En todas mis primeras veces

CAPÍTULO 6

MARTIN (2016)

Estaba lloviendo torrencialmente y sabía que en cualquier momento Amanda llegaría, así que fui hacia la ventana y la dejé abierta. Elegí la película que veríamos y ya tenía preparado el tazón de palomitas.

—Hola. Por Dios, como llueve —dijo—. Casi no puedo salir de casa— Luego se sacó el piloto y las botas.

— Y sí no podías salir, qué ibas hacer.

— ¿Tú qué crees? —pregunta desafiante

—Ibas a venir volando o saltando, pero vendrías —dije y ella soltó una risa.

—¿Qué hacías?

—Estudiaba para el examen de mañana

— Cierto, el examen de historia —dijo despreocupada, como siempre.

—Ven y estudiemos juntos —la pinché, porque podía hacer de todo menos estudiar.

—Sabes que no me gusta la escuela.

— ¿Y qué piensas hacer de tu vida? —pregunté

—Todavía falta para que pensemos en ello —dijo mientras elegía la película.

—Dos años Amanda, dos y estarás en la Universidad.

—Bien déjame respirar, sí. Suficiente tengo con mis padres.

Dejé de molestarla porque era inútil razonar con ella. Comenzamos a ver “Los vengadores” y no sé cuándo nos quedamos dormidos. En la madrugada cuando alguno de los dos se despertaba un momento, era el encargado de apagar el televisor.

Por la mañana cuando desperté, abrí un ojo desconcertado, mi brazo izquierdo le sostenía la cabeza y el derecho la abrazaba tocándole un seno. Mi parte más íntima estaba apoyándole el trasero, aunque estaba dormido hacia un momento sabía en qué situación me encontraba porque había reaccionado.

¿En qué momento esto se ha complicado? Hemos dormido juntos muchas veces.

¿Y sí ella ha logrado sentirme?

—Carajo —dije mientras me corrí bruscamente de su lado y terminé tirado en el piso.

—¿Qué sucede? —preguntó somnolienta.

—ehhh son, son ca-casi las siete —dije con dificultad.

—¿Estás bien? —preguntó mirándome con una ceja levantada.

—No, digo sí.

Ella se levantó y comenzó hacer lo mismo que ha hecho cada vez que se levantaba. Comenzó a estirarse como si recién hubiese terminado una maratón.

Estaba de espaldas hacia mí, y primero estiró los dos brazos hacia arriba

¿Desde cuándo tiene esas piernas?

Luego llevó ambos brazos hacia el piso, dejándome una vista de sus glúteos.

¡Mierda Martin! ¡Contrólate! Es Amanda.

Las charlas con Manu se me vinieron a la mente

“Es hora de que salgamos con chicas, ya sabes…”

—¿Por qué sigues en el piso?

—También estiraba —mentí, y comencé a estirar los brazos hasta tocar mis pies.

Definitivamente ya no podríamos dormir más juntos.

—Te veo en un rato —dijo y salió por la ventana.

¡Santo cielo! ¿Qué fue todo eso?

En media hora ya estaba en mi auto esperando a Amanda, enseguida salió y fuimos directo a comprar café como todos los días. Menos mal que no era de esas chicas que tardaba demasiado, al contrario, a veces era ella quien me esperaba afuera mientras yo me terminaba de arreglar.

No sabía cómo rayos iba a decirle que ya no podíamos dormir juntos y que tratara ese miedo a las tormentas.

Tal vez utilizando la excusa de que pronto nos separaríamos.

—Amanda… Has pensando que falta poco para que estudiemos en la facultad y dormiremos separados.

—Y eso qué

—Cómo harás con tu miedo por las tormentas.

—Estaremos en el mismo campus y podré ir contigo cuando eso pase.

—No crees que tal vez es mejor empezar desde ya a superar ese trauma.

—¿Me estás diciendo que ya no debemos dormir juntos?

—Bueno…ya tenemos dieciséis años Amanda. Es qué quieres dormir conmigo para siempre.

—Podemos seguir haciéndolo, ¿Qué tiene de malo?

—Y cuándo tenga novia, ¿Cómo haremos?

—¿Tienes novia?

—No, pero me gustaría

—¡Bien! Hubieras empezado por ahí. Solo quieres sacarme de encima.

—¡Por qué siempre te tomas las cosas así! Dijiste que ya no te daban arrebatos de enojo.

—¡Pues tengo ganas de que me den arrebatos de enojo!

—Contigo es imposible hablar.

—No, tú eres el que no me estás diciendo lo que te pasa. Dime que ya no quieres que durmamos juntos y ya, ni ahora ni en la facultad.

—¡Ni siquiera llegarás a la Facultada Amanda! Tienes pésimas notas, has coleccionado libretas de todos los tonos de rojos posibles desde que te conozco.

—Sabes muy bien que puedo sacarte del cuadro de honor y dejarás de ser el chico diez.




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