En Silencio.

Mente Quebrada

Alejandro llegaba a casa exhausto, abrió la puerta y se sentó en la sala, encendió el televisor y escogió un canal al azar, su mente estaba completamente ida. No podía pensar, eran muchas ideas a la vez, tantas que estructurarlas en una sola le parecía difícil. Sentía un dolor muy fuerte en la cabeza, tal vez igual o peor como el que sentía el domingo en la mañana, era una clase extraña de migraña. Fue al baño y saco dos aspirinas de su botiquín de primeros auxilios, se las tomo y volvió al sillón de la sala, miro el reloj y vio que eran apenas las diez de la noche. Pensaba que era mas tarde.

La cabeza le pulsaba y el ruido de la calle le parecía infernal, comenzó a sentir sueño y de pronto se quedo dormido. Como a las doce, la televisión algo se escucho en su cuarto, fue algo que golpeo el suelo con tanta fuerza que lo despertó. Se levanto y pensó que deberla llevar algo, así que primero fue a la cocina y tomo un cuchillo de cocinero muy parecido al de su vieja película favorita, Psicosis. Fue al cuarto y se llevo una grandísima sorpresa.

Ahí estaba, su mayor terror del momento. Al parecer había llevado una silla del comedor hasta el cuarto y se había sentado a esperar a que Alejandro entrara al cuarto con la cara que ahora estaba. Frank estaba sentado frente a el, en medio del cuarto y con la pierna cruzada, tenia la mano izquierda posada en el brazo de la silla y sostenía por la cien a su cabeza, en su mano derecha sostenía un puro y presentaba una cara disgustada.

- ¿Frank, eres tú? ¿Estas bien?

- Bueno, alómenos algo de inteligencia queda en tu cabeza.

Alejandro dejo caer el cuchillo al piso y se quedo con la boca abierta.

- ¿pero como, como fue que llegaste aquí?

- ¿Llegar, a dónde Alejandro?- Le replico con un tono sombrío y frió-

- Aquí Frank, ¿Cómo lograste salir del subterráneo?

- Alejandro, eso es algo que deberías preguntarte tu.

- No entiendo.

- ¿Enserio crees estar vivo?

- ¿A que te refieres?

- Probre de ti, Alex. -Dijo Frank con un tono burlón y sarcástico-. Quisiera ayudarte sabes, pero la verdad es que me divierte verte sufrir tanto.

- ¿Sufrir, que esta pasando contigo, te volviste loco?

- ¿Loco yo?, No Alejandro, la locura es total y completamente tuya.

Frank se levanto y lo miro muy vagamente. Camino hacia una ventana y comenzó a filosofar con el aire.

- ¿Ves eso de allá? – Le decía a Frank a Alejandro- Se llama ciudad, son solo un montón de idiotas que no saben siquiera lo que significa estar vivo. Pero tu si Alex, tu si. Ahora mas que nunca sabes lo que significa estar vivo. No solo vemos la vida tras la ventana si no que ya sabes que es algo realmente valioso para quien sabe apreciarla, no como esa perra y ese maldito infeliz.

- ¿A que y a quienes te refieres?

- A la perra de Hanna y el infeliz de Julio Nader

- Quien diablos es Hanna.

- Alejandro, realmente si te dejo demasiado afectado esa mujer.

- ¿Que?

- Hanna, tu esposa o tal vez debería decir ex esposa, te auto convertiste en un viudo.

- De que rayos estas hablando?- Le grito Alejandro a Frank, tomándose el cabello con ambas manos, en sentido de locura-

- Alejandro, Yo ni si quiera estoy aquí, ni si quiera tu estas en esta habitación. Tú acabas de morir.

- ¿Morir?, ¿cuando, en donde?

- Allá abajo, frente a esas cuatro personas, revolcado entre la tierra en las vías del subterráneo.

- Debo estar soñando, ¿cierto?, no se que rayos pasa contigo, no entiendo nada de lo que dices.

- Es sencillo Alex. El verdadero asesino de Julio Nader eres tú. Quien mato a su esposa eres tú. Quien murió allá abajo eres tú.

- No entiendo nada.- Alejandro le veía extrañado y confundido-

- No importa, te lo explicare.

Frank comenzó a hablar.

El sábado en la tarde llegaste a casa, entraste silenciosamente por la puerta de atrás, pues tu y Hanna cumplían apenas un año de recién casados y querías sorprenderla con un bello ramo de flores y dos entradas a una reciente obra de opera. Caminaste por la escalera y al llegar al cuarto escuchaste ruido. Viste la puerta entreabierta y te acercaste poco a poco, sorprendiste a tu mujer teniendo sexo con Julio. Para cuando ella termino tú ya estabas completamente descontrolado. Habías ido por ese mismo cuchillo que ahora tiraste al piso y luego regresaste a la habitación. Julio había salido por el frente así que solo se encontraban tú y Hanna en la casa. Al llegar hablaste un poco con ella, pero tu ira había aumentado lo suficiente y tu disociación mental había salido de control Descuartizaste por completo a tu mujer y luego recogiste los pedazos y los pusiste en el refrigerador. Después fuiste al bar Beer's and Tekilas, porque sabias perfectamente que ahí se encontraba Julio. Esperaste a que saliera y luego lo atacaste, el odio que tenías hacia el y los celos acumulados te hizo desear ser él. Todo el tiempo estuviste aquí en casa, a excepción de cuando fuiste a Happy Wash y destruiste toda la tienda, con un ataque de histeria y escribiste la nota para después pegarla en la entrada. Volviste a la escena del crimen y miraste como se llevaban el cuerpo. Nunca saliste a trabajar, ni siquiera saliste a la tienda de auto partes. Cuando supiste donde estaba el cuerpo de Julio, fuiste a la morgue y lo sacaste a escondidas de ahí, remplazando la etiqueta por una que habías recogido en la entrada. Fuiste al subterráneo y ahí encontraste el lugar perfecto para torturar a tu cerebro. Reconstruiste el cuerpo de tu mujer con hilo barato y una aguja que tenías en casa, llevaste ambos cuerpos a aquel lugar de manera que nadie sospechaba, en maletas de viaje. Sabias de aquel lugar porque habías visto que ahí los guardias de el anden guardaban artefactos viejos y solo la usaban una vez antes de que el ultimo tren saliera de esa estación. Acomodaste lo cuerpos y tuviste un orgasmo mental con aquella abominación fatal. Mientras tu mente compartía una vida normal de soltero y conmigo, tu mejor amigo. Aunque yo existo, nunca he estado aquí Alejandro, fuimos amigos en la universidad y al casarme me mude a Red Village. Como tu mente estaba ya tan trastornada, no soportabas el sonido en lo absoluto, solo querías escuchar tus lamentos en aquel lugar tan escabrosamente tétrico. Así que al oír que se acercaba aquel tren, tomaste algunas cosas del almacén y las acomodaste a manera de descarrilarlo. No contabas con que había alguien mas buscando la llegada de ese tren y al sentirte amenazado lo aniquilaste ante los ojos de mi imagen mental y la propia tuya. Respecto a cada anota, desde la de la lavandería hasta la etiqueta que dejaste en la morgue, todas fueron hechas por ti en un estado aun mas inconsciente. Ahora te toca a ti Alejandro. Ahora estas muerto, ese par de policías allá abajo acabaron contigo y la verdad me parece sorprendente que tu mente te haya traído hasta aquí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.