En SueÑos Te Veo

El laberinto del pasado

Elías no podía dejar de pensar en las palabras de Anarenis. "Busca el lugar donde el tiempo se detuvo." Ya había estado en la estación abandonada, pero sabía que había algo más. El nombre de la pintura, "El espejo del alma", le daba una pista. ¿Era posible que el anciano no fuera una figura onírica, sino alguien real, que lo había guiado hasta ese momento?

Una mañana, Elías se dirigió al parque, el mismo donde el anciano solía sentarse. Lo encontró en su banco habitual, observando a la gente pasar con esa mirada sabia y distante. Al acercarse, Elías notó que el anciano lo esperaba.

—Llegaste tarde, pero no demasiado —dijo el anciano, sin mirarlo. —Algunas almas necesitan tiempo para recordar.

—Usted me guio a San Isadora —afirmó Elías. —La pintura. Era ella.

El anciano asintió con una sonrisa. —El cuadro es un recuerdo. Un fragmento de lo que fueron. Pero lo que buscan es el resto.

—¿El resto? —preguntó Elías.

—Sí. La parte que falta. El espejo.

El anciano sacó un pequeño espejo de mano del bolsillo de su abrigo. Era viejo, con el marco de plata deslustrado. Se lo entregó a Elías.

—Mírate en él —dijo.

Elías dudó por un momento. Al mirar su reflejo, su rostro se desvaneció y en su lugar apareció el del anciano. Elías se sobresaltó, pero el anciano continuó hablando, con una voz que parecía venir de un lugar muy lejano.

—En nuestra vida anterior, éramos tú y yo —dijo el anciano. —Fuimos artistas, unidos por el amor y la creatividad. Pero el mundo nos separó. La vida te hizo renunciar a tu arte, y en ese acto, renunciaste a ella. Yo, al ver cómo se desvanecía, me convertí en el guardián de la promesa.

Elías sintió que el aire se volvía más denso. Las piezas del rompecabezas se unían.

—Tú eres yo. Yo soy tú. El pasado y el futuro entrelazados en un solo hilo. Y ella, Anarenis, es la clave para que todo vuelva a la normalidad.

Elías se quedó sin palabras. El vacío de su vida, la sensación de que faltaba algo, ahora tenía sentido. No era un vacío, era un olvido. Y el anciano, su yo futuro, lo había estado esperando.

El anciano se levantó, se despidió con una sonrisa y se perdió entre la multitud, dejando a Elías con el espejo en la mano. Elías lo miró de nuevo. Su reflejo era el de siempre, pero ahora lo veía con otros ojos. Se dio cuenta de que no solo había un pasado, sino que el futuro dependía de sus acciones. Y su misión era encontrar a Anarenis, la mujer que lo había amado en otra vida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.