Tras el sonido de la campana que indicaba el final del recreo, el cual pasé en compañía de Valeria, regresamos juntos al aula. No habíamos planeado quedarnos todo el descanso en el mismo lugar, pero la conversación entre nosotros fluyó de forma tan espontánea que el tiempo se nos pasó volando. Con cada charla acerca de asuntos académicos, anécdotas sin importancia y pasatiempos en común, sentía que cada vez éramos más cercanos.
Avanzábamos por el pasillo en silencio, pero era un silencio cómodo, solo interrumpido por el «clac» de sus muletas cada vez que tocaban el suelo. Me di cuenta que, aunque aún no parecía del todo acostumbrada a usarlas, su andar era más seguro que en los primeros días después del accidente. También parecía más relajada, y la noté bastante más animada que en días anteriores. Una vez en el aula, tomamos asiento, pero seguimos conversando sobre cosas triviales mientras llegaba Adriana para la clase de historia.
Un par de minutos después, el murmullo del aula se disipó apenas la maestra entró por la puerta con su andar decidido y su habitual energía contagiosa que la hacía diferente a muchos otros profesores.
Tras dejar unos libros sobre el escritorio y saludarnos con la calidez de siempre, nos hizo una pregunta para introducir el tema de hoy:
—A ver, chicos —dijo mientras recorría el aula con la mirada—. Antes de empezar, quiero que me digan qué se les viene a la mente cuando escuchan «Edad Media».
Varias manos se levantaron de inmediato.
—Guerra, peste, suciedad… —dijo Alejandro.
—Torturas, inquisición… —enumeró Sofía.
—Brujas quemadas en la hoguera —añadió alguien atrás, causando algunas risas.
Adriana sonrió comprensivamente y, girándose hacia el tablero, empezó a escribir: «La Edad Media, ¿época oscura o incomprendida?»
—Muy bien, ¿y si les digo que todo eso no es tan cierto como parece?
Todos nos quedamos en silencio por un instante, hasta que Daniel levantó la mano:
—Pero profe, siempre nos han dicho que la Edad Media fue una época oscura.
—Ajá —respondió Adriana, levantando una ceja—, ¿y quién se los ha dicho?
—Pues… los libros, las películas, lo que enseñan en otros cursos…
Adriana sonrió con un brillo travieso en sus ojos.
—Exactamente. Nos lo han dicho tantas veces que ni siquiera lo cuestionamos. Y aquí entra lo que les he repetido muchas veces: estudien la historia con espíritu crítico, es decir, nunca se queden con la versión más fácil.
Se apoyó sobre el escritorio y nos lanzó otra pregunta:
—A ver, ¿cuántos de ustedes han escuchado el término «Leyenda Negra»?
Esta vez, solo un par de manos se alzaron.
—Bien, les explico. Una leyenda negra es un conjunto de relatos y prejuicios negativos que se difunden sobre un grupo, una nación, una época o un acontecimiento, sobre todo cuando estos relatos se exageran con fines ideológicos o de propaganda.
Todos escuchábamos atentamente a Adriana mientras ella seguía explicando con la seguridad que la caracterizaba.
—En el caso de la Edad Media, se la ha pintado como una época de oscuridad, ignorancia y violencia. Pero… —hizo una pequeña pausa— esta concepción es, en gran medida, un mito creado por quienes vinieron después, especialmente el Renacimiento y la Ilustración, para hacer que su propia época pareciera más avanzada.
—Entonces, ¿eso significa que la Edad Media no fue tan mala como la pintan? —preguntó Sofía.
—Claro que no —respondió Adriana con una sonrisa—. Y no me malinterpreten; la Edad Media no era el paraíso; hubo guerras, conflictos y grandes tragedias, pero también hubo enormes progresos en ciencia, filosofía, literatura y tecnología.
—Profe, pero siempre nos han dicho que la Iglesia frenó el avance de la ciencia —intervino otro compañero desde el fondo.
Adriana sonrió con paciencia.
—Eso es otro mito moderno. La realidad es que, si bien hubo tensiones en ciertos momentos, la Iglesia fue una gran promotora del conocimiento. Muchas de las universidades más antiguas fueron fundadas bajo su auspicio, y grandes científicos medievales, como Roger Bacon o San Alberto Magno, eran clérigos. También hubo pensadores como Santo Tomás de Aquino que dejaron un legado intelectual impresionante.
Algunos murmullos se escucharon en el aula. Era evidente que a varios les costaba asimilar lo que estaba diciendo.