En su mente

VIII

"Si no he de inspirar amor, inspiraré temor" 
                                                                Mary Shelley 




Un nuevo día, una nueva semana. Una nueva oportunidad de obtener aquello que para todos, a excepción de Alessio y Stefano, estaba perdido: su culpabilidad. La primera helada del año vistió a toda la ciudad de blanco y plateado. La prisión no pudo sentirse aún más fría aquella mañana, Stefano apuró el paso antes de ser detenido en las escaleras de entrada por una voz femenina. 

— ¡Stefano! ¡Alessio!

Ah, sí, su propio guardia personal de la prisión había llegado justo a tiempo. Ella perdió el equilibrio brevemente cuando corría para alcanzarlo, un ciervo de pie por primera vez, pequeño Bambi. Estaba vestida con su camisa blanca habitual, corbata holgada y chaqueta de color azul oscuro. Fiorella se acercó a él, un ligero rubor cubrió sus pómulos y orejas, debido al frío o la vergüenza. Luego de la noche anterior, donde Stefano había sostenido sus penas entre sus brazos en aquel callejón oscuro y destartalado, se habían ido por caminos separados.  Ambos habían llegado a un entendimiento mutuo de no discutir la noche anterior, Stefano fue demasiado insensible para mantener cualquier intercambio de palabras, y Fiorella comprendió su propia inestabilidad emocional. Fue el curso de menor resistencia y les permitió a ambos simplemente hacer su trabajo y tratar de protegerse mutuamente de cualquier ataque a la prosperidad de su amistad. 
Alessio los observó a ambos sin el conocimiento del estado actual de la extraña relación que compartían sus compañeros.

— A tiempo entonces, excelente.— Alessio rompió el silencio incómodo entre ambos a medida que caminaba en dirección a la prisión. 

— ¿Estás bien? — Stefano murmuró mirándola de soslayo. Sus ojos diferentes observaron con desconfianza el recinto en el que estaban: allí hasta las paredes tenían oídos, y demostrar debilidad siempre era el primer error. 

— Sí, estoy bien. — respondió torpemente la joven, arreglando algunos cabellos rubios que enmarcaban su rostro. Su mirada estaba directamente enfocada en los zapatos negros de su compañero. 

— Vamos, tenemos que hablar.— Alessio llamó la atención del detective, mientras una nueva hilera de rejas de seguridad se abría para ellos. 

— Sí, a dónde él vaya yo voy. Son las órdenes de Leonzio.

Ambos muchachos se miraron de soslayo por algunos segundos mientras caminaban a la par. Stefano gesticuló un silencioso "fue tu maldita idea", a la vez que avanzaban por el pasillo. Alessio solo sonrió con burla. 
Stefano no pudo experimentar mayor molestia por la mofa de su compañero ya que todo el movimiento a su alrededor llamó su atención. Por defecto, la prisión siempre tenía a guardias custodiando las zonas, pero en esta ocasión la cantidad de personal parecía no sólo alterado, sino que además, mucho más numeroso. 

— ¿Qué sucedió? —preguntó Stefano a su compañero. 

— Una mujer fue asesinada anoche, en el bloque de celdas de D'Angelo. 

— ¿Qué?

— La encontraron con treinta y cuatro puñaladas, todas realizadas con un instrumento contundente. 

— ¿Encontraron algo más? 

— Aún no pudieron localizar sus ojos y lengua.— Alessio miró fijamente a Stefano, elevó sus cejas mientras apretaba los labios. 

— ¿Quién es la víctima? —Fiorella estaba pálida, ella realizaba las rondas de vigilancia dos noches por semana desde que había aceptado la participación en el caso, desempeñando un papel de infiltrada dentro de la prisión donde creían que no sólo algunos trabajadores actuaban como informantes, sino que vendían la información a personas del exterior. 

—Bianca Bianchi, partícipe y coautora de un culto sectario que secuestraba personas para torturarlas y violarlas. 

— ¿D'Angelo es considerada como acusada? 

— Se la vio hablando con ella durante la cena, abandonó el comedor después de la conversación y sus guardias la acompañaron a su celda nuevamente. 

— Quizá pudo salir de allí. 

— No.— Fiorella intervino nuevamente.— Los guardias la encadenan cada vez que está en su celda. 

Stefano se giró para observarla directamente. 

— ¿Todo el tiempo? 

Fiorella frunció el ceño ante su consulta. 

— Sí, todo el tiempo. 

Stefano guardó esa información en algún rincón de su mente mientras seguía caminando, faltaban pocos pasos para llegar al complejo donde ella se alojaba temporalmente. 

—¿Resultados de la autopsia? 

— Aún no ha tenido una autopsia extensa y no se me permitió el acceso a la escena del crimen, órdenes del maldito Giovanni.— Alessio realizó una breve pausa.— Pero escuché a un camillero hablar sobre cómo " l'angelo della morte" se veía bastante terrible esta mañana, supuestamente por falta de sueño. Al parecer se niega a ver a nadie.— los ojos diferentes de Stefano observaron a su compañero cuando él pareció dudar en continuar, un latido retumbando en sus tímpanos.— Nadie excepto tú. 

Fiorella intervino entre ambos, su rostro luciendo aún más pálido de lo normal, uniendo rápidamente los puntos de la conversación entre ambos. 

— Espera, no pueden estar insinuando que D'Angelo salió de su celda y asesinó a Bianchi. Yo los he escuchado, a sus guardias, el cómo se vanaglorian de ajustar sus cadenas. Y aún si no lo hicieran, esta es una instalación de máxima seguridad, con estadísticas impecables acerca de la fuga de prisioneros: jamás ocurrió una. Es... bueno, imposible. 

Se acercaba el giro final antes de la celda de D'Angelo. Ninguno de los jóvenes se atrevió a contradecir a su compañera. 

— Supongo que deberán reestablecer el contador nuevamente.— Alessio murmuró al detective justo cuando llegaron frente a la puerta.  




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