Kylie Blossom
Corro apresuradamente por los pasillos de la escuela, sintiendo mi corazón bombear aceleradamente por la velocidad con la que voy.
Me detengo en frente de mi salón de clases, apoyando mis manos en las rodillas en un intento de normalizar mi respiración y calmarme un poco antes de entrar. Enderezo mi torso luego de unos segundos a la posición anterior y acomodo mi cabello sin ningún éxito.
Justo cuando me dispongo a entrar, siento como alguien choca con mi hombro sin piedad alguna haciendo caer mi mochila. Me giro en la dirección que se encuentra el responsable y veo a un chico de cabello castaño seguir caminando ampliamente por los pasillos.
—Deberías de fijarte mejor por donde caminas, o por lo menos pedir disculpas —hablé indignada ante su falta de educación, aunque no en un tono muy alto. El chico solo siguió su camino, sacando su dedo medio—. ¡Mal educado! —grité molesta, pero a él no le importó y solo siguió su camino como si nada.
Puse mis ojos en blancos y solté un bufido, acomodando mi mochila nuevamente. Dando por perdido el caso decidí entrar a clases de una vez por todas, al final lo importante es que no había llegado tarde, ¿No?
Puse mi mejor sonrisa, aunque no muy sincera, pero sabía que eso no lo notaría nadie y caminé hasta mi puesto dentro del aula, el del final, al lado de la ventana.
—Casi llegas tarde —dijo Anna con su voz chillona de siempre.
—Para variar —ironisó Clara soltando una risita por lo bajo.
—Sí, para variar —repetí sin ánimos.
—¿Qué te ha pasado en la cara? Tienes un aspecto horrible. ¿Acaso no duermes? Deberías de dejar un poco el internet en la madrugada y descansar. —Esta vez volvió a hablar Anna con una mueca de asco en su rostro.
«Ojalá fuera el internet mi motivo de desvelo» pensé para mí.
—Sí, tienes razón. Mis ojeras han crecido mucho estos días. —Desvié mi mirada hacia el patio de la escuela soltado un bufido de cansancio mientras escuchaba a lo lejos la voz de mis dos amigas hablar sin parar.
Se supone que estas eran mis amigas, con las que pasaba todo el día y reíamos juntas, pero ellas no saben nada de mí, solo hacen ese tipo de comentarios siempre. Las verdaderas amigas se tienen confiaza, se apoyan en sus momentos difíciles y se supone que con ellas no debes fingir que todo está bien cuando no es así. Ese es mi definición de amiga, tal vez sea errónea, pero esa es mi opinión.
A pesar de que ellas no son las mejores estoy segura que me quieren, solo que no lo demuestran como otras personas, o por lo menos eso quiero creer.
Sumida en mis pensamientos mi vista se dirige al costado del patio, donde está ubicado el árbol más grande y antiguo de nuestra escuela. En este está recostado un chico alto, de cabello castaño claro casi rubio, con facciones bastante agradables a la vista de los demás, pero producto a la distancia en la que estamos no puedo ver el color de sus ojos, ni detalladamente. Lleva una sudadera gris y unos pantalones negros ajustados a sus piernas... espera, ese es el mismo chico que me empujó hace un rato.
Cunando dirijo mi vista hacia su cara, este tiene una ceja encarada mientras sostiene mi mirada. Apartó el cigarrillo de sus labio y con la otra mano me saluda con parcimonia, dedicándome una sonrisa burlona.
Siento como mi cara se pone roja al instante, por lo que volteo hacia el asiento delantero, donde se sienta Anna, en un intento de disimular.
Le estaba mirando descaradamente y él se dió cuenta, que vergüenza por Dios. Pero entonces recuerdo lo grosero que fue hace tan solo unos minutos conmigo y decido volver a encararlo, transformando mi verguenza en pura indignacion por su descaro.
Él vuelve mirarme, esta vez sin ninguna expresión en específico, mientras que yo ladeo un poco la cabeza levantando mi mano derecha para sacarle el dedo medio, esbozando una sonrisa de superioridad.
«Esta me la debías»
A él parece no importarle en lo absoluto, pero de repente baja su mano sosteniendo el cigarrillo y la otra la apoya en su estómago soltando una fuerte carcajada.
Frunzo mi ceño sin entender cuál era el motivo de su risa, pero una voz masculina a mi lado me hace dar un respingo y voltearme en su dirección.
—¿Se puede saber qué está haciendo? —Apunta el profesor Jones hacia mi mano y yo rápidamente escondo mi dedo y llevo la mano hasta mi regaso de forma incómoda—. Le recuerdo que está en una institución escolar, o controla sus modales o me veré en la penosa situación de sacarla de clases.
—Perdón profesor, le prometo que no volvera a ocurrir —digo en un tono bajo pero audible, manteniendo mi vista en el suelo y sintiendo mis mejillas arder por lo avergonzada que me hallaba ahora mismo. Me insulto repetidas veces mentalmente por la escena tan penosa que acabo de hacer ahora.
«¿Por qué la tierra no se abre y me traga cuando más lo necesito?»
—Eso espero —Se dió la espalda y comenzó a caminar hacia la pizarra en el inicio del salón, sin dejar ni un minuto de hablar, lo que normalmente se le conoce como la introducción de la clase.
Giré mi rostro hacia la ventana y miré a ese chico que se había ganado todo mi odio en tan poco tiempo, el que se encontraba aplastando su cigarro con la suela de mi zapato.
Al levantar su rostro me sonrió de boca cerrada, sacó ambas manos de los bolsillos de su sudadera mostrándome sus dedos medios en cada una, para llevarlos hasta sus labios, besarlos y luego estirar sus brazos en mi dirección.
¿Pero qué se ha creído?
—Ashh —Le dediqué una mirada con rabia y golpeé la mesa con mi mano, ganándome la atención de toda la clase.
—¿Queria decir algo señorita Blossom, o es que acaso sabe como resolver el ejercicio que hay en pizarra? —dirigí mi vista hacia la ecuación matemática que había en ella y sonreí para mí.
—Sí, sé como hacerla. ¿Me permite? —pregunté señalando el ejercicio y el profesor asintió.
Editado: 26.08.2021