precioso que entiendo el porque se ha ausentado, para estar con su familia.
Las damas me ayudan a sentarme en la tina y el baño me lo empiezan a dar, el olor a Rosas rosas, me llena el olfato.
—En un mes más se le notará, majestad. —me dice la mujer que observa como me tocó el vientre.
—Ya ansió por ello.
—El embarazo es una etapa gloriosa.
—Comienzo a creerlo, no me imaginaba estas sensaciones.
Salgo del baño y me voy a mi habitación, hace un mes que no veo a Arthur, me voy a dormir y mentiría si dijera que cuando el aroma a Lavanda y pino se mete por mi ventana desearía ver al hombre que no se ha mostrado ni a su pueblo, siempre fue muy misterioso y ahora que será padre me imagino que se guarda con mayor razón.
Lo sueño, lo siento incluso a mi lado, pero al voltear no está, quiero contarle mi felicidad y decirle que soy inmensa mente feliz pese a que él también forma parte de mis mejores momentos. Ahora sí quisiera que él también me contara su felicidad de que será padre, pero nuestra relación no es la mejor ahora, lo corrí, esperando que no se fuera y se recostara a mi lado y me dijera que estaría bien. Pero es Mikael Regan el hombre más Rencoroso y orgulloso que conozco.
Me duermo pensando en él como cada noche.
Han pasado siete noches, siento un poco de zozobra cuando me dirijo a que me informen lo semanal, todo va bien según mi madre. Y eso me quita un gran peso de encima, salgo y veo el entrenamiento de mis mujeres.
—Espalda más recta. —les digo cuando toman la espada.
—piernas firmes y un poco más cerradas.
Hacen lo que les digo y me quedo bebiendo un poco de té helado la mañana se me va, paran a tomar un poco de agua y platican entre ellas.
Sonrió con sus comentarios, tengo bastante confianza con ellas debido a la cercanía que tenemos.
Se escuchan caballos a fuera y gritos de horror me llegan hasta aquí.
Me pongo de pie. Y avanzó no muy despacio, hasta que una de mis muchachas me detiene.
—No debe caminar tan rápido, majestad.
Los gritos no cesan.
Llegó al palacio y los gritos siguen incrementando. Hay mujeres en la sala principal, pueblerinas que me gritan entre su llanto que no entiendo lo que me dicen.
—Majestad, venga por aquí.
Me lleva mi madre a la sala de trono.
—¿Qué está ocurriendo?
—Toma asiento y procura no preocuparte.
Con eso ya estuvo que debería preocuparme.
—¿Qué está sucediendo?
—Mikael Regan…
—¿Que ocurrió con él?
Tan solo de pensar que le haya ocurrido algo se me acelera el pulso.
—Nos ha declarado la guerra.
Me pongo de pie.
—¿Qué?
—Sus hombres masacraron a más de cien soldados.
—¿Entraron a Basset?
Nadie responde, Arthur baja la mirada y mi madre no sabe que decir.
—¡Hice una pregunta!
Mikael Regan tiene demasiado bien aclarando sus límites.
—No se como, pero tú tropa principal entro a la frontera sur. —me dice mi madre.
—¿Qué? ¿Quien dio esa orden?
—No sabemos. —Se apresura a decir Arthur, —y no te alarmes, le puede hacer daño al bebé.
—¿cómo lo saben entonces?
—porque llegó la tropa con hombres incompletos y hace un tiempo llegaron dos más con hombres moribundos y cadaveres de otros decapitados. Y quieren hablar contigo.
No estoy entendiendo nada, pero dejo que dejen entrar a los hombres que están irreconocibles por los golpes.
—¿Qué ocurrió?
—Majestad, recibimos sus órdenes de atacar la frontera sur de Regan.
—¿Cuál orden?
—la orden que envió con un camarada, la seguimos, pese a que éramos doscientos hombres cien perdieron la vida.
—¿Regan estaba preparado para el ataque?—pregunta Arthur.
—No su alteza, pero su entrenamiento es superior. —baja la mirada apenado.
—El Rey se dio cuenta, dejaron a trece hombres presos, pero el rey; decapito a cinco e hizo que sus arqueros atacaran a otros seis y a nosotros dos nos envió a dar el mensaje y esta carta, majestad.
Me entregan un sobre.
—¿Qué dice?—pregunta molesto Arthur.
—Ese maldito nos acaba de declarar la guerra, Eloise. —vuelve a decir mi esposo.
—No, se la declaramos nosotros al ir a irrumpir su paz. ¿Quien fue el que les dijo que atacaran la frontera?
—lo encontramos ahorcado en el granero esta mañana. Incluso a nosotros nos sorprendió esa orden, pero seguimos.
—Leeré la carta y nadie ataca a nadie a menos de que yo de la orden en persona. En este momento solo yo doy las instrucciones, nadie más. Ni mi madre ni Arthur. Retírense a que los atiendan.
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Editado: 11.12.2024