Eloise
Mikael No atacó, en tres meses No lo hizo. Y eso me llena de tranquilidad, aunque buscando en el granero, encontré que quien dio la orden había sido mi esposo, él no sabe que lo sé, y muy en el fondo algo me decía que su desaparición aquel mes se debía a esto, no iba a traicionar al padre de mi hijo y opté por aceptar una guerra que no era mía.
Me imagino que Mikael sabía, por ello me pidió un nombre.
Hubiese deseado que solo se hubiera quedado en que solo hizo eso, pero hace una semana me enteré de que me era infiel, y que tenía un hijo recién nacido, un bastardo, un ilegitimo. Que no me preocupa porque aquí no tiene nada que hacer, ahora entiendo que Mikael siempre tuvo razón.
Me decepcione, la angustia creció más, ¿tendrá más? ¿Con cuantas me engaña?
Al menos yo fui infiel cuando no éramos nada, no habíamos jurado ante Dios nada, lo peor es que el padre de él lo sabe todo y se hace tonto, por no ofenderlo de peor manera, me exige el embarazo como si fuera un animal.
Lo único que me mantiene feliz es saber que pronto tendré a mi hijo en mis brazos y solo seremos él y yo, presiento que será un Niño, un hermoso Niño que me hará más valiente y más fuerte, mientras yo le doy todo el amor que tengo.
—¿Novedades?—pregunto a mi madre.
—Ninguna, no hay movimientos raros, solo te informo que… —lo piensa un par de segundos.
—¿Qué?
—Mikael Regan se convirtió en padre hace diez noches.
Sonrió.
—¿Qué fue? —la pregunta sale demasiado rápido.
—Niño. No han parado los festejos desde entonces. Y dicen que él no ha ni siquiera salido del palacio.
—me alegro por él.
Asiente.
—¿cómo vas tú?
—Resistiendo a todo.
—Lamentó todo, esperaba que tuvieras un mejor matrimonio que el mío.
—Yo lo elegí.
—Sí, pero él decidió fallar, así que no es tu culpa.
Me besa la frente.
—ve a hacer tus cosas. —yo me encargo.
Asiento y me marcho.
Mi madre sabe todo de mí, tarde o temprano se dio cuenta, pero no apoyaba que estuviera con Mikael, y ahora creo que tampoco apoya la idea de estar casada con Arthur. Quien no se ha aparecido aquí para nada desde hace cuatro noches. Ayer vi a mi suegro y su mirada burlona me erizo la piel.
Camino hasta llegar a mi habitación, el tema del nuevo hijo de Regan es un tema que todos lo murmuran y como no si la llegada de un hijo es bendita.
Recibo la carta que me dan de Lysa y la leo con cuidado:
Majestad, querida Eloise (amiga).
Mi preciosa Ross, cada vez crece más, sus rizos se le hacen preciosos, dirás que todo lo de ella lo digo con el mismo entusiasmo, pero es que no creía que ser madre fuera tan magnifico, ya lo descubrirás y sabrás de lo que hablo. Mikael, ya lo sabe lo puedo apostar, no he ido a ver al bebé, lo haré hasta que sea el día de presentación dentro de dos semanas, pero me dice Ronald que se parece a él, que lo cuida demasiado algo que hace a escondidas cuando nadie lo ve. ¿Qué mejor seguridad quiere ese varón? Tal vez no quieras saber de él, pero sé que tienes esta curiosidad, Ronald no me ha dicho nada más que eso. Y aunque quisiera decirme más le tiene mucha lealtad a Mikael.
Yo espero que esto se tranquilice y así nuestros hijos puedan jugar. Obviamente quiero al pequeño Regan para mi Ross. Además que deseo poder verte en Regan, hacías la vida de todos mas fácil. Andrew odia la idea de entrar en conflicto en contra de ti. Sin más que decir, espero no víricas tuyas, espero y estes siendo feliz. Te quiere tu amiga: La princesa Real de Duffy. (Lysa).
Dobló la carta y la echó a la chimenea, no me gustaría que nadie la lea, aunque es absurdo porque estoy sola.
A la mañana siguiente salgo a ver a la Alta guardia entrenar, lo hacen cada vez mejor, y yo no escondo el orgullo al ver esto.
—Majestad, bienvenida sea.
—Continúen.
Hacen su entrenamiento y a mí me entran bastantes ganas de volver a ello.
Camino un momento y luego vuelvo al castillo cuando me punza el vientre, como si fuera un cólico. Voy a checarme y noto que unas gotitas de sangre manchan mi ropa interior. Asustada llamo a mi dama de compañía de confianza.
—¿Qué ocurre, Majestad?
—Estoy sangrando.
—No es normal eso. Llamaré al médico. Tome reposo, por favor.
Me acuesto con cuidado, y la zozobra no se va cuando el dolor vuelve. Mi madre entra apresurada.
—Ya viene el médico, todo está bien.
Asiento, quiero creerlo.
Trato de pensar en otras situaciones, menos en lo que mi mente arroja. Canto, hablo con mi madre y no respiro bien hasta que el médico se adentra.
Me hace chequeo y me mira.
—Debe mantener reposo absoluto, ya se lo dije la vez pasada.
—No he hecho ningún esfuerzo.
—La orden es clara, majestad, reposo absoluto y tranquilidad. ¿Qué desea ser más, madre o Reina?
Lo que dice me hace tragar saliva.
Asiento con el regaño. No le respondo y dejo que se marche.
—Ya falta menos…
—Lo sé, pero no debe hablarme como lo hizo.
—Es hombre, se Cree con ese derecho.
—y yo soy su reina, antes me respetaba.
—lo hacía porque tenías sobre tus hombros la sombra de él.
No quiero aceptarlo, pero cuando el mundo sabía que Regan me respaldaba todo era diferente.
El sangrado se va al segundo día, no es mucho pero si me preocupa. Me mantengo acostada el día completo, solo bordo y bordo las mantas para el bebé.
Conforme pasa el día no siento que se mueva, pero me imagino que es normal, le hablo y pongo mi mano en el vientre. Y sonrió cuando lo hace levemente.
A la mañana siguiente escucho la voz de Arthur discutiendo con mi madre.
—Soy un hombre y tengo necesidades. —grita.
—Al menos no deberías dejar hijos regados. Malagradecido.
—No te metas en la vida de mi hijo Helen, Que por eso es un hombre.
La puerta de mi habitación se abre abruptamente.
—Buen día, Arthur.
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Editado: 22.12.2024