Soraya estaba al otro lado de mi habitación, golpeando seguidas veces la puerta y pronunciando mi nombre una infinidad de veces, mientras que yo, seguía con mi cuerpo inerte sobre el colchón. No quería levantarme, la primera razón era porque no pude pegar un ojo en toda la noche y justo ahora el sueño me estaba invadiendo, y la segunda razón estaba en la Universidad. De hecho, la primera razón también tenía que ver mucho con la segunda razón.
En este momento mis males me los había causado Damián.
Después de habernos presentado oficialmente ayer por la mañana, mi cabeza quedó descolocada con un comentario que me había lanzado.
No pude concentrarme en las clases, y Lorie tuvo que arrastrarme a cada salón porque yo estaba perdida en el tiempo.
Damián no solo había logrado ponerme en un permanente estado de mal humor, también debía darle el reconocimiento de que gracias a su imprudencia mi inquietud subió a niveles increíbles.
En concreto, no pude estar tranquila todo el día de ayer.
La duda hizo que creyera que todo el mundo me observaba. No confiaba en nadie, menos en ese chico.
Joder, hace tan solo un día lo había conocido, y gracias a él yo me encontraba en un estado lamentable.
Soraya no se detenía y su voz sonaba tan desesperada que me sentí culpable. Le estaba dando más trabajo de lo necesario, y creo que ya era un calvario con solo trabajar para mi madre.
— Ya oí, Soraya. En un momento bajo a desayunar.
Los golpes cesaron y yo hundí mi cara contra la almohada.
Grité, y aunque no haya sido suficiente para desahogarme, logré sentirme un poco mejor como para poder salir de la cama.
Me duché, me vestí, agarré mis cosas y salí de la habitación.
Descendí por las escaleras, y sentía que cada paso que daba era más pesado que el otro. Definitivamente no estaba contenta por tener que ir clases y quizá, verle la cara a Damián.
Y otra de las cosas que no me tenía contenta era no poder ver a nana. Mi primer día de Universidad me tomó bastante tiempo y llegué a casa casi entrando a la noche, para ese momento, nana ya se había marchado a su cita médica y yo me encerré en mi habitación para hacer mi tarea. No tenía idea de a qué hora ella había llegado a casa, pero no importaba, ya que anoche estaba demasiado furiosa como para hablar con alguien. Sin embargo, hoy me sentía mejor y me apetecía mucho poder hablar con ella.
En este momento, ella tampoco se encontraba en casa. Soraya me había avisado que nana y otra muchacha más habían salido muy temprano para realizar unas compras.
Una lástima.
De verdad quería contarle los tropiezos de mi primer desastroso día.
Y tenía el ligero presentimiento de que el segundo también sería igual o peor.
Desayuné con apremio y salí al garaje.
Lo único bueno del día de hoy es que podría conducir mi motocicleta, Franco había prometido que la revisaría y arreglaría cualquier problema que tuviera. Y yo estaba más que lista por poder montarla.
— Buenos días, Franco. —saludé con una enorme sonrisa.
Me saludó y cuando vio mi cara de entusiasmo, sacó unas llaves de su bolsillo y me las entregó. Yo sentía como si por fin estuviera recibiendo el caramelo que tanto deseaba.
— ¿Está todo bien? —le pregunté, adentrándome más al garaje.
Mi papá era fanático de los autos, y durante sus años más exitosos también procuro tener una gran colección. Pero después de su muerte, nadie los tocó, solo Franco para darles mantenimiento de vez en cuando.
— Cómo le dije, solo faltaba un poco de engranaje. Está como nueva.
Introduje las llaves en el seguro, aseguré el casco sobre mi cabeza e hice acelerar la motocicleta en su lugar.
— Suena bien. Gracias por la ayuda, Franco. Y cuando veas a nana, despídela de mi parte.
El hombre asintió y se hizo a un lado para que yo pudiera salir del garaje.
Ya en la calle, pude conducir como hace mucho tiempo no lo hacía. Cuando estaba en otros países, no podía darme el lujo de alquilar un auto, ya que mi mamá había tomado la decisión de despojarme de mi licencia de conducir, así que siempre estaba en taxi o bicicleta.
Deseaba poder quitarme el casco, para así sentir el viento golpeando en mi rostro pero sabía que era peligroso, solo aguante mis ganas, sin embargo, mi pecho se lleno de una gran satisfacción. Hasta ahora esto era lo único bueno de estar de vuelta.
Me sentía más cerca de papá.
Y desgraciadamente, muy cerca de la Universidad.
Estacioné donde pude y me apresuré en llegar a la cafetería.
Lorie había enviado un mensaje a mi teléfono, diciendo que debía verla en ese lugar y a una hora exacta, y yo estaba algo retrasada. Sabía que su repentina cita se debía al tal Lumén, ya que el día anterior le había pedido a Lorie que averiguara más sobre él.
Era evidente que ella era muy buena para encontrar información rápidamente.