Clara llegó a la consulta de la doctora Sánchez con una mezcla de ansiedad y anticipación. Había pasado los últimos días escribiendo y reflexionando sobre sus sentimientos, y ahora era el momento de compartirlo. Mientras se acomodaba en el sofá, observó las paredes adornadas con obras de arte que representaban paisajes tranquilos; cada cuadro parecía ofrecer un mensaje de esperanza que contrarrestaba sus propias tormentas internas.
“Buenos días, Clara,” saludó la doctora Sánchez, sonriendo cálidamente mientras entraba en la sala. Su voz era suave y tranquilizadora, como un bálsamo para las heridas invisibles que Clara llevaba. “¿Cómo te has sentido desde nuestra última sesión?”
Clara tomó un profundo respiro. “He estado… luchando,” comenzó, sin saber muy bien por dónde empezar. “Algunos días son mejores, pero luego hay otros en los que todo se siente tan pesado.”
La doctora Sánchez asintió, mostrando comprensión. “Es normal experimentar altibajos en este proceso. La depresión no desaparece de inmediato, y a veces los avances pueden sentirse como retrocesos.”
Clara se sintió aliviada al escuchar eso. “He estado escribiendo un poco. Me ayuda, pero todavía me siento atrapada.” Con un poco de nerviosismo, sacó su cuaderno y lo abrió. “Quiero compartir algo que escribí.”
La doctora Sánchez se inclinó hacia adelante, interesada. “Claro, adelante. Estoy aquí para escucharte.”
Con la voz temblorosa, Clara comenzó a leer en voz alta:
“A veces me siento como si estuviera atrapada en un laberinto oscuro, sin poder encontrar la salida. Mis pensamientos son ecos que se repiten, creando una sinfonía de desesperanza. No sé cómo escapar de esto. Me pregunto si alguna vez habrá un día en el que me despierte y sienta que puedo respirar de nuevo.”
Cuando terminó, se sintió expuesta, como si hubiera desnudado su alma ante la doctora. La terapeuta la miró con empatía. “Es una expresión muy poderosa de tu dolor, Clara. La forma en que describes tu experiencia es válida y real.”
“Pero, ¿cómo puedo encontrar la salida?” Clara preguntó, sintiendo las lágrimas asomarse a sus ojos. “Siento que estoy atrapada en un ciclo interminable.”
“La salida a menudo se encuentra en pequeñas acciones y en ser amable contigo misma,” explicó la doctora Sánchez. “Aceptar que estás en este lugar es el primer paso. A veces, la presión por sentirte mejor solo agrava el sufrimiento.”
“Es difícil aceptar,” admitió Clara, secándose las lágrimas. “A veces, siento que la gente espera que me recupere rápido, como si fuera tan simple.”
La doctora Sánchez asintió. “Esa presión puede ser abrumadora. Es importante recordar que cada persona vive su propio proceso. Permítete sentir y expresar lo que necesitas, sin juzgarte.”
Con cada palabra, Clara sentía que la carga en su pecho comenzaba a aligerarse un poco. La idea de que no tenía que ser perfecta le dio una pequeña chispa de esperanza. “¿Y si simplemente no puedo dejar de sentirme así?” preguntó, su voz llena de inseguridad.
“Es parte de la lucha, y no estás sola en esto,” la doctora respondió. “Te animo a seguir escribiendo. Es una forma de liberar lo que llevas dentro y te ayuda a procesar tus emociones.”
Clara sintió que su mente se aclaraba un poco más. Hablar con la doctora Sánchez era como sacar las piedras del camino, lo que le permitía avanzar, aunque fuera lentamente. “Prometo seguir escribiendo,” dijo, sintiendo que había hecho un pequeño compromiso con ella misma.
La sesión continuó con la doctora guiándola a través de ejercicios de respiración y visualización. Clara se sintió más tranquila y centrada. Cuando llegó el momento de despedirse, la doctora Sánchez le sonrió. “Recuerda que esto es un viaje, y cada paso cuenta, incluso los más pequeños.”
Al salir de la consulta, Clara sintió una mezcla de fatiga y alivio. Había comenzado a ver destellos de luz en su laberinto, incluso si todavía no sabía cómo salir. Caminó por la calle, sintiendo el sol sobre su piel. En lugar de dejarse llevar por la tristeza, se concentró en los pequeños detalles: las hojas moviéndose suavemente con el viento, el canto de un pájaro en una rama cercana.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Clara se sentó con su cuaderno. Se dio cuenta de que no tenía que entender todo de inmediato, solo tenía que seguir dando pasos. Escribió:
“Hoy, por primera vez en mucho tiempo, siento que puedo abrirme a la posibilidad de la esperanza. Tal vez el laberinto no sea eterno, y tal vez la luz sea más accesible de lo que creo.”
Con una sensación de paz que no había sentido en semanas, Clara cerró su cuaderno y apagó la luz. Estaba lista para enfrentar lo que viniera, sabiendo que tenía un apoyo y que el camino hacia la aceptación, aunque desafiante, era parte de su viaje hacia la sanación.