El mensaje había llegado en medio de la noche. Javier estaba acostada, la luz del celular iluminando solo su rostro, y el resto de la habitación envuelta en oscuridad. Su corazón se detuvo unos segundos mientras leía cada línea.
Cada palabra de Lucia era como una caricia y una herida al mismo tiempo. Había algo en su sinceridad que dolía, pero que también liberaba. Porque no se trataba solo de lo que decía, sino de lo que se atrevía a mostrar.
Javier apoyó el celular sobre su pecho, como si pudiera así sentirlo más cerca.
—No somos perfectos —susurró, mirando al techo—. Pero eso no quiere decir que no merezcamos ser amados.
El día siguiente no fue uno de respuestas inmediatas. Javier no contestó enseguida. Pensó. Sintió. Volvió a leer. Y escribió en su diario. Porque era ahí donde primero nacían sus palabras antes de entregarlas.
“Quizás no sé cómo amarte sin miedo, pero sí sé que no quiero huir de ti.”
Cuando finalmente se sintió lista, le respondió.
—Gracias por ser honesto… —le dijo en un audio con voz temblorosa—. No necesitas tenerlo todo claro para quedarte, y yo tampoco tengo que entenderlo todo para quererte.
La conversación esa noche fue diferente.
No fue sobre certezas.
Fue sobre confesiones.
Lucía le habló de su miedo a repetir errores. Lucía le contó que aún no se animaba a empezar su transición, que le aterraba el rechazo, el dolor, el cambio. Le contó cómo aún se miraba al espejo y sentía que a veces no era suficiente. Que a veces deseaba ser invisible, y otras veces, serlo todo.
—¿Y si solo somos lo que somos ahora, sin prometer nada? —propuso Lucía —. Solo tú y yo, sin máscaras.
—¿Y si dejamos de tener miedo a no encajar en lo que el otro espera?
—¿Y si somos nosotros?
Lucía sonrió. El corazón aún le temblaba, pero algo dentro de ella se soltaba.
No necesitaban definirse, ni etiquetarse, ni planear. Solo necesitaban ser.
Así, sin explicaciones. Sin presiones. Sin el peso de un “para siempre” ni la urgencia del “ahora o nunca”.
Solo Javier. Solo Lucía.
Dos almas rotas, encontrándose en los fragmentos.
Dos personas que empezaban, por primera vez, a ser ellos mismos… el uno con el otro.