En Ti

El amor de Lucía por Javier

Amar a Javier no era algo que Lucía hubiese planeado.

No fue una decisión tomada con lógica, ni un paso consciente dentro de un guion emocional. Fue algo que simplemente... ocurrió. Como una canción que empieza suave y, sin darte cuenta, te envuelve. Como el sol después de muchos días grises.

No fue su voz —porque aún no la conocía bien—, ni su rostro —que sólo podía imaginar con las fotos que se habían enviado. Fue su forma de estar, de escribir, de responderle con atención incluso cuando sus mensajes eran largos, desordenados, emocionales. Fue su manera de llamarla "mi niña", de decirle que se merecía lo mejor aunque no siempre pudiera verlo. Fue el cariño que Javier sembraba en cada palabra sin pedir nada a cambio.

Lucía solía pensar que su corazón era frágil. Que no estaba listo para otra decepción. Que no sabría cómo volver a levantarse si alguien más lo hacía pedazos. Pero luego apareció Javier. Y con él, la certeza de que a veces, el amor no llega a salvarte, sino a acompañarte mientras sanas.

Amar a Javier era mirar el celular a medianoche esperando un "buenas noches" suyo y que eso fuera suficiente para dormir un poco más tranquila. Era escuchar canciones y pensar si él también las entendería de la misma forma. Era ver un meme tonto y querer compartirlo solo porque sabía que le sacaría una sonrisa.

Pero también era miedo.

Miedo de perderlo. De que él no sintiera lo mismo. De que, algún día, se alejara sin una razón clara. Lucía tenía ese pensamiento constante: que quizá no era suficiente. Que su historia, su cuerpo, sus heridas y sus dudas fueran demasiado. Demasiado peso, demasiadas palabras, demasiada emoción.

Y aun así, amar a Javier era inevitable.

Era escribir en su diario cosas que no se atrevía a decirle en voz alta. Era llorar en silencio después de una conversación bonita, porque sentía que en ese instante todo era perfecto, pero sabía que la perfección dolía cuando se volvía recuerdo. Era preguntarse si él también pensaba en ella antes de dormir. Si también releía sus mensajes. Si también deseaba que hubiera menos distancia y más tiempo compartido.

A veces, amar a Javier dolía. Porque lo amaba desde un lugar de vulnerabilidad. Porque lo amaba sin saber si era correspondida de la misma manera. Porque lo amaba en medio de su transición, de su miedo, de su búsqueda de identidad, y eso hacía que todo se sintiera más grande, más delicado, más real.

Pero sobre todo, amar a Javier era esperanza.

Una esperanza silenciosa. Una que crecía a pesar del miedo. Que se encendía en los momentos más simples: en los stickers que él usaba, en cómo se despedía con un "cuídate", en cómo parecía entenderla cuando el mundo no lo hacía.

Lucía no sabía qué pasaría después. No sabía si su declaración cambiaría todo o si sería un capítulo más que cerrar con dolor. Pero sí sabía que amarlo la había transformado. Que había partes de sí misma que sólo habían florecido por cómo él la trataba. Que había encontrado una forma de ternura en medio del caos gracias a él.

Y eso —aunque no fuera eterno— ya era amor.

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