En sus ojos, mi secreto

1. Encuentros y expectativas

El primer día de clases siempre trae consigo una mezcla de emociones: entusiasmo por volver a ver a mis amigos, incertidumbre por lo que vendrá y, he de admitirlo, cierta pereza de volver a la rutina escolar.

Mientras cruzaba la puerta de entrada con la mochila a mis espaldas, miré a mi alrededor. Todo seguía igual y, al mismo tiempo, todo parecía distinto. Los mismos muros de siempre, los mismos compañeros de los últimos años… pero algo en el aire se sentía diferente. Tal vez era porque este año se sentía más serio. Ahora éramos estudiantes de grado décimo; eso significaba más presión, más responsabilidades y, dado que faltaban solo dos años para graduarnos, empezar a pensar en el futuro.

Me dirigí al patio, donde ya se formaban los primeros grupos de estudiantes. Apenas puse un pie allí, escuché una voz familiar.

—¡Sebas! —exclamó Sofía, una de mis compañeras, y juntos nos dirigimos hacia donde estaban los demás compañeros de décimo.

El grupo aún no era numeroso y mis amigos cercanos todavía no habían llegado, así que, tras saludarme con los que estaban, fui directo a las listas pegadas en la ventana para saber en qué grupo había quedado. Rápidamente ubiqué las listas de grado décimo y empecé a revisar la parte central de la lista de 10°A, repasando los apellidos en voz baja:

—Martínez, Molina, Navarro…

No estaba en esta lista, así que pasé a la de 10°B:

—Márquez, Mendoza, ¡Muñoz!

Tras ubicarme en la lista, empecé a revisar los demás nombres, para ver quiénes serían mis compañeros de salón este año y si mis amigos estarían ahí. Alejandro quedó en mi grupo. Juan y Carlos, por el contrario, estaban en la lista de 10°A.

Mientras curioseaba un poco más las listas, sentí un golpecito en mi hombro: era Carlos. Nos dimos un abrazo amistoso y, poco después, aparecieron Juan y Alejandro. Juntos empezamos a conversar sobre cómo habían ido nuestras vacaciones. Mientras seguíamos hablando, la campana sonó y se nos pidió formar en el patio de acuerdo a nuestros respectivos grupos.

Tras la bienvenida del rector, que fue bastante breve, nos dirigimos a nuestras aulas asignadas. Este año, nuestro director de grupo sería el profesor Fernando Ruiz, el cual dictaba matemáticas. Aunque yo no era muy bueno en la materia, las clases con Ruiz eran amenas y sus explicaciones fáciles de entender, así que rara vez reprobaba. De todos modos, este año veríamos trigonometría, una materia nueva, así que no sabía muy bien qué esperar.

Tras media hora dándonos la bienvenida y haciendo la introducción al nuevo año, era momento de dar paso a la primera clase del día, que, según el horario fijado en la cartelera, era inglés. Como todos los años, sabíamos que habría caras nuevas en la plantilla de maestros, y conocimos a la primera de ellas justo después de que el profesor Ruiz abandonó el aula; era la nueva profesora de inglés.

—Buenos días, chicos —dijo con una sonrisa perfectamente medida, ni muy amigable ni demasiado seria.

Era joven, más de lo que esperábamos. Tal vez tendría unos veintiocho años. Su cabello rubio era imposible de ignorar, y sus ojos oscuros tenían un brillo astuto, como si ya supiera lo que todos estábamos pensando.

No era común tener una maestra así, no solo por su apariencia, sino también por la seguridad que irradiaba, como si ya estuviera acostumbrada a ser el centro de atención.

—Mi nombre es Luisa Ramírez —se presentó—. Voy a ser su profesora de inglés este año.

Su tono era firme, pero había un cierto deje de arrogancia en sus palabras; como si ya estuviera segura de que nos iba a impresionar.

—Bien —continuó ella—, quiero que todos se presenten en inglés. Nada complicado, solo su nombre, su edad y algo que les guste hacer.

Cuando llegó mi turno, me presenté sin problemas, haciendo que la maestra asintiera con aprobación y se reflejara una leve sonrisa en su expresión de otro modo impasible.

Cuando terminó la ronda de presentaciones, la maestra presentó el programa general de la materia y nos puso una tarea. Nada complicado, solo una breve redacción en inglés sobre algún tema de nuestro interés. Aun así, algunos compañeros suspiraron con fastidio y se escucharon murmullos de protesta. Uno de ellos, Javier, levantó la mano e intentó persuadirla.

—Profe, ¿no le parece que es demasiado pronto para dejarnos tarea? Apenas es el primer día.

—Precisamente porque es el primer día, quiero que empiecen con el pie derecho. No espero un escrito de diez páginas, solo unas líneas en inglés. Si no pueden con eso, entonces sí me preocuparé.




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