En SueÑos Te Veo

El rastro en la ciudad

Elías ya no era solo un bibliotecario, era un detective del pasado. La revelación del anciano lo había transformado. Ahora, cada rincón de la ciudad de Caracas parecía esconder un eco de Anarenis. Con la piedra tallada en su bolsillo, se dedicó a recorrer los lugares que su mente onírica le había mostrado: parques, galerías de arte, y bibliotecas que no conocía.

Su búsqueda lo llevó a una antigua galería en el centro, conocida por su colección de arte del siglo XIX. Con el corazón latiéndole fuerte, le preguntó al curador si había alguna obra firmada por "A.M." o "Anarenis". El hombre, un anciano de voz pausada, lo miró con curiosidad.

—Anarenis M. —dijo. —Pocos conocen ese nombre. Fue una pintora prometedora, pero su obra desapareció tras un incendio en su estudio. Solo se salvó una pieza.

Elías sintió que el mundo se detenía. —La Promesa del Velo.

El curador asintió con una sonrisa triste. —Sí. Esa misma. No está aquí. Se perdió en el incendio.

Elías se sintió desolado. La pista se había esfumado. Pero al salir, un cuadro en la pared lo detuvo. Era un retrato de un hombre, con la firma de Anarenis. Su rostro le resultaba inquietantemente familiar. Era el mismo rostro que había visto en el espejo, el rostro del anciano.

El curador, al ver su reacción, se acercó. —Ese es el único retrato que hizo de su amado. Después, nunca más volvió a pintar. Se fue a un lugar lejano, dicen, para buscarlo.

La revelación le dio un nuevo impulso a Elías. Anarenis no había desaparecido, lo había estado buscando en otra vida.

Lucía, al enterarse de su investigación, se preocupó aún más. Temía que su amigo estuviera perdiendo el contacto con la realidad.

—Elías, esto es peligroso. Estás persiguiendo un fantasma —le suplicó.

—No es un fantasma. Es mi alma gemela —respondió Elías.

Esa noche, el sueño lo llevó a un lugar que no conocía: una vieja casa en ruinas, con el techo de cristal roto. Anarenis estaba allí, pintando. El lienzo era un retrato de él.

—Aquí fue donde nos separamos —dijo ella, con voz melancólica. —Cuando el tiempo te hizo renunciar a tu arte.

Elías sintió un dolor agudo en el pecho, un dolor que venía de una vida que no recordaba. Anarenis se acercó y le dio un pincel. —Pinta. Pinta nuestro reencuentro. Si el arte nos separó, el arte nos unirá de nuevo.

Cuando Elías despertó, la idea se había afianzado en su mente. No podía encontrar a Anarenis buscándola en el pasado, tenía que crear un futuro para ella. Se fue a su biblioteca, no para trabajar, sino para buscar un libro que le daría la respuesta. Un libro que había soñado.

Lo encontró escondido entre los tomos antiguos de la colección. Era un diario, con la firma "E.S." en el lomo, el mismo nombre que Lucía había descubierto en el cuadro. Elías abrió el diario y en las primeras páginas, encontró un dibujo del pozo, con una frase: "Aquí comencé a olvidar."

El diario estaba lleno de bocetos de Anarenis y de él. Elías no podía creerlo. Era el diario de su vida pasada, la historia de cómo había conocido a Anarenis, cómo la había amado y cómo, al final, había renunciado a su arte y la había olvidado.




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