En silencio

Capitulo 4

Clara despertó esa mañana con una sensación de pesadez en el pecho. Se quedó en la cama unos minutos, observando las sombras que se alargaban a medida que el sol comenzaba a filtrarse por la ventana. “Hoy es un nuevo día,” pensó, aunque esa idea parecía distante. La niebla que había comenzado a disiparse durante las últimas semanas parecía haberse instalado nuevamente, envolviéndola en un abrazo pesado.

“No otra vez,” susurró, sintiendo que la desesperación amenazaba con apoderarse de ella. Había hecho progresos, pero cada tanto, la depresión regresaba con una ferocidad que la dejaba exhausta. Clara se obligó a levantarse, sabiendo que no podía permitirse sucumbir.

En el espejo, su reflejo la miraba con ojos cansados, como si alguien más estuviera atrapado en su propia imagen. “¿Cómo se supone que debo enfrentar el día?” se preguntó. Recordó las palabras de la doctora Sánchez sobre la importancia de la rutina y la autocompasión. Se vistió lentamente, tratando de armarse de valor.

Al salir de su habitación, el ambiente de la casa parecía más pesado que de costumbre. Su madre estaba en la cocina, preparando el desayuno. Clara sintió un nudo en el estómago; la relación con su madre era un terreno complicado. Aunque había amor entre ellas, también había una barrera que había crecido con los años. Su madre no entendía la profundidad de su dolor.

“Buenos días, Clara,” dijo su madre con una sonrisa forzada, alzando la vista de la estufa.

Clara respondió con un simple “Hola,” y se sirvió una taza de café. Se sentó a la mesa, evitando la mirada inquisitiva de su madre. “¿Qué pasa, cariño? Te veo un poco apagada,” preguntó su madre, dejando caer un cuchillo en el plato.

Clara se mordió el labio, luchando contra la necesidad de abrirse. “Nada, solo estoy cansada,” respondió, intentando evitar una conversación profunda. La verdad era que no quería que su madre se preocupara; ya tenía suficiente en su plato. Pero, al mismo tiempo, anhelaba que su madre pudiera ver más allá de su fachada.

“La vida es difícil para todos. A veces, solo hay que encontrar la fuerza para seguir adelante,” su madre ofreció, como si esas palabras pudieran disolver la oscuridad que Clara sentía. Clara sintió que la frustración crecía dentro de ella, como un volcán a punto de estallar.

“No es tan fácil, mamá,” dijo, elevando un poco la voz. “No entiendo cómo puedes decir eso. No sabes lo que estoy pasando.”

La habitación se llenó de un silencio tenso. La expresión de su madre se tornó seria. “Entonces, ¿por qué no hablas conmigo? Soy tu madre, quiero ayudarte.”

“No sé cómo hacerlo,” Clara confesó, sintiendo las lágrimas aflorar. “A veces, simplemente no puedo. Me siento atrapada en mi propia mente y no puedo salir.”

Su madre la miró con preocupación. “Podrías considerar hablar con alguien más, como una terapeuta. He oído que a veces ayuda.”

Clara sintió una mezcla de alivio y resistencia. “Ya estoy viendo a alguien, mamá. Pero hay días en que simplemente no puedo… No puedo soportar la idea de hablar de esto otra vez,” dijo, apretando los puños. A menudo, el simple acto de verbalizar sus sentimientos era como abrir una herida que nunca sanaba.

Su madre, al darse cuenta de la intensidad de la situación, se acercó. “Lo siento, Clara. Solo quiero que sepas que estoy aquí, aunque a veces no lo demuestre.”

Clara asintió, pero su mente seguía llena de dudas. La conversación la había dejado agotada. Tras el desayuno, se dirigió a su habitación, donde las sombras se adhirieron a ella como viejos amigos.

Esa tarde, Clara decidió salir a caminar. Necesitaba un respiro, una oportunidad para despejar su mente. El aire fresco la recibió al abrir la puerta, y dio sus primeros pasos en la acera. A medida que caminaba, trataba de concentrarse en el entorno: el murmullo de los pájaros, el susurro del viento entre los árboles, el olor a tierra mojada.

Pero la niebla volvió a envolverla. “¿Por qué no puedo simplemente ser feliz?” se preguntó, sintiendo que el peso del mundo la aplastaba una vez más. Su mente se convirtió en un torbellino de pensamientos negativos; recordaba fracasos pasados, momentos de tristeza y situaciones que la hacían sentir aún más aislada.

A medida que el día se desvanecía, Clara se sentó en un banco del parque. Observó a las familias y grupos de amigos, todos riendo y disfrutando de la vida. Se sintió fuera de lugar, como si fuera una espectadora en un mundo donde no encajaba. “¿Por qué no puedo tener eso?” pensó, sintiendo que su corazón se rompía un poco más.

Después de un rato, sacó su teléfono y comenzó a escribir. Había encontrado un pequeño refugio en la escritura; era una forma de expresar lo que sentía sin tener que decirlo en voz alta. Las palabras fluyeron de su mente a la pantalla, describiendo la lucha que enfrentaba cada día. Cada línea era un pequeño alivio, un paso hacia la sanación.

“A veces me siento como si estuviera en una cueva oscura,” escribió. “No hay salida a la vista, solo un eco de mis propios pensamientos. Me pregunto si alguna vez veré la luz nuevamente.”

Esa noche, Clara regresó a casa sintiéndose un poco más ligera. La escritura le había permitido procesar parte de su dolor, y aunque la niebla seguía presente, sentía que había encontrado una pequeña grieta por la que podría empezar a dejar entrar la luz.

Mientras se preparaba para dormir, pensó en la próxima sesión con la doctora Sánchez. “Tal vez compartir lo que he escrito podría ayudar,” reflexionó. Era un paso hacia la vulnerabilidad que había evitado, pero estaba lista para enfrentarlo.

Con la mente aún llena de pensamientos, Clara se acomodó en la cama. En el fondo de su ser, sabía que la lucha no iba a desaparecer de la noche a la mañana, pero también comprendía que cada día era una nueva oportunidad para luchar contra sus demonios. “Soy más fuerte de lo que creo,” se dijo en un susurro, mientras se dejaba llevar por el sueño.



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En el texto hay: depresin, depresion y soledad

Editado: 19.10.2024

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