AMANDA ( 2012)
— ¿Cómo puedes pensar que me gustan las chicas? — le pregunto mientras comenzamos a caminar hacia la salida del instituto.
—Lo siento, no era para te enojes
— No puedo creer que me hayan dejado esa nota. ¿Quién habrá sido?
—Debe ser por cómo te vistes. La gente puede ser muy prejuiciosa.
—Qué tiene mi ropa... —le digo mientras observo mi pantalón deportivo y mi camiseta larga y grande —, es que este atuendo es más cómodo, es por eso.
—Bueno... pareces más un chico que una chica —contestó y sabía que tenía razón a eso, también debía sumarle que no usaba nada de maquillaje, cuando algunas de mis compañeras ya usaban brillo labial, se pintaban las uñas y siempre iban bien peinadas, en cambio yo prefería la comodidad. ¿Tan malo era eso?
—Lo sé. Amanda no le hagas caso a esa tonta nota.
—Aún no puedo creer que me hayas preguntado eso.
— No te enojes. Nunca hablamos sobre quién nos gusta.
—¿Te gusta Alice? —pregunté
—A quién no le gusta Alice.
— Y a ti, te gusta John —pregunta por el chico que se sienta en su lugar.
— Sí —mentí
—Bueno....entonces sólo debes decirle que te gusta y listo. Así sabrán que te gustan los chicos y problema resuelto. No es para tanto.
—Y cómo rayos voy a decirle a un chico que me gusta.
—Ya pensaremos en algo.
—Y de qué querías hablar —pregunté.
—Hace tres días que no me hablas. No te puedes enojar porque decidí un día sentarme con Alice, Amanda —dijo y me detiene para que lo mire a los ojos.
—Podrías habérmelo dicho —le digo y comienzo a caminar nuevamente. Sus ojos lucen más claros por los rayos del sol y son tan hermosos que no quiero seguir mirándolos.
— A veces eres demasiado enojona. Debes controlar tu enojo, no al revés.
—Tú me cambias y yo soy la enojona.
— Bien, que te parece si hacemos las paces tomando un helado en nuestra heladería preferida. Podemos ir en bicicleta —dijo cuando nos detuvimos a esperar a su madre.
—No sé andar en bicicleta.
—¿Qué? Es por eso que siempre ponías excusas cada vez que te invitaba.
— Así es
— ¡Amanda tienes doce años y me lo dices ahora!
—Bueno...es que mi padre me regaló otra bicicleta y tal vez sí quiero aprender.
—Bueno, no se habla más hoy te enseño.
—¡Eso es genial!
Luego de almorzar me encontré con Martin, cada uno con su bicicleta. Caminamos hasta el lugar más apartado del vecindario en donde ya comenzaba una arboleda, con calles de tierra y poca circulación de autos.
— Bien, no será difícil. Sólo necesitas mantener el equilibrio y mirar siempre hacia adelante, yo te empujaré y no te soltaré hasta que te sientas segura.
—Está bien —dije algo asustada —. Pero tengo miedo.
—¡Por favor Amanda! No te asusta subir a los árboles, pero sí andar en bicicleta.
Cada vez que Martin me invitaba andar en bicicleta yo lo miraba desde los árboles porque no me animaba a decirle que nunca había aprendido.
—A la cuenta de tres Amanda —dice y apoya sus manos en la parte trasera de la de la bicicleta —. Uno, dos y tres.
Salimos despacio yo pedaleando y el empujándome.
— Lo estás haciendo bien, vamos, vamos —Me alentaba mientras corría a la par mío. No sé en qué momento me soltó, pero me di cuenta cuando estaba andando sola.
—¡Estoy andando en bicicleta! —grité emocionada
—¡Muy bien Amanda! —escuchaba que me gritaba, pero de repente tenía que doblar y me dio pánico, comencé a desestabilizar, la bicicleta comenzó a moverse sola para todos lados y caí.
— ¡ Martinnnnn! — grité, y a los minutos él ya estaba ahí a mi lado.
— ¿Estás bien? Te dije que te pusieras casco y rodilleras.
— Odio esas cosas —dije con un deje de dolor, pero luego comencé a reír porque la caída fue realmente graciosa.
Martin también comenzó a reírse y ninguno de los dos ya podía parar.
— Amanda sólo tú te ríes en una situación así.
—¡Otra vez! —grité.
Quería hacerlo sola y me volví a subir a mi bicicleta y comencé a andar, mientras que Martin me seguía en su bicicleta. No me di cuenta, pero ya habíamos llegado a la plaza central del pueblo. La cual estaba bastante lejos de nuestras casas.
— Amanda, más despacio.
—Está divertido.
— Debes mirar cuando cruzas, por favor, Eres un peligro.
Otra vez sentía que la bicicleta tomaba vida propia, estábamos en la plaza la cual se encontraba llena de gente. Comencé a pedalear torpemente con las piernas temblorosas. Por un momento pensé que lo lograría y que volvería a tener el control sobre la bicicleta, pero giré demasiado el manubrio y di justo con una piedra bastante grande lo que me hizo salir despedida y en segundos estaba volando como Superman.
—¡Amanda! —gritó Martin y fui a parar justo encima de él, literalmente fue mi colchón. Pero no sólo mi cuerpo quedó estampado sobre el de él, sino también mis labios.
¿Estaba besando a Martin? Mi primer beso santo cielo.
—¡Martin y Amanda se están besando! —gritó una voz conocida, Manuel.
Martin atinó a separarse de mí, pero lo tomé con más fuerza, él abrió muy grandes los ojos. Y yo estampé mis labios en los de él con más precisión.
¡Gracias al cielo y a todos los superhéroes!
Ahora ya no pensarán que me gustan las chicas.
Editado: 14.10.2025