En qué estrella estará

CAPÍTULO 2

 

AÑO 2020

Mario me abrió la puerta de su auto como un caballero de los que ya no existían. Sus ojos azules me miraron con deseo y una sonrisa seductora se formó en sus labios. Me gustaba sentirme deseada. No me ocurría desde... bueno, casi no podía recordar desde cuándo.

Habíamos ido a cenar a un nuevo restaurante italiano que habían abierto en la ciudad. La cena había sido muy entretenida, a diferencia de lo que pensé que sería. Habíamos comido pasta, por supuesto, y bebimos vino de la Toscana. Todavía no me acostumbraba a este tipo de cosas, no después de todo lo que había pasado.

Mario era un compañero de trabajo al que, después de varias invitaciones a salir, le había dicho que sí finalmente. Honestamente no me interesaba hacerlo, pero mi hermana menor, Irina, me había dado la lata continuamente con eso de "seguir adelante" y, a regañadientes, había aceptado.

Irina era todo lo contrario a mí, pero nos complementábamos a la perfección. Ella era el ying de mi yang, era el mar revuelto y yo el ancla, era la locura y yo la cordura. A pesar de que nos llevábamos ocho años (yo tenía treinta y tres y ella veinticinco), nos parecíamos mucho físicamente, y nos llevábamos muy bien. Ella decía siempre que había llegado a poner mi mundo de "hija única" patas para arriba, y era verdad. Al principio no me había gustado mucho perder el protagonismo, pero de a poco esa niña alocada y llena de energía me había comprado el corazón. Y siempre habíamos estado juntas sin importar la situación. Mis días más brillantes, y los más oscuros, la tenían a ella a mi lado.

Contra todo pronóstico, la cena había estado de maravilla. Mario era atento, interesante, atractivo (¡por favor, esos ojos!), y tenía un cuerpo que quitaba el hipo. Yo, por el contrario, no me consideraba la gran cosa. Es cierto que tenía una buena figura, un lindo y largo cabello castaño oscuro, y ojos marrones muy oscuros, prácticamente negros, pero me consideraba una más del montón. Por eso me sorprendió que Mario, el hombre más deseado de la oficina, me invitara a salir, y más aún después de insistir tanto. Por otra parte me había podido la curiosidad, ¿por qué Mario era tan deseado por todas? Una vez que compartí un rato con él me dí cuenta, era realmente encantador.

Cuando bajamos del auto y entramos en su edificio con la excusa de beber unos tragos, entré en pánico y toda la seguridad con la que había empezado la noche se desvaneció. - Oh, Dios...¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por quién me tomará Mario viniendo a su casa en nuestra primera cita? ¿Esto es una cita? ¿Quiero que sea una cita? ¿Por qué siempre tengo que pensar tanto y darle tantas vueltas a las cosas? ¿Por qué...

-Trini, ¿estás bien? Hace un minuto que te estoy hablando y no me respondes.-

-Sí, sí, estoy bien. Perdona. Me distraje.-

-Pues creo que ahora es importante que me prestes atención. Trini, yo... Quiero decirte que me gustas mucho. Desde siempre, desde que te conocí hace cuatro años pero... Las cosas eran diferentes entonces. Dudé mucho si insistir en invitarte a salir, pero creo que hice lo correcto, aunque nunca pensé dijeras que sí. Dios... Eres hermosa...-

Mario tomó mi cara con sus manos y se acercó lentamente. Yo cerré los ojos mientras mi mente se disparaba: -¡Está pasando! ¡Te va a besar... Te va a besar!-

Intenté callar esa molesta voz interior que se parecía bastante a la de Irina y puse mi mente en blanco. Abrí los ojos y ví que estaba prácticamente pegado a mí y sentí su respiración en mi cara. Finalmente sus labios se posaron sobre los míos y perdí la noción de tiempo y espacio. Encima de guapo, besaba como los dioses del Olimpo.

Todas mis inseguridades se fueron, y me dejé llevar. Mario era seguro, gentil y delicado. Sus labios suaves pero firmes exploraron los míos y pasó su lengua tímidamente en mi labio inferior, como pidiendo permiso. En respuesta separé mis labios y lo dejé entrar.

No sé cuánto tiempo estuvimos besándonos, pero cuando quise darme cuenta, estábamos en el sillón, Mario recostado sobre mí, me acarició el trasero con una mano y su otra mano se coló bajo mi blusa y se posó en mi pecho con lentitud.

-Trini, eres hermosa. No sabes cuánto tiempo he esperado este momento...-

Ese movimiento y sus palabras me pusieron en alerta y abrí los ojos de golpe.

-¿Qué pasa? ¿Estás bien?-

-Sí, es solo que...-

-¿He hecho algo que no te gustó?-

-No, al contrario, Mario. Me gustas mucho, pero...-

-¿Pero qué? ¿Qué ocurre, Trini?-

-Creo que no puedo hacer esto. Lo siento, pero me tengo que ir-.

-¿Irte? No me hagas esto, creí que lo estábamos pasando bien-.

-Y así es, es solo que... no puedo. Perdón Mario, no me malinterpretes, no quiero que me tomes como...-

-¿Como una calientabraguetas? ¿No es eso lo que eres?- Susurró exasperado y se pasó la mano por su cara.

Su comentario me molestó, y me levanté del salón mientras buscaba con la vista mi bolso para irme de allí. Mario se dio cuenta y me tomó del brazo.

-Oye, lo siento. Me he pasado. No quise decirte eso, pero estábamos pasándolo tan bien y de pronto...-

-De pronto me quiero ir-. Lo corté. Cerré los ojos con frustración y apreté los puños al costado de mi cuerpo, después de acomodarme la ropa. -Perdón de verdad, Mario. En serio me gustas, pero creo que no estoy preparada para seguir adelante ni para comenzar una relación-.

Con esas palabras salí del departamento. Mientras bajaba en el ascensor intenté tranquilizarme respirando hondo. Mis manos no paraban de temblar. ¿Por qué me sentía así? ¿Por qué tenía la sensación de estar haciendo algo malo? ¿Por qué no podía seguir adelante?

Dejé el edificio con lágrimas en los ojos, encendí un cigarrillo y largué el humo mirando al cielo. Aunque no estaba en mi bosque, se veían algunas estrellas. ¿Cuánto tiempo hacía que no podía contarlas?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.