En Silencio.

¿Quien Es El Muerto?

A la mañana siguiente, Mártin Walle era llamado a su celular. Rudolf, el jefe de la policía le marcaba con el fin de decirle que lo necesitaba rápido en la estación de policía.

- ¿Mártin?

- ¿Si?, ¿que pasa jefe?

- Te necesito lo más rápido posible, acabo de descubrir algo que si la gente se entera puede ser bastante alarmante.

- Si jefe estaré ahí en menos de cinco minutos. ¿Pero dígame que paso?

- No puedo Walle, no seas estupido, por telefono no es recomendable dar información, nos pueden interferir.

Mártin encendió las sirenas y se dirigió a toda velocidad a la estación. Al llegar fue directamente a el comedor, tomo un vaso y se sirvió una taza de café que podría decirse que hervía aun en la taza misma. Le había tocado el turno nocturno, se sentía cansado y con sueño y es que había entrado la tarde del domingo mas temprano por el escándalo de S. King., y saldría hasta hoy lunes a las seis de la tarde.

Camine atravesando toda la estación, eran las seis en punto de la mañana, no había gente aun a excepción de Karla Ferris, la que se encargaba de recibir llamadas o reportes de la gente durante la noche. Ella nos avisaba por el radio para saber quien de los patrulleros estábamos más cerca del percance. La puerta estaba entreabierta, se leía claramente el nombre de Rudolf Thompson, jefe.

Recordaba muy poco como era la oficina por dentro, uno solo entra aquí por dos cuestiones, una llamada de atención y retiro de placa o en el mejor de los casos para negociar un asenso y la asignación de una nueva tarea. Rudolf estaba ahí, sentado tras su escritorio con la luz de una lámpara de mesa sobre algunos papeles y un bulto café que estaba dentro de una bolsa de evidencias. Su mano derecha le frotaba la frente, miraba hacia abajo y en su mano derecha sostenía lo que parecía ser una tarjeta. La taza de café que tenía sobre su escritorio humeaba más o de igual manera como la que yo traía en la mano. El entorno se prestaba a estar escabroso y hasta un viento frió me recorría por la piel.

- Hola Rudolf, ya estoy aquí.

- Walle, me alegra verte aquí. Primero que nada déjame explicarte.

Ayer en la tarde cuando la forense se llevo el cuerpo me mando el reporte de las evidencias recogidas, entre ellas su cartera y todos sus documentos. Como ya lo sabemos borraron todas sus identificaciones eliminando con esto la identidad de la persona, en un principio pensé que habían olvidado ver mas allá de los simples documentos y que habían dejado entre los papeles y los billetes una tarjeta de presentación, mire la tarjeta y fácilmente resolví quien es el muerto, el motivo por el que te llame no es ese ni tampoco es saber quien es el asesino, el problema es la razón por la que fue asesinado. En la parte trasera de la tarjeta decía. "EL TIEMPO VALE ORO, LA SENSACION ES EL PLACER, MI FIGURA ES TU FIGURA Y ES TU, LO QUE YO QUIERO SER". Pude sonar como un juego estupido de palabras, pero tiene mucha concordancia con el acto, la identidad fue robada, la persona prácticamente ya no existe, fue sustituida y eso no es todo, si no que también mas abajo repetía la dirección del local a donde la gente se dirigía cuando tenían esta tarjeta entre las manos.

- Ok, ok, ok, haber jefe. Explíqueme de nuevo. ¿Quien es el muerto?

- Veras, es muy simple, alguien mas quiere ser Julio Nader, el dueño de la tintorería. Lo que ahora debemos hacer es ir a Houdson St, pero sin que nadie se entere de esto. Te elegí a ti y a Robert Nava para este caso, ambos estarán a prueba, si resuelven el caso los ascenderé a investigadores y dejaran a un lado ese rutinario traje azul.

- ¿Julio Nader?, Diablos, ¿quien haría algo así? Jefe, solo una última pregunta, si no le incomoda claro.

- Dime.

- ¿Y porque yo?

- Mira Walle, se me hace más fácil decirte porque no, así que limitate a no preguntar y dedícate únicamente a resolver el caso.

- Esta bien jefe, no lo defraudare.

Walle salio de la oficina de Rudolf, una sensación de felicidad y gusto le recorría por todo el cuerpo, pero sentía algo de pena porque la situación fuera así, alguien muere y alguien más comienza a ser productivo para su jefe.

Robert Nava se tallaba los brazos para sacudirse un poco el frió típico de las mañanas, había dejado un vaso de unicell con café sobre la cajuela de la patrulla y mantenía con los labios su Marlboro rojo. Walle salía de la estación y cruzo la mirada con su compañero. Robert había sido su compañero desde hacia algunos años. Habían vivido la misma intensidad en cuanto a experiencias, como cuando aprendieron a Louis Kafka, un peligroso narcotraficante de droga. Lo habían aprendido de una manera muy extraña y cómica a la vez, ambos se habían detenido a comprar un café en un Seven-eleven, Kafka estaba a la vuelta de la esquina negociando con solo dios sabe quien, el caso es que Robert y Mártin salieron caminado y justo en la esquina toparon de golpe con Kafka, el acompañante corrió y Mártin se había dado a la tarea de alcanzarlo, Robert en cambio se abalanzo sobre Kafka. Comúnmente estos narcotraficantes siempre van acompañados de sus guaruras, pero Kafka en su declaración con la prensa dijo que les había dado el día libre porque ese día, según el, no tenia negocios. Mártin no pudo alcanzar al acompañante de Kafka pero regreso a justo a tiempo mientras Robert intentaba esposar a Louis Kafka. Fueron premiados con dos medallas a la mejor captura del año, pero siguieron sus vidas tranquilas de siempre. A excepción claro de ocasiones especiales, como esta.




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